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"A los dioses no les gusta que las personas no trabajen mucho. Las personas que no están ocupadas continuamente pueden empezar a pensar."

   Una explosión de sensaciones se hicieron presentes en todo mi cuerpo.

   Cada centímetro de mí reaccionó ante aquel beso. Mientras nuestros labios se movían rítmicamente en un compás musical inexistente, no fui capaz de resistirme ante el cúmulo de chispas repletas de energía que estallaban en todo mi ser. Oponerme sería imposible, no era tan fuerte, y mi debilidad más grande la acababa de descubrir: sus labios.

   Las piernas me temblaban tanto que creí que me desplomaría. No sabía lo mucho que deseaba aquello hasta que por fin sucedió, y fue como perderme en un paraíso infernal del que no sabía si quería salir jamás.

   Antes de que yo pudiese hacer algo al respecto, el beso se profundizó aún más. Max siguió tirando de mi cabello sin molestarse en la gentileza, mientras su otra mano bajó descaradamente hasta mi trasero, apretando con dureza y palmeando sobre el vestido, provocándome un sobresalto. Solté un jadeo de satisfacción contra sus labios antes de separarme un poco.

   —No sabía que te gustaba dar esta clase de espectáculos en público, Hades. —Comenté, sin dejar de mirar su boca ni un segundo.

   Pude notar sus labios hinchados y sedientos de mí aún bajo todo ese maquillaje. Max no se separó ni siquiera un milímetro, permaneciendo con la punta de su nariz rozando la mía, provocando que el aliento agitado chocase contra mi piel.

   —¿Quieres que te lleve a un lugar más privado, Hera? —susurró en una voz ronca y gruesa. Pude detectar un aroma a cigarros dentro de todo eso —. ¿O te da miedo quedarte sin aliento?

   Reí con ironía.

   —Yo no le temo a nada, Max.

   No me di cuenta de lo que había provocado hasta que sucedió. Los ojos azul intenso de Max brillaron en apasionada lujuria mientras me empujaba contra la pared a un par de metros de mí. No me dolió cuando choqué mi espalda contra el duro material, porque resultó ser más blando de lo que esperaba, y cuando Max estiró su brazo hasta un costado para girar una perilla, fue que me percaté que se trataba de una puerta que conducía a un salón despojado y oscuro.

   No pregunté dónde estábamos porque se me hizo completamente irrelevante, y mis sentidos fueron desconectados de mi cabeza cuando él me besó de nuevo, lento y pasional. Enredé mis dedos en el cabello que colgaba detrás de su cabeza, mientras me permití sumergirme en lo electrizante de sus caricias y la corriente que provocaba en todo mi cuerpo que era acariciado por sus manos expertas. No sabía lo mucho que había esperado esto hasta que estaba sucediendo.

   —¿No deberías cerrar la puerta con llave? —cuestioné jadeante, rompiendo el beso.

   Max ríe contra mi boca.

   —Nadie va a entrar. —Aseguró.

   —¿Cómo lo sabes?

   —Porque tengo personas infiltradas trabajando para mí esta noche —comentó con naturalidad, como si eso lo hiciese menos sorprendente. Con mis manos aún en su cabeza, lo sentí inclinarla hacia un costado —. ¿De verdad crees que te iba a dejar desprotegida con lo imprudente que eres?

   Sonreí aunque él no pudiese verme. Casi quería contarle el encuentro con Némesis en ese preciso instante, pero si de algo estaba consciente, era de que habría mucho más tiempo para hablar, pero no para romper las reglas con tanto descaro.

   —Yo en serio te gusto, ¿verdad? —me atreví a preguntar.

   Me di cuenta de que eso había salido fuera de mi boca después de que sucedió. Al no escuchar una pronta respuesta, me temí haber arruinado el momento, pero Max se inclinó para dejar un suave beso sobre mis labios, y reposó su frente contra la mía por varios segundos antes de hablar.

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