4. No solo los humanos tienen corazón

101 20 29
                                    

—¿Quieres que te acompañe al infierno?—pregunté asustado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Quieres que te acompañe al infierno?—pregunté asustado.

¿Acaso quería que me desmayara? ¿Acaso ese era el fin de Haniel el ángel?

—No, bobo—dijo Paimon rodando los ojos—. Solo decía que me acompañaras a la entrada, sin que tu entraras lógicamente, para probar tu valía y todo eso, pero entiendo si no quieres…

—¡Sí iré, soy valiente!—exclamé.

—¿Seguro?—dijo alzando una ceja—No es muy bonito.

—Lo estoy.

¿Me arrepentí a los segundos de mi decisión? Sí ¿Se lo dije a Paimon? Pues no. Antes que nada estaba mi orgullo y esta era mi oportunidad de demostrarle a ese demonio de que estaba hecho.

El pelinegro hizo una señal para que lo siguiera y abrió la puerta del ambiente del bar, que mostraban unas escaleras rojas, estas bajaban y no llegaba a ver el final. Tomó unas gafas de sol, se las puso y creí que me iba a dar algo, era injusto lo bien que le quedaban.

—Póntelas, no quiero que el fuego te moleste a la vista.—dijo entregándose un par de gafas oscuras.

Lo miré sorprendido de esa muestra de decencia (que honestamente no creía que tuviera), pero el esquivó la mirada.

—Te quedan demasiado grandes, es muy cómico y adorable—dijo y yo le dedique una mirada de odio—.Okay, de hecho de quedan bien.

—Gra-

—Bien ridículos.—me interrumpió y luego soltó una carcajada.—Los ángeles no podemos odiar, pero contigo tengo lo más parecido a esa sensación.—refunfuñé.

—Dame la mano, no querrás perderte.—dijo bajando un escalon y ofreciendo su mano.

Dudoso y temeroso, le tome su suave y cálida mano, para juntos bajar por las escaleras del infierno.

Bajé tembloroso los escalones, apreté con fuerza la mano de demonio, era imposible ocultar mi miedo. Unos escalones más y vi al hombre de antes. Paimon, sin soltar mi mano, amarró una correa al cuello del sujeto y lo tironeó para que avanzará. Parecía que las escaleras rojas no iban a acabar jamás, pero poco después vi una gran puerta negra.

—Debo dejarlo adentro, espérame aquí, vuelvo en 5 minutos.—susurró Paimon en mi oído.

Soltó mi mano y en seguida la sentí fría. Tironeó del hombre, quien lloraba suplicando piedad, y lo metió por la puerta. De la puerta salían gritos horrorosos que me provocaban escalofríos ¿Debía hacer algo para evitar el sufrimiento de aquellas almas? Todos mis instintos decían que debía entrar y rescatarlas, pero estaba prohibido, habían sido juzgados y eso era lo que les correspondía. El ser consciente de ello, no lo hacía menos doloroso.

Luego de lo que pareció una eternidad, Paimon salió del infierno y se encontró con un tembloroso y llorón Haniel.

—Te lo dije, era demasiado para ti.—atinó a decir.

Ángeles y demonios se besan en el PurgatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora