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Yuuji caminaba por los alrededores de su hogar, observando el bonito paisaje.
El día era perfecto. Ya había terminado con sus deberes y podía permitirse caminar un poco.
Además eso ayudaría a sus piernas. Que con el embarazo le dolían un poco.
No quería quedarse quieto, siempre le ha gustado andar de aquí para allá. Y el reposo era muy aburrido.

Siguió con su caminata. Sukuna aún no regresaba. Entonces podía echar un vistazo al río.
Se acercó al riachuelo, viendo las piedras mojadas, con su mano recogió un poco de agua. El agua estaba totalmente buena, ya que, venía directamente de un nacimiento. Bebió un poco.

Escucho unas cuantas voces desconocidas. Se alarmó, no era para nada usual que personas estén ahí. De hecho era más posible encontrar maldiciones, que eran aliados de Sukuna.
Sin esperar verlos, se levantó y dió marcha a su regreso a su hogar.

Caminó un poco más rápido. Pero, al final terminaron viendolo. Le gritaron para llamar su atención, mas no volteó en ningún momento. Debía irse, su panza ya había crecido mucho y no le ayudaba a correr, toda su energía se la daba a su hijo. Que pronto iba a nacer, era su octavo mes.

Siguió caminando, los tres sujetos lo siguieron. Cansado, Yuuji se volteó para verlos.

— ¿Oye, por qué no volteaste? — cuestionó uno de ellos.

— No tengo que darte explicaciones, ¿Pueden dejar de seguirme? — Yuuji se sentía molestó, además su instinto paterno le podía más.

— ¿Eres un chico o chica? — uno de ellos habló.
Yuuji, fácilmente podía pasar por chica, por su atuendo, su rostro estaba un poco maquillado. Y su cabello estaba cubierto con un velo rosa.

— Me voy — fue todo lo que dijo el menor. Siguiendo su camino. Todavía estaba un poco lejos de esos sujetos.

Uno de ellos volvió a hablar, dirigiéndose a sus amigos — Eso no importa — volvieron a seguir a Yuuji.

El corazón del menor tembló, pero, si debía pelear lo haría. No dejaría que nadie lo toque, prefería morir antes que eso.

El único que no había hablado, habló — Está embarazado.
Al fin, alguien se da cuenta.

Pero, eso no quitó las intenciones. En el momento que lo alcanzaron, tomaron su brazo.
Yuuji reaccionó al momento. Lanzo su puño a uno de ellos, haciéndolo caer. Ya estaba harto de la situación. Golpeó a los otros. No era débil y no le mostraría lo contrario a nadie.
Para su mala suerte, la fuente se rompió.
Su cuerpo se congeló, al igual que su mente. Ahora sí estaba asustado.

Los tres hombres, lo vieron. Uno de ellos molesto se acercó y le dió un golpe en la mejilla. Yuuji se levantó como pudo, e intento regresar el golpe. No sabía que hacer tampoco pensaba matarlos. Eso, aún le causaba conflicto, pero, debía hacerlo por su bebé en camino.
Su respiración se alteró, las contracciones venían. En su mente rogaba por la presencia de Sukuna.

Vio como otro se levantó, pero no llego ni siquiera a tocarlo. Sukuna le arrancó la columna vertebral, a los otros dos les arrancó la cabeza. La sangre se derramó por todo el suelo. Realmente estaba molesto. Sus ojos brillaban, sus cejas casi juntas.

La maldición vio a Yuuji. Quería regañarlo por salir, cuando estaba a punto de dar a luz. Mas no lo hizo, sabía que no era el momento. Lo tomó entre sus brazos. Y lo llevó devuelta a la caza. Los sirvientes miraron asustados la expresión de su señor, pero se apresuraron para atender a Yuuji.

El que era médico, o tenía más conocimientos sobre medicina tanto para humanos, hechiceros y maldiciones. Se encargó del parto. Tuvo que hacer una cesárea, pues el cuerpo de un hombre no estaba diseñando para dar a luz en forma natural, ni siquiera estar embarazado.
Para sorpresa de Yuuji, no fue solo un llanto, lo que escucho, sino dos.
Se quedó analizando los dos llantos. El médico le acercó dos bebés y le dijo que eran una niña y un niño, ambos, eran más maldición que humanos.
Yuuji no podía creerlo, ahora sabía porque pesaba tanto y consumían más su energía. Tenía dos hijos. Sus lágrimas salieron de sus ojos.

