Un recuerdo

94 12 1
                                    

8 de octubre de 1998


Las sensaciones que en esta tarde, tan larga que se me está haciendo, son tales que no puedo evitar pensar en momentos de mi vida que he vivido sin comprender que pasos he tomado para llegar a ellos, para que esos momentos fuesen reales.

El día que comprendí algo, ese algo que viene como un recuerdo a mi memoria y trato de mantenerlo a un lado, el instante en el que todo pareció dar un giro tan brusco que no lo vi ni venir.. todo eso es algo que al igual que muchas otras cosas se mantiene en mi cabeza, en mi corazón y solo me hace sentir incomodo, tanto como el tener que ir a una especie de acampada con nuestro curso y otros tantos, con gente a la que no querría ver ni un minuto de mi vida si puede decidirlo.

Y entre ellos está él.

Dejando a un lado dicha hoja, dejando caer mi cuerpo hasta quedar este acostado sobre el colchón, me concedo unos segundos de cerrar mis ojos, relajarme de tal forma que por un momento parece que me quedo dormido, siendo más como un viaje en mis propios recuerdos los que vienen a mi cabeza, notando de una forma inmediata las lágrimas en mis ojos, limpiándolas tan pronto como me levanto y me encuentro en la calle, evitando a todos los que su atención ponen en mi, a ella que tanto daño causo sin pensar en las consecuencias.

2 de octubre de 2006

Días que pasan y no se nada de él.

Caminar por estos lugares, ver todo cuanto me rodea, las personas tan solitarias, con compañeros de trabajo, con parejas, hijos, madres, padres, incluso sus abuelos o abuelas. Yo vagando tan solo después de salir de visitar a mi madre, esperando por un mensaje que se que no llegará.

Tu que ahí estás.

Deteniendo mis propios pasos, observando al frente en este instante, te veo y no puedo evitar dejar de mirarte, ocultándome lo suficiente para no entrar en tu campo de visión mientras paseas tan feliz con ella, con esa chica que tan positivos sentimientos tiene al parecer por ti, estando más que encantado por la atención que te da.

¿Se atrevería a tener relaciones con ella a mi costa?

Quisiera quitar esa idea de mi cabeza, pero es tan complicado el mero hecho de pensar en no tener pensamientos, en no tener un mínimo de cuanto puedan hacer en mi cabeza que el impacto de mi cuerpo contra el húmedo césped duele menos, siendo consciente de que mi corazón, la presión que siento en el mismo es algo tan soportable como las lágrimas que se deslizan por mis mejillas, tan libres estas como no lo es mi derecho a ser feliz a su lado.

Poniéndome en pie, caminando tan deprisa como mis agotados pies me permiten, avanzo y avanzo, tratando de llegar prontamente a casa.

Eres tan estúpido por confiar en que te amará..

Mi conciencia, tan critica con mis sentimientos, siempre peleando con estos, manteniéndolos a raya mientras que mi corazón trabaja en otro sentido, obligándome a aferrarme a algo que cada día tiene menos sentido.

¿Si desapareciese, él me echaría de menos?

¿Qué seria de la reacción de Phiravich si de la nada yo ya no estuviese en este mundo?

**

Mi abuela siempre decía que la vida había que vivirla sin permitir que nadie nos hiciese daño.

Esta mañana me estoy despertando más cansado que cuando me fui a la una de la madrugada a dormir, teniendo en cada parte de mi ser la pereza por ir a este día en el que no se porque debemos ir a plena naturaleza si estaríamos mejor teniendo el día libre o simplemente asistiendo a esas clases que a mi parecer son más importantes.

— Plann amigo, ¿estás listo para que nos marchemos?

— Nunca estaré listo para pasar el día entre bichos, así como tampoco para tener que dormir en una tienda de plástico en el suelo —me quejo —por favor, si esta noche hace viento y mi tienda sale volando permítelo pero no dejes que nadie me salve. Ni siquiera tu. Si sobrevivo finge mi muerte para que pueda irme lejos.

Gun tan solo niega, atreviéndose a desordenar mi cabello antes de salir de mi habitación. Cogiendo mi mochila con mis cosas, ropa para estos días de acampada, también mi saco de dormir, le sigo hasta que salimos a la calle, subiendo a este autocar que nos llevará a ese lugar tan indeseado para mi.

— Al fin suben los rezagados —grita alguien.

Pasando de largo todos los asientos ocupados en la parte delantera del autocar, llegando a la mitad del mismo, me siento junto a Gun, en el pasillo, ignorando algunas de las miradas pendientes en mi persona, tan fijas como lo está la suya, la de Mean, a quien miro por un momento, sintiendo como su mirada tan fija en mi esconde algo que no comprendo ni realmente me interesa.


Montar una tienda de campaña, siendo al parecer esta tan amplia por dentro que podemos usarla dos, es algo tan difícil que estoy por rendirme, sentándome unos minutos para descansar sobre todo mis brazos y manos, mi espalda por tener tanto que agacharme, mirando aquí y allí, a todos los que ya han montado sus tiendas, a los que están descansando, a esa chica, Samantha, que parece necesitar una ayuda que yo mismo le puedo brindar. Porque lo puedo hacer aunque no lo parezca por como me encuentro.

Levantándome, porque para ayudarla es lo que principalmente debo hacer, sacudiendo las hojas secas de mis pantalones, camino tan tranquilo como ligero hacia ella, sintiendo la brisa fresca mezclada con el clima cálido que extrañamente hacen una buena combinación para el plan de hoy. Mis pies se mueven decididos en la dirección que quiero tomar, deteniéndose de un momento a otro, de una forma obligada como repentina por las dos manos que me sostienen, que me privan de poder avanzar como bien quiero hacer.

— Suéltame —me aparto de él —tu serás alguien egoísta pero yo voy a ayudarla, porque es evidente que necesita ayuda.

— Ella puede sola con lo que está haciendo.

— Quitate de en medio —intento avanzar nuevamente.

— Si quieres ayudar —me reta con una sonrisa burlona —puedes ayudarme a mi con mi tienda.

— Tu no necesitas ayuda, ella si.

— ¿Tienes miedo de estar conmigo a solas?

Phiravich es alguien capaz de burlarse de ti con una sonrisa que quizá en su día vi atractiva, tan bonita como para pasarme horas mirándola. Yo también se burlarme y eso hago, riéndome ante su estúpida pregunta, lamentándome al momento cuando no es solo el grito que escapa de mi garganta, de entre mis labios, sino porque sus brazos, sin pudor alguno, me sostienen de mi cintura y bajo mis piernas, alzándome de forma que me encuentro irremediablemente forcejeando contra él, porque me baje al suelo, dejando claro que el último lugar en el que me apetece estar es en esta tienda, dispuesto a gritarlo si es necesario a su cara, sin importarme quien nos pueda ver y escuchar si así puedo poner a semejante idiota en su lugar.

¿De quien eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora