Halv se percató de que ya no daba más. No sé cómo, pero se acercó tan rápido que no tuve tiempo ni de ver hacia dónde iba el ataque. Me acorraló contra un árbol y comenzó a acercarse lentamente, como si fuera a besarme, algo que no debía permitir. No podía moverme; aunque lo único que me separaba de él era su brazo, que también había soltado su espada y sujetaba mi mano, la mano en la que tenía la flecha que él sabía podía matarlo sin necesidad del arco.
No sabía qué hacer. Me sentía nerviosa, preocupada y algo asustada. No sabía si me mataría o si cumpliría con todo lo que decía. En ese momento recordé los entrenamientos, pero en este caso no servirían de mucho, ya que la fuerza con la que me sostenía la mano y la parte superior del pecho era lo suficientemente fuerte para inmovilizarme, pero no para lastimarme. Al mirarlo a los ojos, me sentí diferente, más tranquila, como si todas mis preocupaciones desaparecieran.
Sin embargo, el tiempo seguía pasando, y comenzaba a amanecer. Sabía que algunos de estos seres soportaban la luz, y otros no, pero no tenía idea de cuál era el caso de Halv. No era muy buena con la teoría, y las clases de entrenamiento no habían sido lo suficientemente interesantes para prestarlas atención.
(Cómo me gustaría haber prestado atención en clase. ¡Demonios!), pensé mientras intentaba soltarme.
Cada vez se acercaba más, y yo me ponía más nerviosa. Intenté esquivarlo, pero fue más rápido que yo, y me quedé paralizada. Una parte de mí quería alejarlo, pero otra sentía algo cálido y vagamente reconfortante. Podría decirse que me gustaba.
(Amara, basta, eres más fuerte que él. Tú puedes.), me repetí para reorganizar mis pensamientos. Con un último esfuerzo lo alejé. Él sonrió, y me di cuenta de que estaba sonrojada y que no podía mirarlo a los ojos. Él se rió y dijo:
—No me digas que no te gustó, porque sentí que no querías que me detuviera.
—Ja, se nota que no conoces a las mujeres. Me da vergüenza saber que has vivido tanto, o bueno, no vivido, para no darte cuenta de nada. Pobre.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiero decir que activé la alarma en el momento en que empezaste a besarme. Envié un mensaje con las coordenadas para que las otras cazadoras vinieran y te mataran.
—Vaya, eres más lista de lo que imaginaba. Lista y hermosa. Eso es mortal en una mujer, y más en una cazadora.
No sabía si tomarlo como un cumplido o un insulto, pero le respondí:
—También estoy sorprendida. Eres el primero que logra acercarse tanto, y mucho más al haberme dado un beso. No lo esperaba, pero es bastante impresionante.
A lo lejos se empezaron a escuchar motores y a verse luces. Las cazadoras estaban llegando. Halv me miró y dijo:
—Vaya, era cierto.
Sonrió y añadió que nos veríamos en otra ocasión, ya que estaba amaneciendo y además nos habían interrumpido.
Me di cuenta de que la pelea había durado mucho más de lo que había supuesto. Sabía que no sería fácil, pero no esperaba que durara tanto. El sol ya estaba saliendo, y Halv se había ido cuando llegaron las cazadoras. Miré la hora y vi que era bastante tarde. Tenía que estar en casa antes de que amaneciera completamente, o mis padres se enterarían, lo cual sería peligroso para mí y para ellos.
Le pedí a una de las cazadoras que me llevara a casa, ya que necesitaba cambiarme. No podía llegar a la universidad vestida como una loca. Al llegar, mis padres seguían dormidos, lo cual fue un alivio. Si se enteraban de lo que hacía, sería un problema mayor. Me cambié rápidamente, tomé mis libros y salí corriendo hacia la universidad.
Cuando llegué, recordé que los exámenes estaban por comenzar, así que no tuve más remedio que concentrarme y empezar a estudiar, sin prestar mucha atención por dónde caminaba. En mi distracción, tropecé con un chico y caí al suelo, mientras todos mis trabajos volaban por los aires. No sabía con quién había chocado, pero cuando habló, su voz me recordó mucho a la de Halv, seductora y cautivadora.