El médico terminó de curar el cuerpo del menor. Cerrando todo y sin dejarle marcas.

Sukuna entro a la habitación. Dejo ir al médico. Observó a su consorte llorando de alegría. En sus brazos vio a su descendencia. Que irradian un fuerte poder maldito.
Se acercó al menor. Sin decir nada, beso su frente. Sabía que hizo la mejor elección al escogerlo como su recipiente y ahora su consorte.
Olvidó el regaño, ahora debía dar toda su atención a su familia.

Durante todo el día, Yuuji cuidó y mimo a sus hijos. Los sirvientes atendían la casa y daban su ayuda cuidando a los niños, cuando Yuuji abrazaba o comía junto con Sukuna.

En la noche, Sukuna le encargó a sus sirvientes cuidar de Yuuji y sus hijos. Que estaban completamente dormidos.
Salió de su hogar. Y, se encamino al pueblo más cercano.

El viento se puso más agresivo. Golpeaba de manera más dura todo a su paso.
Sukuna se acercó al pueblo. Las personas ahí, lo miraron con horror.
Sin decir nada ni presentarse. Tomó el cuello de un hombre y lo apretó hasta romperlo. Las personas corrieron. La maldición siguió caminando, atravesando, cortando y quemando a todos a su paso. Estaba molesto con esos seres inferiores. Que solamente servían para causar su propia destrucción y ser alimento para algunos demonios o maldiciones. Se merecían el mismo trato que los animales, no, de hecho eran animales que se comían incluso a su propia especie. Eran patéticos con su doble moral y creencias. Eran estúpidos creyendo que su existencia era más importante que otros seres vivos. La arrogancia en los seres humanos era impresionante.
No iba a decir que de pronto tiene moral, porque no la tiene y no siente nada. Solo existe por su propio egoísmo, complaciendo sus propios deseos. Él, mejor que nadie, le gusta el sufrimiento ajeno. Era educado si quería, cortes incluso. Pero, nadie merecía su respeto o benevolencia. Mucho menos los humanos.

Yuuji era diferente, porque era su recipiente, no era totalmente humano, de hecho tenía muy poco de eso. Fue creado para él, y como era para él, es de su propiedad. Suyo sin objeciones.

Los asquerosos humanos intentaron abusar de su consorte y dañar a su descendencia. Eso no lo pensaba dejar pasar.
Quemó las casas, mató incluso a bebés, mujeres, niños, hombres y ancianos. El suelo parecía un río lleno de sangre. Los sesos, y pedaceria de cuerpos regados por todos lados. Los gritos de desesperación y miedo poco a poco se silenciaban. A las orillas sus sirvientes mataban a todo aquel que quería huir del lugar.

Los lobos aullaban a la luna, que tenía un aspecto rosado. El viento seguía siendo agresivo, la lluvia comenzó a caer con fuerza. El fuego se extendía, borrando todo rastro de vida.

No fue el único pueblo afectado. De hecho destruyó cinco más. Si quería que Yuuji estuviera a salvó, debía eliminar cualquier molestia. No dejaría con otro ser humano entre a su territorio.

En la madrugada volvió a su hogar. Yuuji lo esperaba mientras veía a sus hijos.

— Me alegro que regresaras, ya me iba a molestar si me dejabas todo el trabajo —  con una cálida sonrisa, Yuuji miró a su esposo.

Sukuna sabía que estaba cubierto de sangre. Sus manos con rastros de piel. Sin embargo no decía nada.
Se acercó a su lado, observó a sus hijos, sintio al menor recargarse sobre él.

— Lo único que me importa es que estés a mi lado, y que nuestros hijos estén bien — susurro el menor. Era conciente de las muertes, pero sabía porque fue. Y agradecía que los protegiera.

— Eres mío, siempre estarás conmigo aún si morimos. Nuestros hijos serán fuertes — De eso estaba seguro la maldición. Sus hijos como ellos, volverían a renacer miles de veces.

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Nada como el romance, después de leer fanfics muy tristes.

☺️💕💕💕

Vals de Primavera // SukuIta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora