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La luna brillaba en la inmensa oscuridad, mostrando su fría belleza y color plateado. Esa noche era luna llena, y lucía como la joya más hermosa del firmamento nocturno. Las estrellas hacían más encantadora la vista, pareciendo flores blancas en un inmenso jardín.
La brisa movía las hojas de los árboles, creando un sonido tranquilizador.
El color naranja iluminaba la obscuridad.
No había ningún sonido al rededor.
Las aves huían de aquel lugar.

Un par de ojos color ámbar miraban la luna, mientras sentía el frío viento tocar su piel descubierta, provocándole escalofríos.
Su pelo rosa, casi podía ser confundido por los pétalos de las Sakuras que estaban en suelo. La primavera había llegado y los cerezos inundaban todo el sitio.
El joven respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire, y de la fragancia de la persona que más amaba.
Bajo la mirada, y sonrió al sentir en todo su cuerpo desnudo el suave kimono de Sukuna, que traía puesto. Era grande, pero lo hacia sentirse protegido por alguna extraña razón.

Inquieto y cansado de esperar, abrió el kimono, descubriendo su pecho. Paso su mano izquierda por todo su torso, imaginando sus manos tocarlo. Se detuvo en su pezón, lo tocó, lo jaló y apretó, jugando con el. Un suave gemido salió de sus labios.
Su mano derecha bajo a su pelvis acercándose lento a su pene, lo tomó con pena y comenzó a acariciarlo de arriba a abajo, de manera lenta.
Con unas cuantas caricias más, su respiración se alteró. Cerró sus ojos y movió más rápido su mano y apretó más su pezón, también trató de apretar sus labios.

— Sukuna... — hablaba entre suspiros, Yuuji — Suku... — en su mente llegaba la imagen de la maldición, excitando lo más — ¡ah! ¡Aah! ¡Aaaah! ¡Sukuna! — su respiración era muy acelerada, su pecho subía y bajaba. Cerró sus piernas por reflejo — ¡Sukuna! — ya no podía más, estaba a punto de venirse.

— Te dije que esperarás — una voz gruesa se escuchó. Yuuji se emocionó al escucharla.

— Te amo... — el menor llegó a su orgasmo. Entre cerrando los ojos, ya que quería ver a Sukuna, que se encontraba desnudo.
Arriba de su pelvis se contrajo y el semen mancho su abdomen.

La maldición observó el cuerpo de su recipiente, sudado y tembloroso. Sus ojos brillantes por las lágrimas. Sus mejillas rojas y su kimono abierto.
Sonrió al ver la sonrisa del mocoso. Realmente nunca le haría caso, era muy obstinado.
Además, parecía gustarle mucho su aroma. Lo miró, abriendo sus brazos pidiéndole un abrazo.
La imagen era divertida y erótica a su parecer, púes Yuuji, estaba recostado entre almohadas suaves, blancas, medio desnudo. Esperando por él.
Pero, a su alrededor había cuerpos mutilados soltando un olor nauseabundo, las moscas volando sobre ellos, reproduciéndose y depositando sus huevecillos para que las lavarlas se terminen de comer los restos. Las casas en llamas, consumiendo todo a su paso sin excepciones. Sangre por todo el suelo, formando charcos. Ni una voz se escuchaba en ese pueblo, el silencio era cómodo.

Dejo en el suelo una canasta de comida. Se acercó al menor, y agarró su tobillo, Yuuji no dejaba de sonreírle.
Beso esa zona, recorriendo con sus labios toda la pierna. Mordiendo suave la pantorrilla. Siguió su camino y beso el abdomen del niño. Escucho sus suspiros y vio su cuerpo tener espasmos, quizás, seguía sensible.
Sukuna lo abrazo y beso los tiernos labios del menor, metiendo su lengua recorriendo toda la cavidad bucal. El beso era tan apasionado que la saliva se escapaba de sus bocas y creaban sonidos eróticos.

Yuuji se sentía tan bien. Sentir el cuerpo de Sukuna sobre el suyo, calentando su cuerpo. Evitando que sienta el frío viento.
Acarició toda su espalda con sus manos ansiosas, podía sentir sus músculos bien trabajados. Sin poder evitarlo, movió su cadera, restregando su pene con el de la maldición, se había excitado de nuevo. Necesitaba sentirse amado por aquella maldición, que lo sostenía de manera tan protectora.

Vals de Primavera // SukuIta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora