ღ Capítulo 8 ღ

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Por su parte, Horacio continuaba atendiendo su pequeña panadería, observando hacia la puerta de ésta, con la esperanza de ver al peligris llegando a visitarle. No mentiría, le extrañaba enormemente. Sin embargo, hacía ya unos seis o siete días que una horrible tormenta de nieve no dejaba en paz aquel pueblito. Tempestades de nieve caían a diario, arrastradas por fuertes ventarrones. Era peligroso salir y alejarse de la comunidad.

Suspirando, el moreno veía la nieve caer. Adentrado en sus pensamientos sopesó la idea de salir igualmente en búsqueda de Viktor, temiendo que quizá algo le habría ocurrido, o simplemente ansioso por verle una vez más. Fue despertado de sus cavilaciones por el sonido de la campanita posada en la puerta, que tintineaba avisando la llegada de alguien.

—¡Pequeño! ¿Cómo estás? — saludaba contento Horacio a Julián, quien venía de la mano de su madre, con prisa intentando evitar estar más tiempo bajo aquel turbulento clima invernal.

—Vaya que ha estado crudo el invierno esta semana— espetó con preocupación la madre.

—Yo creo que El Hombre de la Nieve está enfadado o tal vez triste— agregó el infante con total convicción, obteniendo la atención del moreno.

—¿Ah, si? ¿Y por qué crees eso pequeño? — preguntó acercándose a Julián, agachándose a su altura.

—Porque si está triste entonces el clima se pone feo— apuntaba afuera mientras expresaba sus razonamientos, sacándole una sonrisa al de cresta.

Sin embargo, la madre cambió el tema para enfocarse en su compra, restándole importancia a las extrañas teorías del niño. Antes de salir, el comentario de ella dejó sumamente extrañado a Horacio.

—Por cierto, ¡Lindas flores tienes plantadas en tu aquí afuera en la entrada! Aún no comprendo cómo logras tenerlas tan bien cuidadas entre montones de nieve— pronunció en una amistosa sonrisa, dejándole con una visible confusión.

¿Flores? ¿Cómo iba a tener flores en su antejardín si era imposible plantarlas en pleno invierno? Curioso salió el moreno, asomándose levemente por su puerta para observar a qué se refería aquella mujer.

—Pero... ¿Cómo...? — Susurró con el ceño fruncido, ingresando nuevamente al calor de su panadería. —Entonces Viktor no me mintió...de verdad encontró flores de camino aquí— murmurando despacio.

Su mirada se elevó hasta el reloj que colgaba en su pared, era aún temprano para cerrar la tiendita, pero no quería esperar más. Buscó el suéter que Viktor le había regalado y se lo colocó, abrigándose con más prendas encima. De su rostro sólo se podían ver aquellos bicolores ojos, pues estaba totalmente cubierto en ropa invernal. Tomó sus llaves y soltó un último suspiro antes de salir de casa.

Lo haría, se arriesgaría a caminar largamente hacia las afueras del pueblo por asegurarse del estado del peligris, sabiendo que la única vez que se había enfrentado a una tormenta de ese tipo quedó en estado de inconsciencia absoluta debido al frío. Apenas puso un pie en la calle, fue golpeado por el ventarrón que soplaba en todas direcciones. Horacio se aferró como pudo a su abrigo e intentó avanzar. Podía notar como el frío ingresaba a sus pulmones generando dolor en ellos al respirar.

Sus ojos lagrimeaban intentando rehidratarse y su paso era irregular pues le estaba costando mantenerse en pie. Extrañado y fascinado quedó al ver que saliendo del pueblito la cantidad de flores que entre la nieve crecían iba en aumento.

Era un espectáculo hermoso, los colores de cada flor diferían del resto, posadas de forma desordenada y natural. Con curiosidad notó que éstas crecían justamente de camino al hogar del peligris, dejándole con más preguntas que respuestas. Poco a poco, comenzaba a quedar sin aliento, cansado, envuelto en la nieve que entorpecía sus movimientos, congelando sus articulaciones. La tormenta le impedía ver a larga distancia, comenzaba a ponerse nervioso.

No quería rendirse, pero tenía miedo. Avanzaba de forma lenta, gruñendo ante cada complicación que se le presentaba —Vamos...puedes hacerlo— susurró para sí mismo. Comenzó a afirmarse de los troncos de árboles para no ser empujado por el viento. Sin darse cuenta del tiempo transcurrido, después de todo su esfuerzo había logrado llegar. Apenas veía aquella rústica cabaña en mitad de la nada, pero allí estaba. Sólo unos pasos más...

Tocó la puerta, con prisa, rogando por ser escuchado prontamente.

—¿Horacio? — Aquel pálido hombre tiró de su brazo para introducirlo a su hogar, sosteniéndole de los hombros al notar que su movilidad se había visto reducida a causa de las bajas temperaturas.

—Horacio... ¿Qué haces aquí? ¿No ves que es peligroso salir en un día así? — su voz cargada de preocupación llegó a oídos del moreno, quien, encogido por frío y vergüenza evitaba mirarle pues no quería ser regañado ante aquella locura cometida.

Viktor, con total suavidad posó su mano en el mentón del de cresta, elevando su rostro lentamente hasta que sus miradas finalmente se encontraron. El pulgar de su mano acariciaba en silencio la sonrojada mejilla de Horacio.

—Estás frío... ven— murmuró sentándolo en el sofá junto a la chimenea. Retiró con cuidado sus abrigos empapados y congelados, notando que traía puesto aquel suéter que le había dado. Aquello logró suavizarle aún más, formando una sonrisa en sus labios.

Posó una frazada sobre sus hombros, frotando sus brazos y espalda para ayudarle a entrar en calor, como si de mimos se tratasen. Horacio disfrutaba de cada sensación sin decir palabra, calmándose por fin tras aquel caótico viaje.

Volkov se hincó frente al moreno, quedando tan solo a centímetros de su rostro. Despacio, tomó una punta de su bufanda mojada, desenrollándola con parsimonia. El fuego chispeando junto a ellos era lo único que oían, completamente perdidos en la mirada del otro. El brazo de Viktor le rodeaba en cada vuelta que daba a la bufanda, haciendo que sus respiraciones chocaran debido a la corta distancia que les separaba. Los ojos del peligris escaneaban cada facción de Horacio,

Hipnotizado en su aceitunada piel tiernamente adornada con decenas de pecas que se posaban sobre su nariz y mejillas, suspirando casi sobre sus labios, le oyó por fin hablar —Te extrañé Viktor...— Quedando aquel dulce susurro tatuado en su interior.

❆ Volkacio AU ~ 𝐅𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐍𝐢𝐞𝐯𝐞  ❆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora