CONTINUACION 3

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Un sudor frío recorrió mi espalda mientras ellas seguían haciendo su trabajo. Yo pensaba que, antes de que él pudiera matarme, yo tendría que matarlo. Nuevamente les dije que no merecía usar ese vestido; era tan fino y hermoso que no me sentía digna de llevarlo, además de que Rebecca lo había utilizado antes, y yo, de todas las personas, era la menos indicada para portarlo con elegancia. Me sentiría mal si lo llegase a usar.

Ellas respondieron que no importaba, ya que si su amo decía que debía usarlo, era por algo. Ya era hora de salir, así que no tuve más opción que resignarme y ponérmelo. Para ser sincera, jamás en mi vida me había sentido más incómoda y vulnerable.

Al salir, me di cuenta de que Halv estaba bebiendo algo. No era vino, como yo pensaba, sino ajenjo, una bebida que desconocía. Él no me lo explicó muy bien, simplemente dijo:

—El ajenjo es el afrodisíaco de Ion, el hada verde que vive en el ajenjo. Hiére tu alma, pero conmigo estás a salvo.

—Guau, pareciera que esas palabras las hubieras sacado de un libro o de una película— respondí, sarcástica.

Él sonrió y dijo:

—Probablemente, pero en parte también es inspiración mía.

—Sí, claro, cómo no.

Me di cuenta de que no dejaba de mirarme, así que le pregunté:

—¿Por qué me miras tanto? ¿Acaso tengo algo que te incomode?

—No, todo lo contrario. Te ves tan hermosa con ese vestido, y tus ojos reflejan un aura tan implacable y, al mismo tiempo, apacible, que no puedo apartar mi mirada de ti ni por un solo segundo. No quiero perderme ni un instante de esa paz que reflejas.

Me sentí halagada por sus palabras, aunque algo aturdida. Sentía que me sonrojaba, y después de lo que me dijo, no fui capaz de mirarlo a los ojos. Me sentía apenada. Quise aprovechar su desconcierto para atacarlo, ya que parecía indefenso, pero algo me lo impedía. No era capaz de enfrentarme a él en ese momento.

De repente, comenzó a sonar una melodía, como la de un vals. Era tan hermosa que me sentí algo hipnotizada. Él se acercó y dijo:

—Por favor, ¿me permitirías bailar contigo esta hermosa pieza?

No me sentía tan amenazada en ese momento, así que acepté y tomé su mano. De pronto, me llevó hacia el círculo de velas, y comenzamos a bailar.

Sentía nervios solo por estar cerca de él. No sabía si debía pedirle que se alejara, que me soltara, o que no lo hiciera. La verdad, estaba confundida. Algo me decía que debía terminar esto lo antes posible, para que las ilusiones que estaban formándose dentro de mí no acabaran con mi interior o, peor aún, con mi vida.

La canción se detuvo, pero él no me soltaba. Me tenía sujeta entre sus brazos. Le dije que el vals había terminado y que ya podía soltarme, pero me abrazó más fuerte y dijo:

—¿Sabes algo? Tienes la misma mirada que tenía Rebecca cuando bailé con ella aquella vez.

Lo empujé y le dije que no me comparara con ella, que yo no era ni me parecía en nada a Rebecca. Me alejé lo más que pude y saqué un arma que llevaba escondida (aclaro que fue algo complicado hacerlo).

Cuando volví a mirar, Halv ya no estaba. Sobre la mesa, donde antes estaba la copa de ajenjo, había una nota que decía así:

Querida cazadora:

Por medio de este pequeño escrito, quiero pedirte que tengamos una pequeña pelea, para medir cuánta fuerza tienes y ver si tal vez eres digna de convertirte en mi nueva esposa. Ya que la anterior, como espero recuerdes, fue cruelmente asesinada.

Con gran afecto y cariño,

Halv

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