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— ¿Y? ¿Cómo vas, hijo? El muchachito parece bastante intenso, eh.

Al ingresar a la cocina aquella mañana, Satoru tuvo que controlar el impulso de asesinar a su propio padre sentado cómodamente en la mesa, leyendo el periódico mientras se reía de un chiste que sólo él entendía.

¿Si Yuuji era intenso? Eso era quedarse cortos.

Ya habían pasado dos meses desde el secuestro del Omega. Al final, Suguru se había apiadado de Satoru y juntos habían logrado acomodar al muchacho en una de las habitaciones desocupadas de la planta alta cerca de los cuartos que ellos utilizaban; por suerte y gracia divina, las píldoras que Suguru le había administrado religiosamente a horario habían surtido efecto y el celo se había suprimido bastante bien.

Sin embargo, cuando los días comenzaron a pasar uno tras otro y Yuuji comprendió que ninguno de los dos parecía tener intenciones de abusar de él...había venido el drama. Satoru se había equivocado rotundamente al pensar que Yuuji era un Omega sumiso y asustadizo; a la semana de su encierro en la nueva habitación, Yuuji había demostrado tener pulmones con gran capacidad y un vocabulario que hubiese sorprendido hasta al mismo Toji.

Esa misma mañana, de hecho, cuando Satoru había terminado de alistarse y se había movilizado hacia la habitación de Yuuji para comprobar que se encontraba bien...bueno, les había dejado bastante claro a él y todo el vecindario que no iba a ser la puta de nadie.

Satoru no le rompía la cabeza sólo porque aún sentía lástima por él. Siempre que estaba a punto de perder los estribos con Yuuji, intentaba colocarse en su lugar: secuestrado y encerrado en un cuarto rodeado de desconocidos y encadenado a una cama sin mayores posibilidades de movimiento, Satoru hubiese hasta destruido la habitación. Dentro de todo, Yuuji se comportaba bastante bien.

Sin embargo, además del enojo que Yuuji le hacía pasar también estaba la otra cuestión. Pese a que el celo había pasado y las hormonas se habían calmado bastante, Satoru no había podido suprimir el instinto devastador de querer lanzarse sobre el Omega enfurecido. Por suerte, en todas las ocasiones en las que se había suscitado algún roce entre ellos más producto de un golpe que de un contacto real Satoru había podido huir airoso sin mayores consecuencias.

— ¿Has logrado algo con él?

— Ah...sí, algo sí.

Bien. Ese es mi muchacho.

Rodó los ojos de espaldas a su padre. Sí...lograr esquivar los golpes de Yuuji, eso seguro que había logrado aquella mañana.

— Su necesidad debe estar bastante próxima. Aprovéchala.

El comentario que tenía la intención de sonar con indiferencia erizó los vellos de su nuca al percibir la orden implícita en sus palabras. Satoru se las había arreglado bastante bien luego de la llegada de su padre y la ausencia de Suguru para resolver los problemas, pero sabía que aquel hombre tenía un límite de paciencia y lo estaba poniendo a prueba.

Lo que más temía Satoru no era que lo "regañara" a él por no lograr embarazar a Yuuji, sino que culpara a éste por incapaz. Si llegaba a la conclusión de que en realidad Yuuji no era tan fértil como había pensado en un primer momento al secuestrarlo...

Se iba a transformar en una persona sin motivo para permanecer en aquella casa, y lo más probable es que se los cediera a los Zenin y...

— ¿Satoru?

— Sí, papá. Ya te oí. Yo...ah...

— Dime, hijo.

— Más allá de...bueno, de su celo y todo eso...¿puedo quedármelo?

Un largo camino a casa [GoYuu, HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora