Capítulo Dieciséis

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Harry cambió su peso, su atención se centró en la figura frente a él.

Lentamente se puso en cuclillas, estirándose distraídamente para equilibrarse, aunque se detuvo cuando vio sus brazos.

La conmoción y el alivio lo inundaron de inmediato, haciendo que sus pensamientos se descarrilaran, cuando se dio cuenta de que eran suyos.

La piel era de un marrón cálido y sus antebrazos estaban firmes y tonificados. Una cicatriz blanca dentada se extendía desde su muñeca casi hasta su codo, los restos de la peor noche de su vida, que nunca se desvanecía debido a la magia ritual; y otro se sentó en el dorso de su mano, con las letras débiles grabadas para siempre en su carne.

No debo decir mentiras.

Al mirar sus manos, las suyas, familiares pero extranjeras, ya no delgadas y pálidas, o condenadamente pequeñas, Harry se dio cuenta de la cómoda presión de sus gafas deslizándose por el puente de su nariz. Inclinó la cabeza hacia adelante, disfrutando de la vieja sensación; y el cabello oscuro y desordenado cayó en su campo de visión.

El aliento de Harry, cuando lo dejó escapar, fue algo entrecortado. Le ardían los ojos.

Estaba en su cuerpo. Contra toda lógica, Harry estaba de alguna manera en su propio cuerpo.

Con leves temblores, Harry trazó a lo largo de su piel en silencioso asombro. Casi esperaba que fuera un truco, un espejismo cruel, pero podía sentir las callosidades y los surcos de sus cicatrices contra las ásperas yemas de los dedos.

Apretó las manos de forma experimental, observando la curvatura gradual de los dígitos, antes de finalmente volver a mirar hacia arriba. Se movió con precaución, incorporándose y sin atreverse a dejar que sus ojos se apartaran de la figura que tenía delante.

En este extraño mundo grisáceo, eran la única otra fuente de color.

Harry frunció el ceño, su pecho se apretó con desconfianza.

Ciertamente se parecía a Lily Potter; una imagen tomada directamente de los viejos álbumes de fotos de su dormitorio. Cabello rojo, ojos verdes, un puñado de pecas en las suaves mejillas. Los vaqueros azules descoloridos y el jersey color crema de gran tamaño con mangas tan largas que solo asomaban las puntas de sus dedos pálidos completaban la imagen hogareña.

Le dio a Harry la impresión de calidez y amor, y una parte de su alma se sacudió con un suspiro de nostalgia. Pero también había algo al acecho detrás de esa leve sonrisa que pervirtió todo el barniz pintoresco. Algo secreto y antiguo que estaba escondido en la comisura de esos labios.

Fue de otro mundo. Equivocado.

Harry sintió un hormigueo en la piel de advertencia, pequeñas chispas de relámpagos bailando por sus venas. Algo parecido a la adrenalina lo recorrió.

Bajo esa mirada se sintió pequeño. Harry siempre había sido más bajo y delgado que otros de su edad, pero con esos ojos desapasionados fijos en él, se sentía insignificante. Se elevó en su pecho, inflándose como un globo detrás de sus costillas hasta que pensó que podría estallar.

El aire estaba cargado de silenciosa anticipación, y un suave zumbido resonó en los oídos de Harry como un millar de insectos acechando justo al borde de su audición.

Ese sentimiento, junto con las palabras que ya se habían dicho:

Sabía qué era esto. El conocimiento se escapó de su médula, cristalizó ante él, y el nombre cayó de sus labios entumecidos en un susurro.

"Muerte."

La figura inclinó Su cabeza, haciendo que largos mechones de cabello se deslizaran sobre un hombro delgado como un río de fuego. Su sonrisa se torció, volviéndose aguda y burlona.

you belong to me (i belong to you)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora