INFERNO

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Sangraba su alma tras la fina capa de carne y huesos. No obstante, Megumi Fushiguro parecía ajeno al cúmulo de sensaciones que se relamían los labios en el pecho añejo de Sukuna; de hecho, si el demonio de cuatro brazos manifestara que era poseedor de emociones, el chico de hebras oscuras y mirada desplomada no le creería.

Pero ¿quién era él para buscar la credibilidad de un humano?

Quiero rezar en tu boca la ardiente plegaria que sangra en mis labios

Ryomen bebió del elixir mayestático entre los dientes de Fushiguro. Él se dejó consumir, sabiéndose entre la espada que conformaban las manos frías del demonio, y la pared sin salida que alzaban sus propias emociones entrelazadas. Se enebró contra la piel de Sukuna sin meditar en palabra, sin pedir permiso ni cuestionar.

Cuando su vaho mortífero le perforó los labios y Fushiguro se hubo separado del demonio, éste habló entre el silencio.

—Espero que en el infierno te pongas cómodo —deslizó sus dedos por el mapa morado ramificado en el cuello pulcro del pelinegro—, porque el Cielo no te abrirá las puertas después de esto.

Sonrió.

Serotonina | JJK DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora