Un odio que la muerte no purgará. Una 2da oportunidad para hacer lo correcto

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Un odio que la muerte no purgará. Una segunda oportunidad para hacer lo correcto.

⭐⭐⭐

**Narra Fei Cuixing**

El fin del mundo desenterró muchas cosas del alma del ser humano. Maldad, codicia, hipocresía, egoísmo. La lealtad se convirtió en un lujo del que muy pocos podían hacer alarde. Los beneficios, el deseo de vivir, el miedo a la muerte, priman sobre los lazos afectivos. Puedes creer que conoces a una persona y confiar en ella, pero en el apocalipsis esa persona en la que tanta fé tienes puede ser la primera en apuñalarte por la espalda. Los lazos familiares, la amistad, el amor, son cosas que se ponen a prueba en los últimos días, son hilos que se pueden rasgar muy fácilmente, ya sea con la mandíbula de un zombie o con una bala de esas personas que llamaste cercanas.

Es la cruel realidad en la que ahora vive está humanidad.

A la hora de la verdad, hay que admitir que el ser humano jamás fue innatamente bueno o naturalmente malo. Somos seres sociales por naturaleza, pero... lo somos por el simple propósito de sobrevivir. Cuando la llamada "sociedad" no puede ayudarte a conservar tu vida, entonces es cuando la balanza se inclina hacia el egoísmo. En el fin del mundo llegas a hacerte una pregunta casi cada minuto que pasa: ¿Es su vida o la mía? La gran mayoría pensaran que es su vida, y los que eligen a los demás antes que ellos mismos, en estas circunstancias serán muy fácilmente olvidados. Cada segundo de existencia es duramente ganado en el apocalipsis, no hay suficiente tiempo para llorar por aquellos desafortunados que no pudieron continuar. La fuerza tiene la palabra.

Aprendes muchas cosas en los últimos días. La primera es que cada respiración es valiosa. La segunda, que la vida se puede ir en un mordisco o un arañazo. La tercera, que no puedes tenerle fé a los de tu misma especie cuando ya sabes que tú mismo matarías para poder vivir.

Yo aprendí eso por las malas. Y mi ingenuidad le costó la vida a mi hermanito, la única familia que me quedaba. Mi estupidez también me costó mi libertad.

Y mis deseos de vivir.

El mundo ya está roto ¿no?
No habría ninguna diferencia si yo muero, o mantengo mi insignificante vida.

De todas formas, tarde o temprano tendría que morir.

Solo me indigna que haya sido a manos de los supuestos 'heroes' de la humanidad. Ja..... La vida es muy irónica. Una vez los admire y les tuve esperanzas.... pero ahora, son ellos los que me están guiando a mi muerte.

Supongo que me lo busqué. Si hubiera una pastilla para el arrepentimiento, entonces no tendría sentido para el tiempo.

⭐⭐⭐

**Narración normal**

En un edificio perteneciente al Instituto de investigación. En el nivel S5 (sótano 5), una mujer plagada de cicatrices estaba atada a una camilla con cadenas de hierro. Su mirada era vacía. Su rostro no se veía humano debido a la palidez y a la leve coloración lila y cian de su piel, su cuello estaba fuertemente atado por una cadena de acero que apenas le dejaba respirar. Su cabello era opaco y apenas le llegaba a la nuca, reseco y quebradizo a simple vista. Todo su cuerpo tenía cicatrices de agujas, escalpelo, quemaduras e incluso una que otra herida de mordidas y arañazos. En su cuerpo no llevaba más que una delgada bata azúl de hospital, se notaba indicios de que había sido una mujer hermosa alguna vez, pero ahora solo se veía una figura delgada casi fantasmal. Sus pupilas estaban anormalmente dilatadas mientras ella parpadeaba mirando al techo con la luz blanca de forma ausente. Su brazo izquierdo estaba doblado en una extraña forma y se notaba que sus tendones habían sido cortados y sus huesos rotos, pero su mano todavía conservaba una impecable figura, lastimosamente jamás podría volver a moverla. Su otro brazo tenía heridas supurantes y malolientes de mordidas y arañazos de zombie, además de eso sus pies parecían haber sido alterados ya que no tenían una forma correcta y mostraban obvias cicatrices de bisturí.

La Reina de los Asura transmigra al apocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora