capítulo 4

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Es de noche, y la calma inunda la cabaña, al igual que los rayos de sol inundan las montañas al amanecer. Se podía decir que el silencio se adueña de las paredes rojas y el suelo de madera. Sin embargo, el ruido que susurran las sabanas cuando cambias de posición se hace presente cada pocos segundos.

-¿Estas bien, Clarisse? -medio dormido miro sus movimientos inquietos.

-No me molestes y duermete -gruñe al tiempo que cambia de posición.

-Te he hecho una pregunta -puede ser una desagradecida...pero es mi hermana.

-No me encuentro bien, Marck -su voz no suena como su voz, suena cansada y pesada.

-¿Qué te duele? - aparto las sabanas y me siento en la cama. Le miro fijamente.

-Los lumbares, la cabeza y el abdomen...-un quejido se escapa de sus labios - ¿crees que voy a morir?...

-No, no lo creo -sonrió y me levanto- te llevaré con Quirón, él sabrá que hacer.

Aparto sus sabanas con cuidado para ayudarle a levantarse. El grito de Clarisse retumba por toda la cabaña, alertando a los demás hijos del dios de la guerra.

En cuestión de segundos todos estaban en pie y dispuestos a atacar, aunque ninguno de los dos podemos reaccionar ni apartar la vista de sus piernas. Una gran mancha de sangre recubre parte de su pantalón de pijama y del cubrecolchon de la cama.

-¿Qué ha pasado?...-Sherman, boquiabierto, pregunta.

-¡Ya sabes lo que es, idiota! -respondo enfadado escuchando los sollozos de nuestra hermana.

-Venga callaros ¿no veis que lo empeorais? -Ellis se acerca a Clarisse con cautela- no te preocupes...es algo normal.

Los ahogados sollozos comienzan a convertirse en un desolado llanto en este punto de la conversación.

-Ahora eres un mujer...-le sonrió orgulloso.

-¡¿Y para que quiero serlo?! -con las mejillas repletas de lagrimas y los ojos rojos me lanza un cojin.

-Antes o después tenia que pasar esto, hubiese preferido que no fuera a las cuatro de la mañana...pero sabias que iba a suceder -Sherman se sienta a su lado- solo depende de si quieres afrontarlo como una hija de Ares o no.

-Solo es un poco de sangre, nada a lo que no nos hemos enfrentado antes ¿verdad? -Ellis se sienta a su otro lado. A medida que se va convenciendo su llanto va desapareciendo.

-¿Seguros? -susurra timida.

-Seguros -ambos contestan a la vez. Mi sonrisa crece al ver la de nuestra hermana.

-Yang las sabanas. La Rue, será mejor que te quites esa sangre. Wakefield, tú...saca el chocolate, dicen que eso ayuda -digo confundido- yo ire a comprar...algo.

Pese a la agitación que gobierna en la cabaña, todo el campamento esta en la misma rutinaria tranquila. Como si para los árboles o a las estrellas Clarisse nunca hubiera dejado de ser niña...

Llamo a la puerta de la cabaña del dios mensajero y uno de los Stolls me abre. Todo el mundo sabe que los hijos de Hermes prefieren jugar a videojuegos antes que dormir.

-¿Qué necesitas a estas horas? -confundido me pregunta sin apartar la vista de la partida.

-Solo dejame pasar -gruño y entro empujandole.

Vale, no pensé que podría ser tan difícil. Sólo tenía que coger uno de los paquetes y punto ¿no?...El problema es que hay más modelos  que semidioses disléxicos. Me decido por uno verde con alas en uno de los laterales.

Al dejarlo encima de la mesa Chris, con los ojos abiertos por el susto, se tambalea en la silla intentando no caer.

-Vaya...asi que Clarisse ya es toda una mujer...-gruño ante su comentario- El calor le ayudará -rebusca en una caja, de la que saca un pequeño y colorido saco que pone encima de la mesa.

-¿Qué es eso?- al cogerlo un fuerte aroma a lavanda impregna nuestro al rededor. Noto también que está relleno de arroz y semillas.

-Calentarlo y que se lo ponga en la zona que le duela- sonrie de lado- la casa invita.

Con cuidado de no encontrarme a nadie en el camino corro por las calles del campamento. Al llegar le entregó el paquete a Clarisse, quien arrasa con toda nuestra despensa de chocolate. A los minutos sale del baño y se tumba en su cama de nuevo. Le pongo el saco humeante sobre el abdomen.

-Gracias...-nos sonrie con sinceridad.

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-Sí hay algo que he aprendido desde la primera vez que me bajó la regla...- Tumbada, con el saco en el abdomen, Clarisse mira el techo- es que por más que pase el tiempo,  sigue doliendo malditamente igual- finaliza con un gruñido provocandonos unas pequeñas risas. 

Bienvenidos a la cabaña 5 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora