𝑭𝒊𝒗𝒆 𝒉𝒐𝒖𝒓𝒔 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝑫𝒓𝒂𝒄𝒐 𝑴𝒂𝒍𝒇𝒐𝒚

✦˚* Tres* ˚ ✦

CUANDO POR FIN LLEGÓ a la torre, miró a su alrededor con los ojos y luego lo vio, aunque le sorprendió ver que Buttons no estaba solo.

"Pequeño diablo, aquí estás." Dijo mientras comenzaba a caminar decididamente hacia Draco y el gato.

Draco estaba tan distraído mirando y acariciando al gato que, hasta que escuchó la voz de Annelisse resonando a través de la torre, no se dio cuenta de que no estaba solo. Rápidamente, se puso de pie y, una vez más, subió sus murallas. Frunció el ceño con sospecha mientras veía a la chica acercarse a él.

La miró, dándole una mirada rápida. No recordaba haber visto a esa chica en Hogwarts y estaba confundido por eso. Draco incluso pensó que tal vez la chica era nueva.

Miró a la chica de cabello oscuro por unos segundos más mientras ella terminaba de acercarse a él. Entonces, Draco terminó de ponerse firme y serio.

Annelisse se inclinó para tomar a Buttons en sus brazos y mientras se mecía un poco, levantó la cara hacia ese chico. Ella sabía quién era, todos conocían al famoso Draco Malfoy, incluso si ella era de un año anterior. Sabía de su reputación, sus amistades y lo impresentable que a veces podía volverse con los demás. Aun así, Annelisse nunca quiso juzgarlo, siempre creyó en el lado bueno de las personas.

"Gracias." Ella casi susurró y luego le sonrió.

"Deberías tener más cuidado con esa bola de pelos tuya." Espetó Draco. No pensaba demasiado en eso, así solía ser. No pensaba en las cosas antes de decirlas, lo que provocaba que los demás se sintieran constantemente ofendidos por sus comentarios.

Ella, por otro lado, al escuchar esas palabras no pudo evitar fruncir el ceño, molesta por ese comentario. Nadie podía meterse con su mascota excepto ella, y tal vez sus hermanos. "No fue mi culpa. Se escapó y vino hasta aquí". Annelisse respondió en el mismo tono.

"Sí, bueno, si fueras una mejor dueña tal vez no se te habría escapado".

"¿Por qué eres tan grosero, Malfoy?" Ella frunció aún más el ceño, lanzándole una mirada inquieta. Draco arqueó ambas cejas tan pronto como escuchó su apellido escaparse de sus labios. No entendía cómo era posible que la chica frente a él supiera su nombre.

"Porque puedo, idiota. La próxima vez encierra esa bola de pelos y no se escapará." Su rostro se arrugó con sus palabras, mostrando una expresión de disgusto "Y ahora, lárgate. Estaba bien aquí solo hasta que llegaste. No quiero verte a ti y a tu estúpido gato por aquí".

La boca de Annelisse se abrió en una "O". Había escuchado que Draco Malfoy era arrogante y algo desagradable, pero nunca le había hablado ni él nunca le había hablado hasta ahora y había sido un completo idiota, como siempre.

"No me gustaría quedarme con alguien tan repugnante como tú". Ella le respondió, notando la molestia en el tono de su voz. Annelisse resopló y se volvió para marcharse.

Con esas palabras, Draco sintió una pequeña punzada en el pecho. Estaba acostumbrado a que le dijeran cosas así, pero por alguna razón desconocida, esa chica lo había afectado.

Annelisse bajó las largas escaleras de la torre con un poco de prisa debido a sus nervios. Se sintió algo herida por esas palabras, nadie nunca le había hablado de esa forma. Todos a su alrededor eran buenos con ella, la trataban maravillosamente.

Llegó al pie de las escaleras y con ella, al aula de Astronomía. Caminó a través de él mientras acariciaba a Buttons y lo acurrucaba en sus brazos.

"Vamos, Buttons", suspiró, "hay gente que no sabe comportarse". Dijo sin saber realmente quién, ella misma o su gato. Cuando llegó a la puerta, alcanzó la perilla con cuidado, todavía sosteniendo a Buttons en sus brazos y trató de abrirla.

Lo intentó una y otra vez. Ella miró la puerta confundida, sin entender muy bien lo que estaba pasando, porque, ¿Quién iba a cerrar la puerta del aula de Astronomía? Annelisse pensó y la verdad, no tenía sentido.

Después de varios intentos, decidió dejar a Buttons con cuidado en el suelo para intentarlo una vez más con ambas manos. Annelisse tiraba y tiraba y no había manera, así que finalmente resopló ante su inútil intento. Al recordarlo, buscó su varita para intentar abrirla con algún hechizo. Con suerte, un Alohomora sería suficiente.

Se tocó los bolsillos delanteros y abrió mucho los ojos sin notar nada en ellos, probó en los bolsillos traseros y tampoco encontró nada. Revisó la parte inferior de sus pantalones, donde a veces la escondía y no estaba allí. Mierda, se maldijo a sí misma, Annelisse no había traído la varita. En la prisa y la loca persecución de su gato, no había sacado la varita de su habitación, recordando así que la había dejado en su cama junto a su maleta. Se maldijo a sí misma una vez más.

Ella resopló, rindiéndose. Observó la puerta mientras pensaba en la situación. Estaba encerrada en el aula de Astronomía y no podía salir. Annelisse se movió lentamente por el lugar, pensando en algo, alguna solución.

Entonces, pensó en Draco. Si tuviera su varita, podría abrir la puerta y ella podría salir de allí. La idea de tener que pedirle algo no le hacía gracia después de ver cómo la había tratado, pero era lo único que podía hacer para salir de allí.

Con cierta incertidumbre, volvió a subir las escaleras que conducían a la cima de la torre.

Mientras tanto, Draco se había apoyado en la barandilla y una vez más estaba observando ese paisaje después de su pequeño encuentro con esa misteriosa chica. Sus palabras resonaron en su cabeza, especialmente una en particular; repugnante.

Siguió pensando en ello, preguntándose si realmente era tan asqueroso con los demás, si así lo ve la gente. Esa chica le había hecho pensar en algo que nadie había logrado nunca y resopló con cierta carga y preocupación por eso.

Después de varios minutos, decidió volver a bajar y regresar a su habitación. Había pensado en pasar el día encerrado en su habitación leyendo, donde nadie lo molestara, sacándose de la cabeza todas esas preguntas y pensamientos sobre ese comentario. Se puso de pie, se dio la vuelta y comenzó a caminar a paso lento hacia las escaleras. Al llegar a ellos, no pudo evitar chocar con alguien, que estuvo a punto de caer en sus brazos.