Parte II

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Eran algo más de las siete de la tarde cuando entró en el vagón de aquel metro. No habían demasiadas personas en el y sus ojos cansados vagaron un poco por entre sus rostros: Justo en frente suya había un anciano de pelo blanco y tez morena que a David le recordó mucho a las viejos indios de las tribus americanas. El anciano iba en silencio, ensimismado. A su izquierda había un par de colegialas quinceañeras cuchicheando sobre una fiesta que se celebraba ese fin de semana y luego un poco más alejada vio a una mujer joven, sentada y con la vista fija en un libro. Parecía que lo de alrededor no le importaba lo mas mínimo. Llevaba el pelo largo, castaño, recogido detrás y un vestido azul oscuro. No pudo observar sus ojos pero intuyó que eran azules. David la miró abstraído y la imaginó sonriendo, mirándolo a los ojos en una tarde de verano, sobre el columpio de un jardín rodeado de flores y la imagen inundó su cuerpo de calor y de luz.

Cuento para DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora