Prólogo

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"Y tantas mariposas distraídas han fallecido en tu mirada que las estrellas ya no alumbran nada."

—Gerardo Diego

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[08-03-2025]

No era como si no supieran que Yoongi despertaría. Él, eventualmente lo haría, pero había cierto aire de pánico en el hecho de que no estaba despertando justo ahora.

Ya no había más uñas para morder en las manos de Seokjin y se estaba planteando seriamente si debería tomar la mano de Jungkook y comenzar a morder las uñas del otro.

Bien, olvídalo, Jungkook estaba a punto de desmayarse. Sus ojos brillantes y grandes no se despegaban de la figura en la cama y Seokjin podía contar los segundos para que comenzaran a lagrimear en cualquier momento.

Era un poco difícil digerir exactamente qué había pasado, pero Seokjin tenía una vaga idea de que algo como esto sucedería.

Probablemente Yoongi también, pero no era como si pudiera preguntarle por el momento. Seokjin se lamentó, extrañaba un poco del ruido de su esposo al despertar.

En la habitación de su nueva casa [nueva. Después de cuatro años Seokjin ya no debería llamarla así], la luz entraba por las ventanas abiertas como reflectores que cubrían con una capa de calidez el cuerpo de Yoongi. Allí, donde su mano descansaba contra su pecho, el anillo de matrimonio tenía un pequeño brillo intenso que daba la sensación del flash de una fotografía.

Seokjin siempre insistía que debía quitárselo para dormir porque el anillo tenía una pequeña incrustación en el centro que podía lastimarlo si ejercía presión, pero Gi era obstinado como un niño y fruncía todo su rostro como si se hubiese comido un limón, negándose rotundamente —no, no— y dejando que el objeto hiciera marcas y rasguños por todas partes mientras dormía, dejando que en su dedo anular hubiese una franja de piel ligeramente más blanca que el resto de su cuerpo y que apareciese un pequeño pliegue ahí donde el anillo se había acostumbrado a estar.

Había sido así los últimos cuatro años y Seokjin creía que seguiría siendo de esa manera muchos años más.

Lo esperaba, al menos, con la fuerza con la que se piden los deseos a las estrellas fugaces.

Yoongi respiraba pausado, como si su sueño fuese placentero y en su rostro había una eterna expresión de descanso. Se veía igual a como Seokjin lo veía cada día, así que era un poco extraño, un poco fuera de lugar de maneras en las que no estaba seguro de saber cómo explicar.

—¿Me dirás qué pasó?

Hoseok tenía una mirada seria, lo cual sería bastante divertido de ver si la situación no fuese, bueno, esa.

La cosa era que Seokjin definitivamente debió haber llamado a alguien más o a nadie, en primer lugar, hasta no saber exactamente qué había ocurrido. Pero ahí estaba el asunto que era experto en eludir e ignorar: su persistente y, probablemente, eterno miedo de perder a Yoongi.

No había podido evitar entrar en pánico. No había sido solo la vaga idea de que algo estaba mal cuando Yoongi no abría los ojos después de que la segunda alarma sonó para ir a trabajar, había sido el terror al esperar que moviera una pestaña a voluntad mientras llamaba su nombre y no encontraba respuesta.

Resonance | Ramé extra 2ºDonde viven las historias. Descúbrelo ahora