Capítulo 4: Verdad

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Diciembre 1997.

Sirius se queda estático en la estancia y no es capaz de dar un paso más. Remus le sonríe desde el suelo mientras Ted intenta decidir qué tarjeta del memorama girar.

—Hey —saludó con voz estrangulada.

Ted levantó la mirada rápidamente y sonrió mostrando los dientes. Sirius hace exactamente lo que lleva haciendo por meses: concentrar su atención en Ted mientras Remus esté en la habitación para no hacer una imprudencia.

Al niño no le importó pisar las tarjetas en su carrera por llegar a Sirius para abrazar sus piernas. Sus ojos brillantes siguen mostrando curiosidad, felicidad y sorpresa, como si hubiera estado esperando su visita pero al mismo tiempo hubiera estado resignado a no verle por esa noche.

—Le he ganado en todos los juegos a papá, hice exactamente lo que me dijiste —exclamó contento—. Papá dice que es trampa pero en verdad está molesto porque olvida dónde están las figuras.

Sirius se atrevió a mirar a Remus, se sentía ridículo –como si fuera un maldito adolescente, que le da vergüenza mirar por si es que lo están mirando de vuelta y que al mismo tiempo no quiere mirar por si es que no lo están mirando–, con el corazón acelerado y las manos temblorosas camufladas en el agarre sobre los brazos de Ted. Remus lo observaba de vuelta con una sonrisa y los párpados ligeramente caídos.

—Son números —le dijo con simpleza, sonriendo con los labios apretados antes de volver a mirar al pequeño—, así que tiene sentido. Tu papá nunca fue bueno con los números, ¿sabías?

Ted rió y negó.

—¿Por qué no vas por tu nuevo rompecabezas, Teddy? Apuesto que podrías ganarle a Sirius.

—¿Canuto?

No. Remus no le dice Canuto, ya no son Lunático y Canuto, no. Remus no puede llamarle así, no puede ser tan cruel.

—¿Andrómeda no está? —preguntó atropelladamente. Remus suspiró y negó—. ¿A dónde…?

—Quiso aventurarse en el Londres muggle, tenía que enviar un amor de cartas y quería recorrer la ciudad —dijo sin apartar sus ojos de él, Sirius quería correr, fuera de la casa o donde sea que estuviera Ted.

—Oh, bueno, yo… —¿qué? Se supone que Remus no estaría ahí, por eso pasó a la casa, de lo contrario habría vuelto después –cuando Remus no estuviera–, pero Andrómeda olvidó mencionar su travesía—. Esperaré a Ted para despedirme y volveré después, ¿podrías…?

—No —interrumpió bruscamente—. Canuto, puedes quedarte.

Suena como una afirmación pero es inevitable pensar que Remus en realidad se lo está pidiendo, –y no, no puede–. Su rostro debe reflejar su conflicto porque Remus se incorpora y se acerca un paso en un parpadeo.

—Sirius, no me molesta que pases tiempo con Teddy —comenzó con una sonrisa pequeña—. Andrómeda mencionó que sólo vienes aquí para estar con él —jodida Andrómeda—, que te quedas hasta tarde y que le enseñas un par de cosas. Está bien, Canuto, de verdad.

Si, ya sabe que está bien. Lo que no está bien es tener dos pares de ojos clarísimos mirándolo, no, eso es demasiado, Sirius no puede estar con ambos.

Un cambio en la historia (Wolfstar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora