Muchas veces la vida no es como la planeamos, casi que se podría decir que a la mayoría nos ha pasado que hemos recibido lo que no esperamos, pero a diferencia de los niños, que siempre creen que pueden lograrlo todo, no hay nada inalcanzable o que no tenga la convicción de poder hacerse. Me llamo Elizabeth de cariño me dicen Eli y esta es mi historia...
Cuando tenía nueve años, era ese tipo de niñas extrovertidas que le gustaba salirse con la suya, chineada, pero educada. Me encantaba jugar al aire libre he inventar mis propias historias, apenas si sacaba tiempo para mis deberes escolares, por lo que mi madre me vivía reprendiendo siempre; sin embargo, yo no tenía deseos de que me dijeran qué aprender sino descubrir por mí misma todo, por lo que me la pasaba dibujando en las orillas de los cuadernos cuando iba a clase. Era de ese tipo de niña que apenas era libre, iba a trepar árboles y comer cuanta fruta encontrara, y solo iba a casa cuando había que comer y dormir, me obligaban a bañarme antes de acostarme porque realmente parecía mezclarme con la tierra. Esos en definitiva fueron los mejores años.
Yo tenía un vecino que vivía a tres cuadras de la mía, no tengo palabras para describir lo que él era para mí en ese entonces, si pudieras creer en la media naranja o verdadero amor, él realmente lo era, aunque parezca loco a esa edad él era como mi mano derecha en todo, era lo que me faltaba: diferentes personalidades, pero calzábamos en todo.
No recuerdo el momento exacto en que nos conocimos porque era muy pequeña, pero recuerdo perfectamente que mi Abuela Sara me llevaba de la mano, cuando tenía cuatro, íbamos al supermercado por mi helado de la semana, esa era una de sus alcahueterías con quien hasta ese entonces era su única nieta. Unos metros antes de llegar al supermercado se quedó hablando con una señora y yo, impaciente me desprendí de su mano para luego irme tras un perrito callejero, quien pareció huir asustado cuando quise agarrarlo por la fuerza; segundos después un niño se le acercó y lo acarició como si nada, celos sentí por la indiferencia del perro conmigo y lo fácil que se fue a los brazos de ese niño.
- ¿Es tu perro? – me preguntó dejándolo y acercándoseme.
- No -dije con mala cara.
- ¿Estás enojada?
- Tengo hambre.
- Yo tengo este chocolate, si quieres, te regalo -dijo sentándose sobre la acera.
- Bueno -dije cambiando de semblante y también sentándome.
Cuando me ofreció el chocolate recuerdo que agarré casi todo y le dejé un pedacito, aún evoco su expresión de sorprendido, debí haberlo partido por la mitad para ser agradecida y equitativa, pero él no me objetó nada; aun siendo tan niño fue amable conmigo.
A partir de ese día me esperaba con un chocolate frente al súper, su casa quedaba en frente, todas las veces que iba con mi abuela; hasta que fuimos lo suficientemente grandes para que nos dejaran jugar solos.
Cuando entré a la escuela, curiosamente el primer día de clases nos tocó en el mismo grupo, nuestra empatía fue tan grande que ya luego nuestras madres pedían que nos pusieran juntos en los siguientes niveles. Casualidad o destino, no lo sé, pero parecía que de una u otra forma nuestras vidas iban a calzar.
Mateo era encantador, inteligente y aplicado, le encantaba seguirme en mis inventos y me apoyaba en todos mis juegos, me ayudaba a estudiar para los exámenes y siempre evitaba que me tropezara. Juntos nos encantaba recostarnos sobre el césped debajo de los grandes árboles a mirar la forma de las nubes al final de la tarde. Estábamos tan sucios, pero eso no nos impedía hacer nada.
No era que nos demostráramos el amor de la forma en la que los grandes lo hacían, no nos dábamos la mano, y jamás nos besábamos, eso era demasiado cursi y penoso en ese entonces. Nos bastaba con saber que nos teníamos y que podíamos confiarnos todo; éramos los mejores amigos y nos queríamos con el amor más puro y bueno que solo entre niños se puede entender.
Pasábamos casi todos los días juntos, excepto cuando me castigaban o estábamos enfermos y también los días de lluvia porque no nos dejaban salir. Recuerdo que me tiraba todo el día en la puerta de entrada de la casa berrinchando para que me dejaran ir a su casa, pero mi mamá insistía que esos eran los días perfectos para pasar en familia y ayudarle a cuidar a Camila mi hermanita de dos años. Esos días me parecían eternos y una completa tortura para un espíritu libre como el mío.
Teníamos más amigos, claro, en la escuela jugábamos con todos y se nos unían a explorar y tener aventuras por las tardes especialmente en los días de vacaciones cuando solo los deberes del hogar nos atrasaban. A veces peleábamos, pero Mateo me apoyaba y sabía cómo resolver los conflictos con ellos, a veces me preguntaba si de verdad teníamos la misma me edad, porque yo sentía que me llevaba años. Yo despreocupada por todo y el tan ocupado y preocupado por mí, de alguna forma me atenía a él.
Recuerdo el día que Mateo cumplió nueve años unos meses después que yo, que me dijo lo más tierno que jamás pude escuchar, aún mis ojos me hacen llorar por el sentimiento:
- Eli, ¿Somos los mejores amigos, cierto?
- Mmju – asentí comiendo un pedazo de queque, estaba toda despeinada de tanto jugar.
- Y... los mejores amigos, se casan algún día ¿verdad?
- Mmm yo creo que sí – me encogí de hombros.
- Bueno, cuando seamos grandes podemos casarnos entonces, ¿Te casarías conmigo?
- Ajá, sí -dije sin pensarlo mucho, el queque estaba muy bueno.
- ¡Qué bueno!, pensé que dirías que no -suspiró.
- No seas tonto -le di un codazo.
Pude escuchar unas pequeñas risas de su mamá, la señora Ana, quien nos escuchaba detrás de la puerta de la entrada de su casa, estábamos sentados en las gradas viendo como todos los niños jugaban y esperando el momento en que reventarían la piñata.
Esos días fueron más que perfectos, pero también fue la celebración de su último cumpleaños.
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Realidades Distintas
RomanceUna historia de amor que comienza cuando dos niños Elizabeth y Mateo, descubren las primeras mieles del amor, pero por consecuencias del destino son separados por la muerte. Años más tarde vuelven a encontrarse a través del espejo que misteriosament...