2.

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Mientras se lamentaba de lo ocurrido y se auto compadecía, pasando por su garganta sólo licor muggle, oyó golpes en la puerta que daba desde el ventanal hacia el balcón. Verdaderamente, no tenía intención alguna de tratar con otro ser, pero a la vez, la ausencia de ese rubio malhumorado le afectaba más de lo que podría admitir en voz alta.
Suspiró resignado, y fue a abrir la puerta a Patterson. Era obvio que se trataba de él, y al llegar al lugar, pudo notar que había acertado.

Giró la perilla para sólo destrabarla, y regresó al sillón. Se dejó caer como si de pronto pesara cien kilos, y llenó de nueva cuenta su vaso. Cuando elevó la mirada, Percival lo miraba con preocupación ante el estado tan depresivo en el que se encontraba. Harry se recostó hacia atrás, y se bebió casi medio vaso de un sorbo. A esa altura, ya no sentía casi nada, en más de un sentido.

— Potter...—quiso entablar una charla el mayor, pero fue silenciado con un gesto del otro.

— No quiero sermones, Patterson—habló pausadamente, aún con su dedo índice elevado, para luego tomar otro trago, y volver a fijar sus ojos en la pantalla de su televisión, la cual estaba con el volumen en cero, mientras se reproducía un programa sobre un doctor que era un verdadero genio, y tenía un humor como nadie, muy irónico y dependiendo de cada quien, podía considerarlo un fastidio, o una persona que cualquiera necesita en su vida para no huir tanto de la realidad, pero a la vez, recordar que todo tiene su gracia, al menos para uno mismo.

— No iba a sermonearte—se atajó el mago que aún permanecía de pie junto al sillón negro sobre el que se encontraba el menor— Pero, no deberías beber tanto, acabarás mal.

El azabache sonrió de lado con altivez, y mientras negaba suavemente con su cabeza, acercaba el vaso a su rostro, para luego vaciarlo por completo de un solo trago.

— Ese ''pero'' anuló completamente lo que dijiste antes—se limitó a decir, sin dejar de ver su programa. Era una de sus series favoritas.

Ambos permanecieron en silencio, uno bastante incómodo a decir verdad, pero Percival no quería darse por vencido tan fácilmente. Con o sin el rubio allí, no podía permitir que Potter se hiriera de tal forma. Después de todo, con tanto tiempo vivido juntos, y sus peculiares experiencias, le había tomado cariño, como si fuera su hijo.

— Mira, Harry, tú mas que nadie en este mundo conoce las dificultades de la vida, y lo frustrante que es a veces, cuando creemos que ya no hay nada por hacer—fue interrumpido.

— ¿Creer?—dijo, remarcando la palabra de las siguientes que fue soltando— ¿Creer que ya no hay nada por hacer?—sonrió de lado con incredulidad, mientras dejaba su vaso sobre la pequeña mesa ante él. Suspiró con desgano, como si se estuviera asfixiando con su tristeza, y ese gesto aliviara de alguna forma esa sensación de derrota que le acompañaba a su dolor— No se trata de sólo creer, Percival, sabes que ya no hay nada por hacer... Lo he perdido—finalizó, negándose a que esas palabras salieran de su boca, porque en su interior ya lo sabía, pero al asumirlo ante alguien más, se volvió aún mas consciente de que era un hecho, y sintió como si él mismo se hubiera clavado un puñal en el pecho, que le impedía respirar con libertad.

El mayor no supo qué responder, no sabía realmente que hacer tampoco, sólo quedarse a ver cómo lo que alguna vez fue un héroe, el más joven que había conocido, tan valiente y osado, tan incansable y positivo, como todo eso simplemente se desmoronaba ante sus ojos una vez más. Simplemente viendo cómo esas orbes verdes se ensombrecían a cada segundo, esas que desde la llegada del rubio, habían recuperado un brillo, una chispa, una señal de que el alma bondadosa que lo caracterizaba seguía ahí, y sólo necesitaba un poco de magia para volver a aflorar desde su interior. Y ahora volvían a oscurecerse, como una fría noche en que la luna parecía haber desaparecido, dejando sólo la desolada nada, un vacío interminable que terminó por devorar la felicidad de Harry Potter.
Pero, él había iniciado hace minutos apenas un discurso sobre su convicción de que siempre hay algo más por hacer, y que no puede darse por perdida una causa, no tan fácil. Por lo que, pensando muy seriamente cada una de sus palabras, indagando en sus experiencias, recuerdos, consejos heredados y leídos, se esforzó desde lo profundo de su corazón por armar meticulosamente un discurso de apoyo y ayuda para el joven que perdía toda esperanza ante su persona.

Harry Potter y Un Futuro Diferente 2 | Harco +18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora