Una vez más.

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Hacía mucho frío, el cielo estaba gris y nublado, pronto iba a llover.

Horacio estaba sentado en el asiento del piloto de su coche patrulla apagado, en silencio, viendo a lo lejos  a aquel hombre que amaba tanto que dolía, aquel hombre que con solo  acercarse hacía que su corazón latiera velozmente y qué en su estómago revolotearan miles de inquietas mariposas, aquel hombre que con solo unas palabras era capaz de desarmarlo, que con una mirada le hacía suspirar y sonreír irremediablemente, ese hombre del que estaba perdidamente enamorado.

El comisario estaba recostado de la pared del estacionamiento de la comisaría, mientras fumaba un cigarrillo, Horacio suspiró,  se veía tan lindo como siempre, con su uniforme de comisario, su cabello color ceniza  peinado hacía atrás, y el seño fruncido sumergido en sus pensamientos, acto que siempre había enternecido al de cresta azul.

Le sigo observando mientras sonreía con nostalgia, trató de recordar su tan característico aroma, y le entraron  unas enormes ganas de abrazarlo, esconder su cabeza en su pecho y olvidarse de todo lo demás; pero sabía que eso no sería posible, no después de todo lo que había pasado, después de todo, ahora era "Dan", y el ruso pensaba que Horacio era un delincuente, un desgraciado que había traicionado a los suyos, y un pringao' que había hecho el idiota al declararse de esa forma tan ridícula frente a él, pensando que el contrario podría sentir lo mismo.

Rió amargamente al repasar en su mente las frías palabras qué el de hebras grises había usado para rechazarle y la promesa jamás cumplida de aquel vodka, sintió un nudo en la garganta; y como si su cerebro quisiera castigarlo, reprodució de espacio los recuerdos, tan apreciados antes y dolorosos ahora que había compartido con el ruso, como la vez que se conocieron e inmediatamente sintió un fechazo.

Todos las veces que sintió sus brazos rodear su cuerpo, e incluso esa noche de borrachera en casa del comisario, junto a Greco y Conway, y como había terminó durmiendo en su cama.

—¿Que le parece si le parece si le hago algo, chispeante?

~
—¿Y está canción a qué se debe, Horacio?

—Creo que es la canción indicada para el momento.

~
—¿Es normal que no vea nada?

—Pero Horacio, que solo se ha tomado un trago—Dijo el ruso entre risas.

Cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio, no quería llorar de nuevo por él, lo había intentado superar, había tratado de evitarlo a toda costa, y al parecer no había sido el único, pues de repente Volkov había pasado a tener un horario totalmente diferente a él, así que eran pocas las veces que se veían, pero aún así seguía sintiendose igual, y verlo seguía doliendo igual. Incluso había intentado salir con otras personas e intentar un poco de cruising, pero el recuerdo del ruso siempre volvía a él, haciéndolo sentir culpable y no entendía por qué, no tenía lógica alguna ¿Por qué tendría que sentirse culpable, sí no era nada de Volkov? Y este había demostrado no quererlo, pero aún así el sentimiento de que estaba traicionando al comisario estaba allí, después de todo, el corazón no escucha la razón y él era el ejemplo más claro.

¿Le importaría si quiera al ruso si se enterase de que salía con alguien? No lo sabía, y temía saber la respuesta, pues en el fondo sabía que a Volkov le importaría lo más mínimo, al fin y al cabo, no sentía otra cosa por él que no fuera indiferencia y tal vez asco, ¿No?

Todo el mundo le decía lo ridículo que era seguir mortificandose y sufriendo por él, que tenía que salir de esa situación y superarlo de una vez, pero, ¿Cómo podría?, Si solo con ver esos profundos y heridos ojos, o solo con escuchar su voz volvía a caer de nuevo.

Se sentía atrapado y derrotado.

Salió de su trance cuando vió que Volkov daba una última calada a su cigarrillo, para luego arrojarlo al suelo, pisarlo, y seguidamente darse la vuelta volviendo a entrar en comisaría.

Horacio se llevó las manos a su rostro mojado, para limpiarse las lágrimas y el estropicio que su delineador había dejado. Cuando se veía un poco más decente, encendió el motor y arrancó, después de todo tenía una ciudad que proteger.

Suspiró nuevamente mientras iba pasando por las desoladas y oscuras calles de Los Santos, con las pequeñas gotas de lluvia golpeando contra el parabrisas.

Tal vez un día por fin logrará olvidar al ruso, o al menos su recuerdo dolería menos, después de todo era lo único que le quedaba.

Solo recuerdos que se desvanecen, y sólo podría estar con él y besarlo en sueños, por ahora seguiría ahogándose en su propio dolor, añorando una realidad diferente, y deseando que todo fuera diferente.  Algo es seguro, a veces el amor de tu vida no es el amor de tu vida, y a veces no importa las circunstancias ni que tanto hagas para cambiar las cosas, nunca funcionará.

"Solo quiero abrazarte una vez más..." Pensó, mientras sucumbía de nuevo al llanto.

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