Los Santos. Las 23:37. Invierno.
Era una noche fría. Hacía frío incluso dentro de casa. No faltaba la ropa calentita ni las mantas. Pero lo gélido que sentía su corazón no podía compararse al frío que sentía recorrer su cuerpo.
Se sentía cansado. Abatido. Harto de tanto dolor y sufrimiento. No había nada que pudiese alegrarlo. Nada que lo hiciese feliz. Estaba cansado de su rutina, de su vida, de la gente a su alrededor.
Nadie lo entendía. Todos sus compañeros de trabajo le decían las mismas cosas día tras día: 'Venga Conway, anímese hombre.' o 'relájese y no piense en cosas que no le convienen'. Pero, ¿cómo hacer aquello? Los duros momentos por los que tuvo que pasar a lo largo de toda su vida lo marcaron. Le dejaron traumas y heridas que nunca sanarían. Era muy fácil hablar sin siquiera haber hecho el mínimo esfuerzo por ponerse en su piel.
Todo el mundo pasa por algún momento difícil en su vida, pero no todos lo llevan de la misma manera. A algunas personas les afecta más que a otras, y él, era uno de ellos a pesar de no demostrarlo.
Sus pensamientos eran un desorden. Y su mente un caos. A esas horas de la noche era difícil mantener la mente ocupada en otra cosa para evitar los recuerdos dolorosos. No había nada que pudiese hacer que el tormento de su mente se esfumara de una vez.
Encendía un cigarrillo tras otro y daba vueltas por el salón. Se sentía agobiado. Necesitaba un cambio. Relajarse. Olvidarse de todo por un momento. Dejar el mundo a un lado y adentrarse en otro en el que olvidarse de uno mismo y no tener ninguna preocupación. Resignado, se abrigó, cogió lo necesario y salió de casa dispuesto a perderse. El destino no era importante. Servía cualquier lugar lejano y tranquilo.
Con el volumen de la radio a un nivel bajo, arrancó el motor y salió del aparcamiento.
El termómetro del coche marcaba 0º. No había nadie en la calle.
Conducía tranquilamente por las desiertas calles de la ciudad tratando de alejarse lo más posible. Escogía carreteras secundarias y subía por el monte. Estar por aquel lugar a aquellas horas de la noche lo relajaba. Era apartado, silencioso y bonito. Se sintió agusto conduciendo entre la naturaleza.
Condujo durante unos cuantos minutos más hasta que se encontró ante una bifurcación y decidió aparcar el coche al lado de la carretera.
Cuando bajó del coche, el gélido aire de la noche lo golpeó en la cara y le heló los huesos. Se colocó mejor la bufanda, y se adentró en el bosque.
Una fina capa de nieve cubría el pasto y los árboles. Lo único audible era el sonido de la nieve bajo sus pisadas. A cada respiración salía vaho de sus labios y sentía la nariz fría, pero no quería dejar de caminar. Se sentía atraído hacia el bosque. Por alguna extraña razón, quiso seguir caminando cada vez más adentro. Cuanto más profundo estaba, menos lo atormentaban sus pensamientos.
Después de caminar durante unos cuantos minutos, llegó a un claro. La luz de la luna ofrecía una buena visibilidad. Un claro creado por grandes árboles y un pequeño lago en medio. Se respiraba pureza y tranquilidad.
Entonces lo vio. Un joven de abrigo verde y gorro de lana. Tenía las manos dentro de los bolsillos de su chamarra y miraba fijamente el lago tratando de refugiarse del frío, hundiendo su cara en la bufanda de lana.
Era extraño. No entendía qué hacía un chico joven cómo aquel en el bosque tan tarde. Ni siquiera estaba seguro de que el muchacho fuese real.
Lo miró durante un par de segundos y volvió a la realidad. Se acercó al lago y se paró ante la orilla, se encendió un cigarrillo, y fumó tranquilamente inmerso en sus pensamientos.
Se sentía mejor. Más tranquilo. En paz. Le gustaría ir a aquel lugar de día para poder ver a la luz del sol cómo era. Ir durante el día, tumbarse sobre el césped, y quedarse ahí durante horas.
Si las cosas hubiesen sido más fáciles desde un principio ahora no estaría así. Estoy perdido. No tengo a nadie. Lo he perdido todo. A todos... No puedo olvidar lo que he vivido, no puedo evitar soñar con ello todos las noches. Terminaré volviéndome loco al final. Si la voz de mi cabeza no se calla, terminará volviéndome completamente loco. Solo quiero olvidarlo todo. No recordar nada. No recordar ni siquiera quién soy. ¿Qué es lo que he hecho mal?
El crujir de la nieve lo sacó de sus pensamientos y lo hizo sobresaltarse. Con cautela, se giró y lo miró. El chico realmente existía. No era producto de su imaginación.
Sonreía mostrando sus dientes y achinando los ojos. Tenía la nariz roja a causa del frío y los labios agrietados, pero a pesar de eso, seguía sonriendo.
- ¿Te gusta?
Su sonrisa seguía ahí pero ahora lo miraba a los ojos. Tenía una voz agradable. Una voz fina y suave.
- Eh... ¿A qué te refieres?
- El bosque. ¿Te gusta? Es muy bonito, ¿verdad?
Asintió en señal de respuesta.
Era extraño encontrárselo en ese lugar a aquellas horas, y aún más extraño que se acercara y le hablara. Debía desconfiar. Era un desconocido y se encontraban lejos de la ciudad, pero algo dentro de él le impedía irse. Algo dentro de él, le decía que se quedara.
- Si. Es muy bonito.
- ¿Es la primera vez que vienes? A mi me gusta mucho venir. Vengo todas las noches aquí durante un par de horas. Me gusta mucho el bosque, me siento muy relajado entre todos estos árboles y el silencio que hay -Volvió a sonreír-. Me siento en paz. Cómo si pudiera ser yo mismo, o simplemente, no ser. Estar aquí y dejarme llevar.
- Ah... Si... Lo cierto es que se siente bien estar aquí.
- Es un lugar muy agradable. Pero, perdón, soy un descarado. He venido aquí y me he puesto a hablarte sin siquiera presentarme. Me llamo Gustabo. Gustabo García, pero puedes llamarme Gus.
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Indescriptible - Intenabo
FanficJack Conway, cansado de todo, decide dar una vuelta nocturna. Se decanta por ir a un lugar alejado en el que poder estar tranquilo y en paz con sus pensamientos. Por un camino en el monte, llega a un claro en el bosque donde se encuentra con un chic...