03

205 2 23
                                    

03 | Heridas en el corazón.

Violet

Me cago en la puta.

¿De todas las personas que podían entrar por esa puerta... tenía que entrar él? ¿Qué hacía allí?

—¿Qué haces en mi casa? —preguntó cuando entró por completo y se acercó a mí.

—¿Tu casa? —pregunté, soltando una risa sarcástica—. Estaba con Diane antes de que tú llegaras, igual el intruso aquí eres tú.

Diane, que no había mencionado una palabra desde que Caleb había entrado, se mantenía a mi lado con una sonrisa nerviosa en el rostro. Y en seguida capté que la expresión del chico también se volvía más apacible y tranquila.

—No creo que pueda ser un intruso en mi propia casa —Se alzó de hombros y dirigió la mirada hacia Diane—. Hermanita, ¿ella es la amiga de la que me hablas siempre?

¿Cómo?

¿Acababa de decir...?

—Vale —La chica se puso en medio de nosotros en un movimiento rápido—. Vi, este es el pesado de mi hermano; Caleb, esta es Violet, mi mejor amiga.

Mierda. Ahora el capullo sabía mi nombre.

—¡Diane! —le repliqué al instante.

—Así que Violet —mencionó él con una sonrisa—. Violet, Violet...

—¿Ya os conocíais? —preguntó Diane con curiosidad.

Me apresuré a contestar:

—¡No!

Y claro, Caleb me llevó la contraria:

—Yo diría que sí.

El muy capullo tenía una sonrisa en el rostro al verme perder la paciencia por su culpa. Parecía que lo estaba disfrutando.

—Fue un pesado en el tren y hablamos un poco, pero nada más —expliqué con una pizca de paciencia—. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a casa. Tu hermana y yo nos lo hemos pasado muy bien, ¿verdad, Diane?

—Por supuesto, Vi —consintió.

Caleb contuvo una risita.

—Ha sido un placer verte, Violet.

—Ya. Ojalá yo pudiera decir lo mismo.

—Cómo te gusta hacerte la dura.

—Vete acostumbrando, porque no voy a hacer una excepción por ti.

Él se apartó unos pasos, con la mirada todavía puesta peligrosamente en mí. Lo observé una última vez e hice lo mismo con su hermana antes de alejarme por completo y pasar por la puerta que Diane se había encargado de abrir. Sin embargo, fue Caleb el que se apoyó en el marco de la misma mientras yo pasaba por allí.

—Esto de que aparezcas en mi casa de imprevisto no está mal —aludió con mucha calma—. Igual deberías hacerlo más veces, Violet.

—Deja de fingir que te intereso.

—No estoy fingiendo nada —Vi que sacaba algo de su bolsillo. Un pequeño trozo de papel en el que después escribió algo con un bolígrafo que había en su mesa—. Toma.

—No quiero nada tuyo —me defendí.

—Acéptalo, Violet —Su sonrisa aumentó—. Por favor.

—Caleb...

—Por favor.

Tomé el diminuto trozo de papel que él me ofrecía ente los dedos con mucha delicadeza y lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta. Le hice un pequeño gesto con la mano y empecé a caminar hacia ningún sitio. Y no pensé en él. Ojalá.

Cuando las estrellas se apaguen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora