Mi ego me empieza a atacar.
Es estupido.
Se engrandece aún cuando estamos revolcandonos en la mugre.
Intento calmarlo duchandonos temprano,
Escribiendo lo poco que me queda.
Pero mi ego es testarudo y se adueña de mis sentimientos.
¡De pie! Me grita cuando empiezo a arañar el cemento intentando hacer un tour rápido al infierno.
Pero, no soy yo, mi ego.
No soy quien quiere matarte, olvidarte.
Y comienzo a hablar de mi mismo.
De lo bien que me la paso estando mal.