Diario Viajero

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Querido diario:

Nos volvemos a encontrar en otro viaje en carretera, pero esta vez no estoy sola. Quería volver a sentir ese signo de pregunta en el camino y ese signo de exclamación en el encuentro de algo mágico y quería compartirlo con personas especiales. Por eso invité a Luna, Leo e Ibai para que se unieran conmigo. Ya te conté sobre ellos en otro de mis viajes.

Después de quince horas de viaje nos encontrábamos en una gasolinera en la que tenía incluido un bar con estilo de los cincuenta, algo que nos voló la cabeza. ¿Un bar de los cincuenta en el medio de la nada y en pleno siglo veintiuno? Era algo muy inteligente por parte de su creador.

Es la segunda vez que nos detenemos a cargar gasolina pero es la primera vez que tengo tiempo de escribirte. Estamos esperando que nos traigan el whisky que habíamos ordenado. Mientras tanto te cuento.

El viaje en sí, empezó con Ibai en el volante y conmigo a su lado, mientras que en la parte de atrás Leo tocaba la guitarra y Luna armaba un porro. Eran unas flores que había conseguido ella de Ámsterdam y no tardaron en hacer efecto. Nuestro conductor asignado fue lo suficientemente responsable para no fumar tanto y provocar un accidente. Hasta el momento todo iba en orden, seguíamos sin un destino determinado. Queríamos que sea un viaje sin fin.

Querido diario:

No pude terminar de contarte el viaje, no hay mucho que decir tampoco. Pero por culpa de Leo tuvimos que irnos corriendo del Bar porque sus deseos sexuales se vieron en conflicto cuando intentó coquetear con el único hombre que había allí. ¿Qué salió mal? La gente no tiene la mente tan abierta como uno puede llegar a creer. Como ya te había contado Leo es bisexual y cuando le habló al morocho de ojos celestes y cuerpo esculpido mi amigo esquivó con suerte un puñetazo. Todavía no sabemos qué fue lo que le dijo, no quiso decirnos, pero estábamos casi seguros que había intentado usar alguna pregunta existencial para echarse un rapidito en el baño del lugar.

Ya habían pasado un poco más de cuarenta horas desde que partimos de nuestras casas. La casa rodante que nos había prestado el padre de Luna era lo suficientemente grande como para que los cuatro durmiéramos cómodos y cuando digo "cómodos" me refiero a dormir dos en cada colchón disponible.

Te estarás preguntando, si estoy en una casa rodante ¿por qué no escribo más a menudo? Y la respuesta es sencilla. Disfruto de la compañía, del aire revolviendo mi pelo, del sol golpeando en mi piel, y también porque entre la marihuana, la cerveza y el whisky mi mente se encontraba en un mundo paralelo donde tomar una lapicera requiere más fuerza física que la fuerza física en sí. ¿Tiene sentido lo que digo? ¿No? No importa, yo me entiendo.

Ese día habíamos comido hongos alucinógenos provenientes del norte del país. Estaban tan ricos y tan asquerosos al mismo tiempo que no sabía si quería bajarme la botella de whisky de un tirón para quitarme su gusto o seguir masticándolos para analizar el sabor. De todas formas, no hice ninguna de las dos y los comí rápido.

La situación se descontroló un poco cuando encontramos en el medio de la nada un camino de piedra escondido en la carretera y nos detuvimos. El efecto de los hongos todavía estaba latente en nuestro organismo y quisimos aprovecharlo al máximo. Pusimos música y bailamos. Nadie juzgaba a nadie y a nada. Los sentimientos y las sensaciones fluyeron como agua en una cascada. Bailamos pegados, saltamos, cantamos, gritamos, transpiramos el día primaveral y nos besamos todos con todos. Importaba todo y nada a la vez. Las pocas estrellas en el horizonte nos incentivaban a conectarnos con la madre naturaleza. Por unos cuantos minutos Luna controlaba el tintineo de las estrellas y Leo el soplido del viento. ¿Qué controlábamos Ibai y yo? Nuestras respiraciones. Con cada beso que nos dábamos sentíamos como nuestros corazones tomaban el control del universo. Él respiraba y los planetas se alineaban. Yo respiraba y los planetas se frenaban.

Atentamente: Un ser de Luz

Querido diario:

Hoy se cumplen tres días desde que arrancó el viaje y tengo tantos buenos recuerdos que siento que no me entran en la cabeza. Ellos son la clase de personas que quiero que aparezcan en mi diario viajero, son los que quiero que estén presentes en cada uno de mis viajes astrales y existenciales. Son lo que quiero que me cuiden en un mal viaje de ácido o éxtasis. Son la clase de personas que quiero conservar en mi corazón como una parte de mi existencia.

Este viaje es esa escapada que todo el mundo tiene que hacer en algún momento de su vida, tarde o temprano, en la circunstancia que uno lo desee, pero es un viaje infaltable en la vida de un ser.

Decidí dejar de escribirte por un tiempo y aprovechar el momento. Guardar la mayor cantidad de recuerdos posibles y si de alguno me olvido será por decisión del universo y no mía. Él, con su gran inmensidad e infinidad, tiene más poder del que un creyente cree que Dios tiene. Vos al igual que mis amigos, todos los que conocemos y yo, somos una partícula diminuta en esto que llamamos existencia y lo único que podemos hacer es dejarnos ser y llevar. Cada uno tiene su destino y no voy a parar hasta cumplir el mío.

Querido diario viajero nos veremos la próxima.

Atentamente: un ser de luz. 



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Inspirado en la Generación Beat.

Generación beat  se refiere a un grupo de de la década del cincuenta, así como al fenómeno cultural sobre el cual escribieron. Algunos elementos definitorios son el rechazo a los valores estadounidenses clásicos, el uso de drogas, una gran libertad sexual  y el estudio de la filosofía oriental. Esta nueva forma de ver las cosas dejó su principal influencia y legado en la posterior contracultura o movimiento.* - Wikipedia. 

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