13.

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Londres Inglaterra
2024.
Mansión Malfoy

Regrese a la mansión Malfoy. Han pasado un par de semanas y ultimamente me he sentido mal, me duele mucho la cabeza y me siento increiblemente debil. Mis habitos alimenticios han cambiado y las rutinas son diferentes. Me encuentro en cama, paso leyendo infinidad de libros y por lo regular no salgo de mi habitación a menos que Scorpius haya regresado del ministerio.

Pedí también tener una dama de compañia para que no me dejara sola mientras estuviera aqui. Desde que el señor Malfoy pidio que regresara no ha pasado un día ensordecedor gracias a la compañia de la mujer que me acompaña, no se aleja de mi a menos que yo lo pida.

Aquel día ese hombre insistio tanto para que me regresara a la Mansión. Juro no volver a tocarme o siquiera hablarme como se lo pedi aquella noche y desde entonces no nos hemos visto aun estando bajo el mismo techo.

—Señorita Malfoy, sus vestidos ya llegaron.—Dijo con entusiasmo la mujer quien traia en sus brazos la enorme caja.

—Dejalos ahi, porfavor.—mencione a secas.

—¿No va a mirarlos?

—Lo hare después, por ahora escribe una carta a la modista dile que son realmente hermosos y que agradezco su trabajo.

Tomo una ducha, y me dispongo a recorrer el pasillo de las mil habitaciones que hay aquí para llegar a las escaleras y tomar el desayuno. Paso a toda prisa cada puerta hasta detenerme en su oficina que por casualidad tenia la puerta entre abierta.

Se escuchaba una voz masculina totalmente distinta a la de él. Al acercarme un poco más pude notar que el señor Theodore Nott estaba charlando con él así que me permití husmear lo que ambos hombres discutian.

—¿Que sucede Malfoy?—Pregunto él castaño.

—Nada.

—Deberias venir hoy al club, muchas mujeres esperan por ti.

—No puedo, debo cuidar la mansión.

—Oh más bien a la esposa de tu hijo.—sorprendida por el comentario me acerque más a la puerta, curiosa de haber sido mencionada.—Dominique, ¿Cierto?

—Ajá...

—Me pregunto como es.

—¿Quién?

—Ella, por supuesto. Seguro una chica educada que viste con lujosas ropas y bellos razgos. Alguien debe de guardarla de la prensa o de aquellos hombres arribistas que quisieran acercarse y sin duda pareciera que tú mi amigo quisieras ser aquel que tenga ese lugar y no tu hijo.

—¡Cierra la puta boca, imbecil!

Este le lanza un cenizero a sus pies rompiedo cada parte de el por todo el suelo.

—Dominique es muy afortunada. No todas las mujeres tienen una excelente protección por parte de su suegro.—Menciono su amigo con un tono burlesco.

—No todas son damas.

—Por tu bien y por el de ella, alejate. Si tú hijo se entera de que te coges a su esposa no solo la perjudicarias a ella, tú reputación seria arruinada.

A ESCONDIDAS | d.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora