—Todo estará bien Horacio— Susurraba el moreno dándose ánimos a sí mismo. Se sentía nervioso, pues sería su primera vez viviendo solo, lejos de sus amistades y de su antigua vida. Había decidido alejarse de todos sus problemas y pesares de la ciudad, comprando una diminuta cabaña en Zermatt, pueblo ubicado en los Alpes Suizos.
En ello gastó sus últimos ahorros, por ende, tenía planeado abrir una pequeña panadería apenas llegase al lugar, pues tenía prisa en generar ingresos monetarios con los que mantenerse. Inquieto, se bajó del mini-bus que le llevó hasta allí.
—Wow...— Murmuró sorprendido. Su primera impresión del pueblito le dejó sin aliento, aquello era hermoso. Con elegancia, pequeñas residencias de madera se posaban sobre una cuenca en medio de Los Alpes Suizos, dándole un aire casi mágico. Estaba todo finamente cubierto de blanca y espesa nieve, el ambiente era tranquilo, reinaba el sonido de la naturaleza que con magnificencia rodeaba la minúscula ciudad, oculta en lo más recóndito del mapa.
Horacio se aferró a su enorme chaqueta y a sus maletas, dispuesto a adentrarse por fin a esa aventura, a ese sueño. Con frío, dejó salir un suspiro que se hizo visible mediante el vaho irrumpiendo aquel gélido aire, y fue rumbo a su nuevo hogar. Caminó por las pequeñas calles del pueblito, recibiendo amables saludos de los residentes que por allí pasaban, y admirando hipnotizado lo rústico de la arquitectura del lugar, dando ese toque de simpleza y familiaridad que tanto buscaba.
Sólo una semana le bastó para organizar todas sus pertenencias y surtirse de lo necesario para poder abrir su pequeña panadería, la cual estaba ubicada en su propio hogar. Apenas abrió su incipiente negocio, numerosos clientes comenzaron a llegar.
El lugar era pequeño y poco poblado, por lo que rápidamente se corrió la voz de que el nuevo habitante de Zermatt horneaba los más deliciosos bollos y panes de la zona, ganando pronto una buena reputación allí, y la amistad de la gente.
Cada día parecía ser más frío que el anterior, y el de cresta agradecía mentalmente haber tenido la idea de poner la panadería en su propia casa, pues el calor del horno lograba abrigarle de sobremanera, además de dejar aquel delicioso aroma de masa horneada.
La tarde estaba tranquila, Horacio admiraba en silencio aquel hermoso paisaje a través de su ventanal mientras esperaba la llegada de más clientes. Prontamente, pequeños copos de nieve comenzaron a caer con suavidad, alegrándole.
Sus cavilaciones se vieron interrumpidas por el sonido de la campanita en su puerta de vidrio, dejando entrar a un pequeño y abrigado niño, de unos cinco años, cuya prisa le causó enorme ternura al moreno. —Señor, ¿Cuántos bollos me alcanzan con esto? — Dice el pequeño, dejando decidido una moneda en el mesón, y Horacio ríe, pues no alcanzaba para nada. Sin dejarle responder, el pequeño, saca de su mochila una hoja y la deja también en el mesón.
—Oh...pues eres un buen negociante— el de cresta dice divertido, aceptando su oferta. —Te daré tres bollos dulces por la moneda y el dibujo, ¿Es un trato? — ofrece estirando su mano, la cual es entonces estrechada por aquel curioso niño.
La campana de la entrada vuelve a sonar, ingresando a la panadería ahora una mujer de unos 30 años, quien se lleva la mano al pecho en cuanto ve al infante allí de pie —Julián, no vuelvas a darme estos sustos, no puedes salir corriendo así—
El nombrado se gira orgulloso a mirar a su madre, mientras recibe en sus pequeñas manos esos tres bollos cuidadosamente envueltos. —Estaba haciendo negocios mamá— dice en tono serio y casi profesional, logrando sacar una carcajada a Horacio. —Lo siento— procede a disculparse la madre, sonriendo algo avergonzada —Julián a veces puede llegar a ser un tanto...impredecible— El moreno niega riendo aún, —No se preocupe, todo en orden— espeta con voz suave.
Madre e hijo se despiden de él amistosamente, y se retiran del lugar, desapareciendo entre la nieve. El de cresta suspira contento, sintiendo que por fin la vida comenzaba a tratarle bien, pues estaba muy a gusto viviendo en ese pequeño pueblo.
En silencio, baja su mirada, sonriendo al ver la moneda, sin embargo, su ceño se frunció al ver el dibujo del pequeño, llenándole de intriga, pues únicamente se distinguía en éste un misterioso hombre de gran altura, solitario en medio de una tormenta de nieve.
—¿Y esto...? — murmuró para sí mismo, extrañado. No podía dejar de mirar aquel dibujo, sintiendo una extraña corriente recorrerle al centrarse en la figura masculina que allí se posaba... Algo en éste le llamaba, instándole a averiguar más...
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❆ Volkacio AU ~ 𝐅𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐍𝐢𝐞𝐯𝐞 ❆
Fanfiction「𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘭𝘦𝘺𝘦𝘯𝘥𝘢𝘴 𝘪𝘯𝘷𝘦𝘳𝘯𝘢𝘭𝘦𝘴 𝘦𝘯𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘦𝘯 𝘶𝘯 𝘱𝘦𝘲𝘶𝘦ñ𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘣𝘭𝘰 𝘦𝘯 𝘓𝘰𝘴 𝘈𝘭𝘱𝘦𝘴 𝘚𝘶𝘪𝘻𝘰𝘴」 ❆ Historia Completa. ❆ Pocos capítulos. ❆ Volkacio AU Pueden ver éste y otros escritos terminados que no...