Cuando levanté la mirada para disculparme, me sorprendí al ver que era un chico bastante atractivo. Algo en él me recordaba mucho a Halv, quizás su mirada o sus labios, pero no pude pensar mucho en eso porque tenía demasiada prisa. Me ofreció su mano para ayudarme a levantarme y se disculpó por no haber prestado atención; dijo que estaba perdido, buscando la oficina del director. Le respondí que no importaba, que también había sido mi culpa. Tras muchas disculpas, se ofreció a acompañarme a mi salón.
Cuando llegué al aula, me di cuenta de que mi acompañante ya no estaba. No le di mucha importancia, ya que el maestro estaba entrando en ese momento. Me acomodé en mi asiento, y dos compañeras se acercaron para preguntarme quién era el joven que me había acompañado. Les respondí que no tenía idea, ni siquiera le había preguntado su nombre.
Justo cuando iba a comenzar la clase, el director entró y se acercó al maestro, pidiéndole que saliera. Nunca había visto algo así en todo el tiempo que llevaba estudiando, pero no le presté mucha atención. Me dediqué a adelantar algunos trabajos que se habían perdido cuando me tropecé. Al regresar el maestro, detrás de él entró el chico con el que había chocado antes. Se presentó como Ángel, dijo que venía de otro país y que su familia se había mudado, por lo que no pudo terminar sus estudios en su tierra natal.
Cuando terminó de presentarse, se sentó detrás de mí y dijo:
—Es un placer volver a encontrarnos. ¿Podrías decirme tu nombre?
—Claro, me llamo Adira. Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. Será un placer trabajar contigo, Adira.
Al pronunciar mi nombre, tomó mi mano y la besó. Le pregunté por qué lo hacía, y me respondió que en su país así se saludaba y se daba las gracias.
Cuando terminaron las clases, le pregunté a Ángel si quería acompañarnos a mí y a unos amigos a almorzar, pero él se negó, diciendo que sería otro día, ya que tenía que irse. Me despedí y él se fue, dejándome intrigada con la sensación de que lo había visto antes en algún lugar.
Esa noche decidí no ir en busca de Halv, sino entrenar, para que la próxima vez que nos encontráramos no me tomara por sorpresa.
Cuando llegué al campo de entrenamiento, vi dos figuras: una era humana y la otra, un lobo. Me acerqué para ver quiénes eran, y resultó ser una cazadora en entrenamiento. Le pregunté qué hacía allí, y me respondió que la habían enviado a cuidarme, junto con el lobo que la acompañaba.
Me dio risa y le dije que no se preocupara, que solo iba a entrenar y no saldría a ningún lado. Le añadí:
—Si quieres, puedes quedarte, pero si prefieres irte, estás en todo tu derecho.
—Perdóname, pero no puedo irme. El consejo me envió porque últimamente han estado muriendo muchas cazadoras de manera brutal, y aún no se ha descubierto quién es el responsable. Prefieren que estemos acompañadas para mayor seguridad.
Le dije que no se preocupara, que hablaría con el consejo. La dejé en el salón de entrenamiento y me dirigí hacia donde estaban los guardianes para decirles que no necesitaba niñeras, que era perfectamente capaz de cuidar de mí misma.
Cuando llegué, los guardias me dijeron que llegaba justo a tiempo, pues los maestros me estaban esperando. Entré en el salón y vi a los guardianes rodeando a la que decían era la hechicera más poderosa. Me acerqué y, tras hacer una reverencia, ella se levantó y dijo:
—Me han hablado muy bien de tus habilidades, Amara. Gracias a eso, te otorgaré un nuevo cargo: serás la nueva comandante de primer rango.
—Majestad, siempre soñé con ese puesto, pero, ¿qué pasó con Lina? ¿Acaso ya no quiere seguir, o no se siente bien?
La hechicera bajó la mirada y, con una voz triste, respondió:
—Amara, me temo que ella ha muerto.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién lo hizo y por qué?
—Solo te diré que murió cumpliendo con su deber.
—Discúlpeme, majestad, pero necesito saber quién fue el responsable de la muerte de Lina.
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DIARIO DE LA CAZADORA
Ficción Generaladira es una joven estudiante de Universidad que al verla es como todos los demás pero ninguno sospecha de su doble vida