Enfrentando al General de las Tinieblas (III)

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Templo de las Estaciones...

De regreso en el templo, o lo que quedaba de él, el dragón en el que se había convertido Onox comenzó a volar alrededor, lanzándole chorros de fuego a Zeil, que intentaba repelerlos usando los de su espada. Apenas le servía para resistir, pues en ocasiones el dragón se lanzaba hacia el suelo para intentar aplastarlo con sus enormes garras, o tal vez agarrarlo para devorarlo. El ser un blanco pequeño le ayudaba en parte, y se mantenía en constante movimiento para evitar que lo alcanzara.

Aún así, este juego del gato y el ratón no estaba yendo a ninguna parte, y enfrentarse a un dragón era algo que nunca en su vida imaginó hacer. Lo poco que conocía de los dragones era de los libros, y en ese momento lamentó no haberles prestado más atención. Tal vez Zelda sí sabría cómo lidiar con él.

- Por las Diosas... desearía que mi hermana estuviera aquí. – se dijo. Lamentaba haber decidido jugar al héroe, metiéndose con algo que no podía enfrentarse él solo.

En el instante en que Onox ya se le venía encima a Zeil con sus enormes garras, justo antes de aplastarlo su petición fue oída: una flecha de luz acababa de incrustarse en su palma, haciéndolo rugir de dolor, y dándole tiempo para escapar.

Cuando vio de donde vino, por fin pudo darse cuenta quién lo había salvado, Zelda y Link venían corriendo en dirección hacia él.

- ¡Zeil! – gritó Zelda.

- Caray, nunca estuve más feliz de verlos. – dijo Zeil, aliviado mientras corría a encontrarse con ellos.

- Oye Zeil, ¿de dónde sacaste esa espada? – preguntó Link al ver la espléndida hoja que Zeil empuñaba.

- Les explicaré después. Por ahora, ¿qué no son esas las armas sagradas? – preguntó Zeil.

- Lo son. – confirmó Zelda. – Nuestra madre retiró los sellos temporalmente para que pudiéramos usarlas. Sabía que las necesitaríamos.

En ese instante, Onox se repuso del flechazo que había recibido, y escupió un chorro de fuego púrpura hacia el trío. Zelda inmediatamente creó una barrera mágica que parecía de cristal para protegerlos.

- Y bien, imagino que tendrán un plan. – dijo Zeil.

- Nosotros crearemos una distracción. – dijo Link. – Tenemos que mantener a Onox lejos de Zelda para que ella utilice el Arco de Luz para debilitarlo. Después, yo usaré la Espada Maestra para darle el golpe final. Supongo que podrás ayudarme con la tuya, ¿verdad? –

- No lo dudes. – dijo Zeil.

Onox comenzó a incrementar la fuerza de sus llamas, tratando de obligarlos a salir de allí.

- Onox se está enfadando. – dijo Zelda. – Prepárense para salir corriendo a mi señal, tengo que disipar la barrera mágica.

- Entendido. – dijo Link.

- ¿Listos? A la una... a las dos... y a las... ¡TRES!

La barrera mágica se disipó en un destello cegador, y los tres jóvenes de inmediato salieron corriendo para tomar posiciones, manteniendo algo de distancia para evitar que pudiera atacarlos a los tres simultáneamente. Link y Zeil se colocaron frente a él, mientras Zelda se ponía por detrás y empezaba a apuntarle con el arco.

- ¡Oye, feo, mírame, aquí estoy! – gritó Zeil, disparándole bolas de fuego con su espada, tratando de apuntarle a la cara.

- ¡No, mejor ven por mí! – gritó a su vez Link, haciendo lo mismo con la Espada Maestra, que tenía la capacidad de lanzar rayos de energía. – ¿Qué te pasa, tienes miedo?

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