Capítulo 2.

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Capítulo 2


Un fuerte disparo hizo que las diferentes aves del bosque salieran volando despavoridas. Aunque fuera a kilómetros de distancia, Yibo lo sintió como si estuviera al lado. La potencia del arma de su padre resonaba entre los árboles, produciendo un eco casi ensordecedor.

El hacha era sostenida con decisión por sus adoloridas manos mientras cortaba leña. Cuando era más pequeño el mayor le obligó a aprender el oficio de leñador para, luego, enseñarle el arte de la caza. Sin embargo, debido a su creencia de que matar es malo, él decidió quedarse solo en la primera parte. Por esto, no sabía utilizar un arma... ni estaba interesado en ello.

Partir por la mitad esos troncos de madera liberaba el estrés y la ira que retenía por dentro. Era una forma de sacar al exterior todo lo que se guardaba y de no pensar en lo que el alfa hacía. Solía funcionar pero, el sonido seco del filo contra el material, aún siendo fuerte, ese día no lograba opacar el de la pistola. Si no fuera por la cacería, ellos habrían muerto de hambre hacía ya mucho tiempo. Algo que no era ignorado por Yibo. Pero, a pesar de ello, seguía con ese malestar al ver a esos animales morir. 

No obstante, la naturaleza era así y la muerte debía presentarse para que la vida continuara. Un dicho que su abuela le recordaba cada cierto tiempo y del cual no era capaz de sacarle una simple pega.

Tras rendirse con su tarea, se sentó encima de una piedra para descansar y beber agua con tal de hidratarse. Llevaba horas levantando y bajando el hacha, además de colocando la leña en cestas para llevarla a casa. Por esta causa, el cansancio comenzó a notarse en sus hombros y sus músculos. El peso del ejercicio físico le dejaba agotado al final del día.

Entre la fina hierba, un pequeño saltamontes lo miró hasta que se fue dando saltos. Ese leve gesto hizo que sonriera. Las tardes de primavera eran sus favoritas ya que comenzaba a aumentar la temperatura pero sin llegar al sofocante calor del verano. Además, el río tenía la suficiente agua como para bañarse y nadar en él. Varias veces solía dejar de lado sus deberes, a espaldas de su padre, para ir al borde de su caudal y pasar el rato. Estar allí le hacía recordar tiempos mejores en los que reía con gran felicidad.

Yibo se sumió en sus pensamientos sin notar como el tiempo pasaba. Una especie de sueño le puso un velo frente a los ojos aún siguiendo en vigilia. Puede que se quedara dormido... o quizás simplemente se mantuvo quieto con los ojos cerrados esperando algo que ni él mismo sabía. Pero, fuera lo que fuera, lo atrapó en sus garras y no lo dejó libre.

Repentinamente, entre sus recuerdos, apareció una voz que reconoció como la de su abuela. Esta le habló con seriedad y cariño, con el objetivo de comunicarle algo que no llegó a comprender.

"El hilo de la vida es muy delgado y, con cualquier roce, puede romperse. Caminamos siempre por la estrecha línea entre este mundo y el siguiente, sin saber en qué momento caeremos. Lo importante no es evitar esa caída, mi niño. Nadie puede. Lo que se debe hacer es intentar mantenerse en equilibrio hasta cumplir nuestro destino".

Tras esas palabras, el omega salió de su trance incorporándose de la roca. La noche ya había llegado y algunas luciérnagas comenzaban a despertar e iluminar con su luz la latente oscuridad. Yibo se mantuvo un instante procesando la información pero, al notar la hora que debía ser, se alarmó.

— Oh, no. Llego tarde — dijo soltando el aire que retenía en los pulmones.

Con la cesta llena de leña, salió a gran velocidad hacia la cabaña. El miedo latía en su corazón y la angustia maltrataba su alma. No podría aguantar otra paliza como la de hacía unos días... y hoy menos ya que su padre no estaba borracho. Su corazón bombeaba sangre rápidamente hasta sus piernas para obligarse a ir más deprisa. Los disparos ya no se escuchaban y era muy probable que su padre ya estuviera en casa y enfadado por su ausencia.

𝐴𝐿𝐹𝐴 (𝑍𝐻𝐴𝑁𝑌𝐼) | Finalizada (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora