Prólogo: él ya no está

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"El pilar de las llamas, Rengoku Kyojuro, está muerto". El pájaro mas negro que la noche graznó.

Las palabras resonaron dentro del corazón hueco del hombre de cabello azabache, haciendo eco, cada eco dolía más que el anterior hasta que de repente se detuvo.

"Ya veo..." Sus labios se separaron.

El ya conocido dolor endureció su corazón palpitante, al igual que hace 7 años, pero algo se sintió diferente esta vez.

El se había ido, su sol había sido eclipsado, pero no volvería a brillar jamás.

Su sonrisa nunca brillaría después de compartir una buena comida nuevamente, sus ojos nunca lo mirarían con amor mientras reflejaban las estrellas mismas otra vez, sus brazos nunca lo recibirían en un abrazo fuerte diciendo 'Estoy aquí' de nuevo, su voz nunca volvería a llamarlo después de las reuniones con esa alegría característica en su tono... sus labios... nunca lo besarían con ternura otra vez, ya nunca más.

No más '¡Oye! ¡Tomioka! ¿Quieres ir a por un daikon de salmón?" Después de las reuniones de pilares.

Quería creer que no era cierto. El rubio todavía tenía algo de pelea con él, el fuego dentro de él nunca se apagaría, Kyojuro no dejaría a su hermano atrás de esa manera, no dejaría que su padre se perdiera en el alcohol, no abandonaría a las generaciones más jóvenes a aprender por su cuenta... no lo abandonaría a él así sin decir un último adiós.

La relación que tenían, aunque la habían mantenido en secreto de los demás durante años, los sentimientos eran profundos. Había tantas cosas que quería decirle, lo importante que era para él, si tan solo no hubiera dado por sentado al otro.

La culpa, el dolor que se apoderaba de él, como la sombra de una montaña, era inevitable.

Giyu se mordió el labio, no debería llorar, 'era un hombre y los hombres no lloran', le recordó el pequeño Sabito de sus recuerdos.

Pero un joven Kyojuro vino a sus recuerdos, 'déjalas rodar, estaré aquí para atraparlas'. El cazador rubio rodeó el frío cuerpo del hombre de ojos azules con sus fuertes y cálidos brazos. Incluso podía sentir la calidez que se emanaba hacia él de solo recordarlo. Un calor que nunca volvería a sentir, ese fuego ya se extinguió.

¿A quién engañaba? Eran cazadores de demonios y, no obstante, eran los pilares de la organización. Era su obligación a voces mudas sacrificar sus vidas por la causa o, como diría un cierto rubio, proteger a los débiles. Kyojuro murió, pero salvó a 200 pasajeros de las garras de los demonios. Una vida a cambio de 200, ese era el valor de Kyojuro.

Era un hombre honorable. Un verdadero héroe.

Si le preguntaras a Giyu, te diría que el precio es demasiado elevado. Si se le hubiera dado la posibilidad de elegir, le hubiera gustado sacrificarse en su lugar. Kyojuro tenía mucho que hacer, mucho que dar al mundo. A cambio, Giyu no tenía nada, ninguna técnica relevante para transmitir a las generaciones futuras, ninguna historia asombrosa, nadie lo extrañaría. O bueno, para decir que nadie era una exageración, tenía algunas personas en mente, pero estaba seguro de que les iría bien sin él de todos modos, estarían un poco tristes y luego continuarían con sus vidas.

Siguió caminando, esta noche tenía un funeral al que asistir. Dentro del ataúd no solo estaría el cuerpo del hombre que amaba, sino también sus últimas esperanzas y sueños de un futuro mejor.

Bien Hecho, Tomioka - RenGiyuu - KNYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora