III - Demasiada TV Para Tu Propio Bien

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"O-Oh, estoy feliz por ti". Se le escapó nerviosamente.

Las cejas de Giyuu se fruncieron mientras sus labios se apretaban en una delgada línea. Kyojuro notó su error. Oh, es cierto, el otro tipo estaba muerto.

"Lo siento TANTO, no era mi intención..." Podía sentir su rostro caer de la vergüenza, quería esconderse dentro de un agujero y no volver a salir nunca más.

"Está bien, puede que me haya pasado de la raya, lo siento". El pelinegro suspiró, había sido demasiado imprudente.

Ambos hombres miraban sus platos con incomodidad, el aire que los rodeaba se había vuelto denso. Ninguno de ellos quería volver a iniciar una conversación, como si el sonido de su voz pudiera perturbar la densa sensación de malestar y convertirlo en una atmósfera asfixiante.

En cambio, Kyojuro volvió a su comida, evitando la gélida mirada azul sobre él. Los engranajes de su mente iban a toda velocidad tratando de descifrar qué debería estar sintiendo ahora acerca de esa nueva información. Una mezcla de culpa y vergüenza por su comentario, tristeza que se sumaba a la ecuación de empatía y curiosidad con un toque de calidez, ¿cómo era posible sentir tanto a la misma vez?

Giyuu lo siguió, usando sus palillos para comer este "ramen",  como lo había llamado Kyojuro, en silencio. Un poco aliviado de que la incómoda conversación hubiera terminado.

En el tiempo que Giyuu había conocido a Kyojuro, su Kyojuro, solo las primeras veces que hablaron se habían sentido incómodas, pero nunca tan incómodas. Kyojuro usualmente llenaba los silenciosos huecos con su charla ociosa mientras el pelinegro asentía. Gracias a la perseverancia del rubio para mantener el contacto con él, Giyuu ya no sentía la fría soledad a la que estaba acostumbrado. Las cartas se volvieron más comunes entre ellos a medida que pasaba el tiempo, conociéndose más el uno al otro. Giyuu no tuvo miedo de decir que conocía al hombre muy bien, mejor que la mayoría.

"Y sobre Tsutako..." El hombre rubio fisgoneó un poco más.

"La perdí cuando tenía nueve años". El estado de ánimo seguía hundiéndose. "Y perdí a Sabito cuando tenía catorce años".

"Incluso él... ya veo..." Su comida se había enfriado por completo. Esta conversación terminó.

El resto de la cena fue en silencio. Ninguno de ellos se atrevió a decir algo más que pudiera hacer que el aire entre ellos se volviera glacial.

Kyojuro recogió los platos mientras Giyuu se dirigía al balcón para apreciar la serenidad de un mundo sin demonios. El mundo por el que murieron sus amigos.

Qué injusto era para ellos, quienes lucharon por la paz, no poder disfrutar de los frutos de sus sacrificios. Y aún más cruel ser olvidados. Sus heroicas muertes fueron omitidas de la historia así como el personal tras bambalinas de una obra de teatro. Ahora, sobre sus tumbas sin nombre, descansa una maravillosa ciudad luminosa ajena al desastre que sucedió hace un siglo. Luces brillando silenciosamente, como estrellas pero en la tierra.

Deseó que los demás estuvieran vivos para ver esto.

"Cuando pensabas en el futuro, ¿alguna vez imaginaste algo como esto?" Kyojuro apareció y observó el paisaje con una sonrisa brillante y orgullosa, incluso más brillante que las luces del fondo, la cara larga de antes había desaparecido por completo.

"Yo... creo que ni siquiera imaginé un futuro..." Murmuró.

"¿Nunca lo imaginaste? ¿Ni siquiera una idea?" Era difícil de creer para el rubio. Como profesor de historia, conocía bien el pasado y siempre estaba pensando en cómo sería el futuro. ¿Tendrían pronto coches voladores? ¿Teletransporte? ¿Viajes espaciales? Todo era demasiado emocionante de pensar.

Bien Hecho, Tomioka - RenGiyuu - KNYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora