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Dos pequeños de año y medio, caminaban por un largo pasillo. Explorando por su propia cuenta el lugar. Tomados de la mano. Sus hermosos ojos ámbar con toques rojos, observaban las decoraciones bonitas, sin saber que eran caras.
Siguieron su exploración sonriendo a todas las maldiciones que se topaban hasta ver la silueta de sus dos padres. Que se encontraban sentados viendo las hojas caer. Caminaron hacia sus progenitores, quienes los recibieron con cariño.

Yuuji abrazo con amor a sus hijos. Besos sus cabecitas. Aún le sorprendía la velocidad con la que aprendían a caminar, comer, beber y obedecer. No dudaba que en unos años más, sean realmente buenos en todo.
Los acunó sobre su pecho. Sus pequeños se fueron quedando dormidos al estar entre los cálidos brazos de su padre.
Yuuji los miró con amor. Su vida no era como se lo imagino de más joven, pero no cambiaría nada.
Había pasado tantos años solo con su abuelo, luego tuvo amigos, ahora tenía una familia.

Sukuna que estaba a su lado, veía la interacción afectiva entre Yuuji y sus hijos. Acarició con una mano el suave cabello de su consorte.

— Un día serán tan fuertes como tú — habló de la nada Yuuji.

— Posiblemente, también tendrán que pelear contra tus amigos — era conciente de sus palabras crueles, pero, Yuuji debía prepararse para la idea de que sus hijos tomarán un camino que no le gustará.

Yuuji se quedó callado por un momento — Soy conciente de la naturaleza de mis hijos, y no los puedo cambiar — suspiro — solamente quiero que sean más fuertes.  Y sí, supongo que tendrán que pelear, uno de los dos bandos va a caer. Pero si debo escoger, no quiero que sean mis hijos — era un pensamiento egoísta, sin embargo, su amor de padre no quería ver morir a sus hijos.

Sukuna no dijo nada. Porque quizás, solo, quizás, sus hijos no escojan un mal caminó. Yuuji rompió nuevamente el destino y siguió el suyo propio. De hecho el nacimiento de sus hijos rompió el nuevo orden. Ahora era otro.

— Pueden comer comida para seres humanos, pero también cualquier animal crudo e incluso seres humanos — volvió a hablar Sukuna.

— Lo sé, pero incluso así los amo como te amo a ti — a Yuuji, ya no le daba pena expresar sus sentimientos tan abiertamente. 

Dejándose llevar, el adolescente se recostó sobre Sukuna. Quien debía cargar con el peso de su consorte e hijos.

— Tranquilo, no serán los únicos hijos que tendremos — habló en el oído de Yuuji. Notó sus mejillas rojas. Cuando su consorte haya cumplido dos años desde el parto, volvería a embarazarlo. Solo esperaba paciente hasta ese día. Verlo llevar a su descendencia era una buena imagen.

Uraume apareció y por órdenes de Sukuna se llevó a los niños.

La maldición aprovecho para besar a Yuuji. Con sus manos sobó los pechos sensibles del menor. Que soltaron un poco de leche que seguía en su pechos.
Medio recostó de lado a Yuuji y lamió la leche. Total, los niños ya no tomaban del pecho. Y sería doloroso dejar la leche dentro del pecho. Sería bueno, y ayudaría a su mocoso.

Yuuji sentía su cuerpo temblar. Hacía tiempo, que Sukuna no lo tocaba de esa manera. Y no hizo nada con otra, eso lo tranquilizó.
De sus labios no salía otra cosa que suspiros. Se sentía tan bien, ser amado por Sukuna.

Los dos no se detuvieron por nada, hasta acoplar su necesidad del cuerpo del otro.

"Sí ésto es una ilusión, no la rompas jamás — eran los pensamientos de Yuuji —  déjame vivir en esté hermoso sueño. Si es real, entonces soy la persona más feliz del mundo y puedo morir sin arrepentimiento"

"Eres mío, Itadori Yuuji — Sukuna enterró sus dientes en el hombro del adolescente — jamás podrá alguien romper nuestro lazo"

"Cambiaré el destino cuántas veces sea necesario para volver a estar a tu lado" — declaró seguro, Yuuji.

— Destruiría al mundo entero por ti — sonrió Sukuna.

— Lo sé. Yo te volvería a elegir todas las veces — Yuuji beso la mejilla de la maldición.

Ambos se levantaron, recogiendo la ropa tirada en el suelo. Fueron a la habitación enorme que tenían y se vistieron.

Yuuji volvió a cargar a sus hijos. Los acomodó en medio de la cama grande y se recostó con ellos. Sukuna se acostó del otro lado. Mirando la dulce expresión de su consorte.

El destino de los dos se repetiría unas cuantas veces más. Hasta que alguien quiera y pueda cambiarla. Aunque no sería tan fácil.

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Y fin.

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Vals de Primavera // SukuIta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora