Incidente

54 10 7
                                    

8 de octubre de 1998


Su cercanía, esa pregunta que podría considerar estúpida así como su confianza al creer que le tengo miedo. No es miedo lo que realmente siento por Phiravich sino el deseo de alejarle, de salir de esta tienda de campaña tan alejada de los demás, a la cual me ha arrastrado cuando mi intención era ayudar a Samantha al saber que no podía con cuanto llevaba.

— ¡No te tengo miedo! —grito en plena frustración que siento —alguien como tu no es merecedor de que le teman Phiravich. Deja que me marche.

— ¿Dónde están las demás páginas?

¿Páginas?

Mirando estos ojos que tan fijamente me miran, apartándome a tan solo dos pasos que puedo permitirme dar hacia atrás, pienso y trato de comprender que no es eso que viene a mi mente a lo que se refiere, sabiendo por esa sonrisa que en efecto si se trata de eso.

— ¿Cómo sabes tu de eso?

— ¿Dónde están, Rathavit?

Negando, apartando mis brazos de su intento por volver a tocarme, niego, retrocediendo otro paso más en el interior de esta tienda de campaña, sintiéndome tan tenso, incomodo incluso en este momento que si pudiese saldría corriendo no siendo una solución viable dado que vaya hacia la derecha o la izquierda me lo dificultaría atrapándome antes de realmente poder alejarme lo suficiente.

— Las quemé —digo lo primero que pasa por mi cabeza —hice una hoguera con ellas para calentar mis manos en plena noche de frio. Devuélveme las que tienes.

Phiravich no deja de sonreír, tampoco de mirarme de esa forma que devuelve el deseo a mi ser de apartarle y huir, de tratar de ser lo suficientemente rápido como para no ser atrapado por él, para no caer en sus manos y que ocurra quien sabe que sin poder ya tener más opciones..

— Me gustas —está tan cerca —y se que te gusto, que la razón de porque existen y huyes de mi, también de porque estás nervioso, tratando de irte en lugar de quedarte a mi lado es porque me admiras lo suficiente como para que te guste y exista la opción de que te quedes.

¡Más quisieras tu, idiota!

Mis intentos, esta vez si, por marcharme quedan casi del todo bloqueados por las manos de Mean en mi cintura, sus labios tan juntos a los míos, ejerciendo tal presión que incluso me duele, me corta la respiración hasta cierto punto, no pudiendo recuperarla ni en el instante en que pierdo mi equilibrio, cayendo de tal forma que me encuentro acostado, mi cabeza descansando sobre una cilíndrica base que no se que es porque no me detengo a perder el tiempo para comprobarlo.

Al igual que sus manos me sostienen por la cintura, sus labios se unen a los míos, tensandome en el momento en que una de sus manos tratan de soltar mi pantalón, de tocar más de lo que en algún instante le permitiría, reacciono haciéndole a un lado, apartándole lo máximo que puedo de mi, no durando mucho cuando mis manos quedan a ambos lados de mi cabeza y sus labios, sus dientes, su juguetona lengua incluso, aprisionan uno de mis pezones, acelerándose tanto mi respiración como la tensión y el miedo por llegar a algo más me invaden de tal forma que es todo demasiado rápido como sucede.

El primer impulso que se permite tomar mi sistema nervioso haciendo funcionar a mi cuerpo no es el de salir corriendo. Con mis manos liberadas a la fuerza, porque es eso lo que primeramente me permito hacer, le empujo clavando levemente mis dedos en sus hombros, haciendo que así mire fijamente mis ojos, pueda ver un hilo de saliva en sus labios hinchados por el trato que le ha dado a mi cuerpo.

Tan solo pueden ser unos segundos los que me mantengo así, mirando tan fijamente a Phiravich, que por mi cabeza pasa la vaga idea de rendirme y sucumbir ha este hombre. Viendo la claridad del día, la tela que hace su vez de puerta abierta y que no quiero esto realmente, empujo con una fuerza que no se bien de donde saco, siendo el ahora o nunca lo que grita una parte interna mía propia.

Mi cabeza ya no descansa sobre esa incomoda base y mi cuerpo ya no se encuentra sintiendo el vivo calor de ese otro que puede causar tantas sensaciones indeseadas en mi que me hace reaccionar así. Mis pies se mueven tan ligeros mientras corro, yendo en la dirección opuesta a donde los demás se encuentran.

Arboles me rodean, viéndose como una visión borrosa a mi alrededor según corro, mientras me muevo tan rápido como la tensión me lo permite, escuchándole a mi espalda llamarme, sus pasos, sus pies quebrando alguna que otra rama, su respiración tal vez tan acelerada como se encuentra la mía, tan cerca de alcanzarme como yo de perdido que puedo sentirme, viendo que frente a mi no hay ninguna posibilidad de esconderme a mi alcance.

— ¡Plann!

Al igual que se ha tratado de cuestión de segundos que pudiese apartarle y escapar esto está sucediendo de igual forma. Mi cuerpo no queda suspendido en un principio en el aire, siendo una realidad completamente diferente cuando nuevamente sus manos me tocan, me sostienen de forma que la tensión vuelve a invadirme.

¿La diferencia?

Esta vez separarme es una opción rechazada por tantos sentidos, por tantas razones como lo es la de estar cayendo. No es esa típica sensación de que estás cayendo y cuando abres los ojos simplemente estás quieto en una forma especifica.

La sensación de estar cayendo es tan real como la de mi cuerpo impactando sobre la tierra seca, pasando por encima del cuerpo de Mean, quedando de un momento a otro quieto sobre él cuando las vueltas, el precipitarnos ya no es nada real, sintiendo el dolor tan vivo en cada parte de mi ser que podría incluso saber que algo me he roto.

— ¿Mean? —me incorporo lentamente —nos hemos precipitado idiota. ¿Por qué me has tenido que seguir?

Incorporándome hasta quedar sentado, sintiendo el dolor en mi costado y mi cabeza por tanta vuelta dada durante la caída, me permito por un momento mirar a Mean.

La tensión vuelve a adueñarse de mi al verle tan quieto, sus ojos cerrados, su cabeza ladeada, su ropa tan sucia y los rasguños en su rostro que no se que hacer, siendo como un acto reflejo el de sostener su cabeza para que su cuello no sufra un mal mayor.

Como si fuese realmente posible sufrir un mal mayor viendo la sangre que mancha mi mano, procedente esta de su cabeza al igual que los gritos que de mi boca salen, pidiendo una ayuda que no se si en algún momento llegará, siendo esta tan urgente como necesaria.

¿De quien eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora