Capítulo 11

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Descubrir que le gustaban los hombres definitivamente fue un shock para Ten, aunque, si tenía que ser honesto, luego de poco tiempo tuvo que admitir que no era una completa sorpresa, incluso se sintió afortunado de que su pequeña etapa de conflicto interno no durara demasiado ni fuera tan abrumadora. No obstante, lo verdaderamente problemático había venido de fuera, y recordar eso era justamente lo que había ocasionado que su corazón doliera un poco al ver a esos chicos besarse en el parque cerca de su casa.

Ten se preguntaba si algún día podría hacer eso mismo sin sentirse incómodo o temeroso, y no porque le interesara lo que gente desconocida pudiera pensar, de hecho sabía muy bien que, de tener pareja, la mirada pública no sería un impedimento para besarla cuando le viniera en gana si la otra persona estaba de acuerdo. El problema era que un beso en público era una declaración, y las declaraciones implicaban riesgos, como hacerlo sentir lo suficientemente fuerte para decirle a todo mundo quién era, o como ser visto por alguna persona conocida; en ambos casos, las posibilidades de que su declaración fuera presenciada por alguien que le importaba eran suficientes para asustarlo, porque eso era a lo que a Ten le temía: la opinión de las personas que sí eran importantes en su vida.

Era contradictorio porque, por un lado, a veces sentía que jamás dejaría de tener miedo, pero por otro, el miedo nunca era suficiente como para desear esconderse o negarse a sí mismo, de modo que su única solución era reducir probabilidades de sufrimiento, lo que se traducía en reducir la cantidad de personas importantes en su vida y asegurarse en la medida de lo posible de que la opinión de esas personas no iría en contra de sus preferencias.

A veces deseaba que la situación fuera diferente, que el miedo lo hubiera hecho ocultarse o al menos ser más discreto y cauteloso, pero nunca sintió que fuera una gran necesidad, sobre todo porque consideraba que, al menos en un principio, no le había ido tan mal, empezando por el hecho de que jamás había creído que su atracción por los hombres fuera algo malo, menos aún si era algo que lo hacía sentir tan bien y no dañaba a nadie.

Ten se consideraba afortunado de haber iniciado su camino de autodescubrimiento de la forma en que lo había hecho, no sólo porque aceptarse estaba resultando relativamente sencillo, sino también porque el hombre que lo había ayudado a abrir los ojos ante sus deseos era prácticamente perfecto.

El chico en cuestión era guapo, tenía la capacidad de ser tan sexy como adorable y, más importante aún, era una buena persona; lo hacía sentir tan bien gustar de él que a Ten ni siquiera le importaba que su atracción fuera unilateral, ni que tuviera que mantenerla en secreto por el bien de la relación que mantenía con él, y de cualquier forma, no le veía sentido a declarársele a alguien que claramente no se sentía atraído por los hombres y que encima sólo lo veía como un amigo.

Esa persona era Taeyong, y de haber podido gritarlo a los cuatro vientos, Ten se habría sentido sumamente orgulloso de decir que, con seguridad, era el sujeto con mejor gusto de la humanidad.

Quizás el rubio pensaba que la razón de su actitud distante al principio del semestre se debía a que no era alguien importante para el tailandés, pero se equivocaba. Taeyong era importante, y mucho, pues por él había descubierto una parte de sí mismo.

Por eso se había portado tan distante con él cuando se reencontraron, porque, después de lo que había vivido en el último año, habría sido demasiado doloroso si la persona que de alguna manera lo había ayudado a liberarse, lo juzgara o rechazara por ejercer su libertad, de modo que había preferido mantenerse alejado, sin mencionar que, lamentablemente para Ten, el recuerdo de los problemas que le había acarreado sentirse libre seguía atormentándolo.

No obstante, había sido inevitable volver a acercarse a Taeyong incluso si ya no sentía por él lo mismo que antes. Claro que el miedo a su rechazo seguía ahí, era menos intenso pero aún así constante, y sin embargo, la buena actitud del rubio hacia él solía tranquilizarlo, lo hacía recordar los viejos tiempos, cuando no tenía tanto miedo, cuando no sabía que sus declaraciones podían tener consecuencias tan graves que amenazarían con romper su espíritu.

Last year (TaeTen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora