La fuga

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La sala de sanación estaba en penumbra cuando Obi Wan despertó. El horrible dolor de cabeza había remitido, también la fiebre. Por un largo instante, no supo dónde estaba. Mientras su visión borrosa se aclaraba, el pitido rítmico de la pantalla que monitorizaba sus constantes vitales le dio el primer indicio. Escuchó el murmullo de un droide al deslizarse fuera de la habitación y después los pasos calmados de alguien entrando sin encender la luz.

—No le alteres, aún necesita recuperación. —Obi Wan reconoció la voz de Vokara, la sanadora jefe del pabellón.

Suspiró, relajándose sobre la cama al saberse del todo a salvo.

Pensó que la próxima voz que escucharía sería la de Anakin. Su rostro era lo último que había visto. Le había sacado de la mina de Mustafar donde había quedado atrapado. Estuvo seguro de que iba a morir con tantas cosas por decirle... Sin verle una última vez. Ahora estaban a salvo, de vuelta en casa.

—Kenobi. —La voz del maestro Windu le hizo abrir los ojos bruscamente. El rostro oscuro del jedi se enfocó ante su mirada—. ¿Cómo te encuentras?

—Bien, gracias —respondió incorporándose a medias. Miró alrededor, frunciendo el ceño al no encontrar ni rastro de su padawan—. ¿Y Anakin?

—El chico te ha traído a pesar de nuestra expresa prohibición. —Windu habló con un tono neutro—. No me gusta que se haya puesto en peligro, ni que haya desobedecido, pero gracias a eso estás de vuelta.

Obi Wan relajó la cabeza en el respaldo. El ambiente fresco de la sala era una bendición después de las incontables horas que había pasado en el ardiente Mustafar. Se tomó unos segundos para ordenar sus pensamientos antes de responder.

—Sufrí un ataque sorpresa por parte de una sith... La nave cayó en la lava. Mi supervivencia es un milagro. —Comprendía qué significaba aquella prohibición: le habían dado por muerto. Pero Anakin no.

—¿Una sith...? Tendrás que relatarlo ante el Consejo. Esa misión no era de alto riesgo.

Obi Wan negó con la cabeza, distraído en sus pensamientos. Empezó a inquietarle la ausencia del aprendiz, ¿le habían expulsado por desobedecer?

—Maestro... ¿dónde está Anakin?

—Nos llamó desde el hangar público donde os dejó a ti y a la nave. Aún no ha regresado —respondió con cierta reticencia.

Los pitidos de sus constantes se volvieron más rápidos. El rostro azul de Vokara Che se asomó por la puerta frunciendo el ceño con enfado.

—Maestro, te he dicho que no le alteres. La visita ha durado demasiado, haz el favor de salir.

—No te preocupes, estamos buscándolo —dijo Windu, ignorando las palabras de la sanadora—. Debe pensar que tenemos intención de expulsarle por su insubordinación.

La twi'lek entró y agarró por el brazo al hombretón, que cedió como si un wookie le estuviera arrastrando.

—¿Desde qué nivel llamó? —preguntó apresuradamente Obi Wan, incorporándose para sentarse en la cama. Un repentino mareo le hizo echarse hacia adelante, pero siguió esforzándose por ponerse en pie.

—Mil ochocientos cuarenta y siete —respondió Windu antes de que la sanadora cerrara la puerta.

—Tengo que...

—Tienes que nada —le interrumpió Vokara acercándose a él.

Le agarró de un brazo, puso una mano en su frente y antes de que pudiera replicar, Obi Wan cayó inconsciente en el trance de sanación. La twi'lek le empujó con suavidad hasta acostarle de nuevo sobre la cama.

El mal menor (Obikin 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora