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Jisung se encontraba limpiando la máquina de chocolate derretido por segunda vez en su jornada. Siempre que era su turno de encargarse de las ventas tenía la desgracia de relevar a Felix quien no era precisamente diestro con lo que a aparatos se refería, a día de hoy no entendía cómo conservaba su trabajo, al parecer las aptitudes necesarias para un empleo eran inferiores hoy en día.

La parte positiva era que aun faltaba poco más de una hora para abrir por lo que si terminaba con sus tareas pronto tendría algo de tiempo para sentarse a comer algo antes de comenzar con su atareada vida laboral.

No es que Jisung odiara su trabajo pero estar hasta tarde manejando la tienda y lidiando con adolescentes y jóvenes adultos junto con algunos niños gritones que no decidían entre fresa y chocolate era algo estresante. Había aceptado enviar su curriculum a ese lugar solo porque le permitía tener un horario flexible para con la universidad ya que conocía al dueño, lo cual era beneficioso para ambos por su salario flexible con el que llegaba a pagar el alquiler y comer sin vivir a precalentado como había estado haciendo meses antes.

Había terminado de configurar las pantallas hacía un rato ya y se encontraba comiendo fresas cómodamente en una de las mesas cuando alguien decidió que era buen momento para interrumpirlo.

Unos golpecitos se escucharon en la puerta y decidió ignorarlos creyendo que quizás era alguien con muy mala vista que no había notado el enorme cartel de "cerrado" junto con el horario de apertura pero nuevamente volvieron a tocar y no le quedó más remedio que ir a aclararle lo obvio.

Un chico un poco más alto que él, delgado y algo desordenado estaba parado frente a la puerta. Llevaba una gorra puesta y varias cajas en sus manos mientras hacía malabares para seguir golpeando. Por la camioneta que se encontraba detrás suyo pudo deducir que era alguno de los proveedores así que no tardó en abrir, disculpándose por la demora.

—Lo siento, no quería interrumpirte pero me indicaron que el horario de recepción de mercadería era este. —se disculpó el chico mientras el contrario dejaba la puerta abierta y se alejaba para buscar la carretilla y ayudarlo.

—Yo soy quien debería disculparse, supuse que era algún cliente fuera de horario, debería haberme fijado.

El chico lucía algo nervioso, recordándole a su primer empleo y efectivamente así era por lo que comentaba el alto.

—Aun no tengo demasiado claros los pedidos, apenas comencé hoy y no me instruyeron demasiado bien.

—No es algo muy difícil, casi siempre mantenemos el mismo horario o fechas aquí, es hasta que te acostumbras, no te preocupes, además, casi siempre estoy yo y podré ayudarte.

—¿Entonces cada vez que entregue un pedido aquí voy a verte? —al decir aquello automáticamente su rostro se tiño de rojo, soltando el carrito un momento para agitar sus manos. — Lo siento, no quería que sonara mal, me refería...

—Sí, quizás no sea la mejor vista pero tendrás que acostumbrarte. —dijo riendo para intentar aliviar un poco la vergüenza del otro.

Minho, como así había dicho que se llamaba el chico, parecía alguien agradable pero lo suficientemente torpe como para dejar caer la mitad de las cajas de camino al depósito, teniendo que juntarlas para poder seguir.

—Lo siento, no dejo de meter la pata una y otra vez, quizás debería renunciar.

—¿Se te da bien ser dramático, no? Siempre pasan estas cosas, de hecho ayer preparé un helado de nuevo porque me había confundido de pedido, no es nada de otro mundo.

Intentó calmar al muchacho, dedicándole una sonrisa ya que entendía perfectamente ese sentimiento que debía tener él. Trabajar era un mundo completamente nuevo y aún más difícil si te desanimas de esa forma en un principio.

Antes de que pudiera decir algo o siquiera reaccionar Minho se acercó a él, más de lo que se consideraría normal entre dos personas que apenas se conocen. Jisung aún se encontraba agachado juntando las cajas cuando el chico tomó su mentón, deslizando su dedo por este y apenas rozando su labio inferior, acción que mandó a su corazón a volar por un momento.

Sentía que su respiración había dejado de funcionar de manera automática y los latidos se volvieron tan rápidos que eran lo único que lograba escuchar.

Los ojos del alto eran grandes, profundos y oscuros, robándose por completo su atención mientras intentaba reaccionar de alguna forma, quizás acortando más la distancia o evitando el momento con algún comentario bromista como siempre solía hacer pero lo sentía imposible.

El chico se volvió a poner de pie, rompiendo cualquier tipo de cercanía y sacando un pañuelo de su bolsillo para limpiarse el pulgar.

—Deberías ser más cuidadoso comiendo, por lo que vi al llegar eran fresas con crema, ¿cierto?

Un enorme signo de interrogación se hizo presente en la mente del bajito quien solo ocultó su mirada agachando la cabeza y riendo internamente de sí mismo y su estúpida reacción. Al parecer solo le había limpiado algo de crema que había quedado en su mentón, haciéndole sentir aún más ridículo. Jisung no estaba acostumbrado al coqueteo, ese era siempre su papel así que no sabia como reaccionar a ello.

—Me gustaría haberme manchado con algo más pero bueno, me conformo con las fresas.

—¿A qué te refieres? —preguntó inocentemente el mayor. — ¿Helado?

—Si, helado.

Terminaron de guardar las cajas en el depósito y Minho se retiró luego de que Jisung firmara la factura de pago y recepción, despidiéndose hasta el mes siguiente o cuando su heladería decidiera hacer otro pedido.

El bajo aun no podía sacarse de la mente aquel efímero momento que compartió con el repartidor. No entendía cómo su cuerpo y mente habían reaccionado de aquella forma con una persona que no estaba dentro de sus gustos físicos y que siquiera había pasado más de media hora con él. Minho se veía como todo lo que el chico no buscaba en alguien. Era desordenado, torpe y demasiado inocente para su gusto pero ahí lo tenía, recordando su boca mientras intentaba concentrarse en su trabajo. 

Sabor fresa  ↪ MinSungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora