Almorzando en uno de los restaurantes más cotizados de la ciudad. Óscar y Daniela, aprovechaban de pasar un tiempo a solas. La tarde del día anterior, luego de que ambos dieran por terminadas las actividades con los pequeños, Daniela pasó por casa de Óscar con la intención de revisar a Gabriela. Verónica le había pedido que curara a su madre y aunque ella no podía hacer tal cosa, le dio una revisada con el fin de calmar a la niña.
Luego de decirle a Verónica que llenara de besos y mimos a su madre para que se sintiera mejor, se fue a su casa, sin poder conversar con su lobo feroz sobre lo que estaba pasando con la niña.
—¿Álvaro no te ha llamado? —inquirió Óscar.
Temprano esa mañana, había tenido una reunión con su amigo y unos posibles clientes. Al finalizar el encuentro, se disponía a volver a su oficina, cuando Álvaro le pidió que se quedara. Quería comentarle algo. Estaba preocupado por Daniela. Sentía que su hermana estaba dejando de lado su vida sentimental por dedicarse solo a su trabajo y a su hijo. Ella aún era joven y merecía volver a enamorarse. Por eso, le presentaría a un posible candidato. Un joven abogado, que al igual que él, formaba parte del Grupo de Bilbao.
Óscar quiso reclamarle por tomarse ese atrevimiento. Daniela no estaba sola, lo tenía a él. Pero claro que nadie más que ellos y Anisa lo sabían, porque su caperucita, aún se negaba a hacer pública su relación.
—No —respondió mientras se llevaba un bocado de pasta a la boca— ¿Tendría que llamarme? —preguntó extrañada— ¿Paso algo?
—Solo pregunto. Sé lo unidos que son, y si no se ven, se escriben para saber cómo están.
Eso era cierto, aun cuando estaban enojados, se llamaban o escribían para saber del otro.
—Sí, pero hace un par de días que no se de él —había algo en Óscar que no le terminaba de convencer. Algo le pasaba. Dejo la comida de lado e indagó— ¿Todo bien? Siento que te pasa algo.
—No. No me pasa nada.
—Te noto como molesto. ¿Seguro que está todo bien? —insistió.
—Ya te dije que no me pasa nada —soltó. En efecto, estaba molesto, pero no quería decirle el porqué. Quería evitar una posible discusión entre los dos. Le había costado mucho estar de buenas con ella, como para arruinarlo con una nimiedad. Porque estaba seguro que su caperucita no aceptaría la dichosa cita.
—Bueno, si tú lo dices.
Continuaron comiendo en silencio. Ninguno de los dos estaba comunicativo. Óscar porque moría de celos al pensar que Álvaro le estaba coordinando una cita a su caperucita, y Daniela porque no sabía cómo abordar el tema de Verónica.
La noche anterior apenas pudo conciliar el sueño pensando en el sufrimiento de la pequeña. Comprendía lo que sus padres intentaban hacer al mantenerla al margen del problema de salud que atravesaba Gabriela, mas no veía justo que le mintieran a la niña. Al menos podrían decirle que estaba enferma, sin ahondar en detalles que posiblemente la cría no entendería. Lo que sí entendería, era que su madre estaba indispuesta y por eso no podían jugar como solían hacerlo, pero que eso no mermaba el amor que sentía por ella.
—Quería agradecerte por lo que hiciste ayer —finalmente, fue Óscar quien interrumpió el silencio—. El humor de Vero mejoró considerablemente y esta mañana no ha puesto objeción para ir al colegio.
Ahí estaba la oportunidad que tanto esperaba Daniela para tocar el tema de Verónica.
—No es necesario que agradezcas. La note estresada y solo quise ayudarla a relajarse —le dio una sonrisa sincera—. Cielo ¿Te puedo decir algo?
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Por Siempre Tú...
RomanceCuando por fin sintió que había alcanzado las mieles de la felicidad junto a la mujer que amaba, Óscar, recibió una llamada que le cambio la vida. Confundido y sin saber qué hacer, dejó la ciudad sin despedirse de nadie. No hizo bien en irse de esa...