A partir de ese día, la parejita volvió a sus viejas andanzas. Hacían lo posible por coincidir y cuando lo hacían, buscaban la manera de rozarse, de entrar en contacto, de sentirse cerca. Y cuando comenzaban con el juego de miradas, se calentaban y ansiaban que llegara el momento de estar nuevamente a solas para hacerse el amor.
Poco a poco, algunas cosas volvían a la normalidad. Óscar retomó su asistencia a las prácticas de fútbol de Daniel, cosa que llenó de alegría al pequeño. No era nada fácil compartir su tiempo entre su hija y el hijo de la mujer que amaba. Pero el esfuerzo valía la pena, cuando veía la sonrisa en la cara del pequeño. Para el niño era importante el sentir el apoyo de una figura masculina y estaba encantado de estar allí para él.
Los niños, mientras más compartían, mejor se llevaban. En un par de ocasiones, Daniela llevó a su hijo a casa del castaño para que jugara con Verónica y la ayudara con su terapia de lenguaje. Aunque a la pequeña no le hacía mucha gracia que Daniel le corrigiera su forma de hablar e insistiera en hacer los ejercicios que le había recomendado el médico, le gustaba tener con quien jugar.
Verónica había comenzado a asistir a su nuevo colegio y se estaba adaptando de maravilla. De igual manera, Daniel estaba al pendiente de ella y solía buscarla en las horas de recreo para que no estuviese sola. Aunque ya tenía un par de nuevas amigas, el crío no quería dejarla sola, sentía que debía protegerla, se lo había prometido a su tío Óscar y no podía fallarle.
—Mami, ¿Me dejarás ir a jugar con Verónica después que salgamos del colegio? —preguntó el pequeño, que iba sentado en la parte trasera del coche de su madre. Iban camino al colegio.
—No amor. Hoy, ambos irán al centro comunitario con la tía Anisa —ese día sería la primera quimioterapia de Gabriela y no querían que la niña estuviese en casa para cuando ella llegara del hospital. Nunca se sabía cómo sería la reacción que el tratamiento provocaría y era mejor evitar que Verónica la viera en mal estado—. Ella los vendrá a buscar al colegio.
—Qué bueno. Me gusta ir al centro comunitario. Las clases de arte de la tía son muy divertidas. Estoy seguro que a Verónica también le gustará.
—Estoy segura de eso.
—¿Y después la tía Anisa nos llevará a nuestras casas?
—Lo más probable es que pasen la noche en su casa.
—Genial, pijamada con los mellizos.
Aunque los niños de Álvaro y Anisa eran aún muy pequeños, Daniel disfrutaba compartir con ellos. Ya caminaban y era todo un reto mantenerlos en un mismo lugar. Por ello, Álvaro acondicionó toda una habitación como cuarto de juegos, donde los chiquillos contaban con todo tipo de juguetes y accesorios para entretenerse.
Bajaron del auto y Daniel dio una carrera hasta donde se encontraba el coche de Óscar, y como todo un caballero abrió la puerta del vehículo para que la niña bajara. Al igual que ellos, acababan de llegar.
—Hola ñañel —lo saludó la pequeña al bajar del coche.
Como Daniel la corregía cada que pronunciaba mal una palabra y le insistía para que hiciera los ejercicios de lenguaje, Verónica decidió incordiarlo, pronunciando mal su nombre. Pero, lejos de molestarse, al niño le gustó que ella lo llamara de esa manera tan peculiar. Sin embargo, para devolverle la mofa, él también pronunciaba de manera incorrecta su nombre. Así estaban a mano.
—Hola Vedo. ¿Ya te contaron que iremos con la tía Anisa al centro comunitario?
—Sí, mi papi me dijo. Pedo no sé si quieda id.
—No te preocupes. Nos vamos a divertir. La tía nos dejará llenarnos las manos de pintura porque estamos haciendo arte.
La niña lo medito por un segundo y con una sonrisa respondió:
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Por Siempre Tú...
RomanceCuando por fin sintió que había alcanzado las mieles de la felicidad junto a la mujer que amaba, Óscar, recibió una llamada que le cambio la vida. Confundido y sin saber qué hacer, dejó la ciudad sin despedirse de nadie. No hizo bien en irse de esa...