CONTINUACION 9

4 0 0
                                    

No aguanté más y simplemente levanté mi arma y disparé. Estaba tan enojada que no apunté, pero, a la vez, no fallé, ya que la bala dio directamente en el corazón del conde. Fue tan rápido que Miguel no tuvo tiempo de reaccionar.

Cuando Halv llegó al salón, vio la escena: Damián tirado en el suelo, sin vida, y yo aún apuntando al vacío, con una lágrima recorriendo mi mejilla. Estaba tan enfadada que no podía ni hablar ni moverme. Urú comenzó a sentir que algo malo iba a suceder, así que nos dijo que termináramos la pelea en otra ocasión. Lo miré, mientras una lágrima más corría por mi rostro. Creo que le di a entender que no quería irme, que lo único que deseaba era terminar con la vida de Miguel de una vez por todas.

Cuando por fin pude moverme, Halv me ayudó a bajar la mano y me preguntó si estaba bien. Le dije que sí, pero lo único que no hice fue mirarlo a la cara. Tan solo con tenerlo tan cerca, sentía que mi corazón se aceleraba. Me di cuenta de que Halv y Urú se estaban mirando desde que él llegó, pero no tenía muchas ganas de hablar, así que solo escuché lo que decían.

—¿Cómo es posible que aún estés vivo? —dijo Halv.

Creí que esas palabras significaban que le haría daño, así que respondí:

—No te atrevas a tocarlo. Si le haces algo, olvidaré lo que siento y te juro que te mato.

—¿Así que por fin me dirás lo que realmente sientes por mí? —contestó Halv.

—¿Qué? No, no es que yo... Mira... Ay, sabes qué, olvídalo.

—Ajá. La verdad lo decía porque una vez Urú me ayudó a escapar de Damián y creí que había muerto, pero ahora me doy cuenta de que no fue solo un sueño después de todo.

—¿Acaso tú sueñas?

—Se podría decir que sí. Claro está que, desde que te conocí, solo apareces tú en ellos.

—Creo que tendré que interrumpir —dijo Miguel con una mirada de odio, bastante temible—. En este momento acabaré con ese romance tan ridículo. Hasta me dan ganas de vomitar.

—Por favor, Miguel, ¿qué es lo que realmente quieres? Porque todo esto no puede ser pura casualidad.

—Vaya, pero qué intuitiva eres. Me doy cuenta de que he elegido muy bien mi presa o, más bien, mi trofeo.

—Ja, por favor, la muerte de tu padre te afectó el cerebro, ¿verdad? Qué lástima me das.

En ese momento, Halv me tomó la mano y dijo:

—Ay, linda, eso es lo que me vuelve loco de ti.

—Por favor, no vayas a empezar. No es el momento para tus babosadas.

Miguel se cansó de charlar y, de repente, sacó un arma que traía escondida. Sin más, disparó a Halv. No pude hacer más que empujar a Halv y recibir el impacto en uno de mis brazos.

Algo extraño comenzó a suceder: Miguel empezó a transformarse. Su cuerpo comenzó a aumentar de tamaño, se veía diferente, raro y atemorizante al mismo tiempo.

Le dije a Halv y a Urú que se fueran, que se alejaran lo más posible de allí. Ellos se negaron, diciendo que era mejor que nos marcháramos todos, ya que era imposible vencer a Miguel en ese estado.

Tomé el rostro de Halv entre mis manos y, mirándolo fijamente, le dije:

—Te prometo que estaré bien y que saldré de aquí con vida. —Soltándolo nuevamente, agregué—: Además, recuerda que tenemos algo pendiente.

Mirándome a los ojos, él hizo lo mismo que yo, pero me besó y dijo:

—Lo prometiste. Te espero afuera. Te amo.

Y, sin decir más, salió junto con Urú.

Cuando parecía que Miguel volvía en sí, dijo:

—Vas a morir, Amara, y créeme que lo voy a disfrutar.

—Tranquilo, Miguel. Si tanto extrañas a tu padre, te enviaré lo más rápido al infierno para que te reúnas con él.

Comenzó la batalla. Un golpe aquí, una bala allá. Miguel no estaba lúcido, pero tampoco estaba ido del todo. La furia que sentía le daba fuerza para atacar.

Fue una batalla como ninguna otra. La adrenalina que corría por mi cuerpo hacía que no sintiera cansancio, y cada vez tenía más ganas de luchar. De repente, se sintió otro temblor, más fuerte que el anterior, haciendo que el castillo comenzara a desmoronarse.

Halv y Urú, que tenían la orden de no acercarse pase lo que pase, se acercaban poco a poco. Urú dijo:

—Ella tiene más voluntad que nosotros dos juntos. Creo que sería mejor no acercarnos, ya que, si nos ve, podría enojarse y dejarnos de hablar. Y creo que a ti no te gustaría eso, ¿verdad?

—De hecho, prefiero que me deje de hablar a dejar de verla. Tenemos que hacer algo. No la podemos dejar sola. Miguel se ha convertido en una bestia y, así, es imposible derrotarlo.

—Confía en ella. No te preocupes, podrá salir de esta. ¿O acaso no salió de tus garras la última vez?

A lo lejos, se oyó un grito enfadado:

—¡Los estoy oyendo! Sé que se están acercando, así que más les vale comenzar a retroceder.

Comenzaron a retroceder y vieron que la luna brillaba más que de costumbre, iluminando todo a pesar de las ruinas que se alzaban alrededor.

Así como comenzó, la batalla terminó. A lo lejos, una figura se alzaba victoriosa y otra yacía en el suelo, casi sin vida. Urú y Halv se acercaron para ver quién era el vencedor y quién iría al infierno.

Se alegraron al ver que yo aún me mantenía en pie, mientras Miguel yacía en el suelo.

Antes de darle el golpe de gracia, decidí concederle su última voluntad. Él me pidió que me acercara, y lo hice, lo suficiente para que sus palabras susurradas parecieran un beso en mi oído. Sin darme cuenta, sacó una daga y dijo:

—No te imaginas cuánto voy a disfrutar esto.

Y, sin más, atravesó mi corazón con el cuchillo.

Halv intentó detenerlo, pero ya era demasiado tarde. Con mi último aliento, di fin a la vida de Miguel.

Cuando caí al suelo, Halv me recogió. Nunca antes había visto algo igual: una lágrima recorría su mejilla, y entre sollozos decía:

—Me lo prometiste, dijiste que saldrías viva de esto.

Lo miré y, acariciando su rostro con mi mano ensangrentada, le dije:

—Perdóname, me descuidé. Me confié en mis habilidades. Además, estaba exhausta.

—No hables, estás demasiado débil. Sé que la hechicera no dejará que mueras. Por favor, no me dejes solo, te necesito.

—Eso no importa. Te pido perdón por no poder terminar lo que empezamos aquella vez... ¿Recuerdas cuando bailamos? Créeme, desde entonces no he podido dejar de pensar en ti.

Halv sonrió y dijo:

—No quiero perderte. Eres todo para mí.

—Apuesto a que eso se lo dices a todas —dije, esbozando una débil sonrisa.

Ya comenzaba a perder la conciencia cuando sentí algo cálido tocar mis labios. Vaya sorpresa, al parecer Halv quería despedirse. Así que le dije:

—Debo admitir que nunca pensé que podría sentir algo por ti... y creo que debo decirte que me hubiera gustado formar un equipo contigo. Te amo.

Y, sin decir más, mi mano cayó sobre mi pecho y cerré los ojos, claramente señalando que mi vida había llegado a su fin.

DIARIO DE LA CAZADORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora