011- Promesa.

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Durante dos semanas Jennie estuvo recluida en la alcoba del rey, solo dejando que Sana ingresara, y aunque en el fondo sabia que si el rey hubiera ido ante ella lo dejaría pasar, este nunca lo hizo.

Por momentos quería creer que en realidad ella no le importaba al rey, pero justo cuando se cumplió la segunda semana, en la quietud de la noche, escucho un suave golpeteo, tan tenue que por un momento creyó haberlo imaginado, se levanto de la cama y camino hacia la puerta, pero al abrirla solo encontró la pared del pasillo, estaba por entrar nuevamente a la habitación, desilusionada y con el corazón hecho pedazos, a poco de llorar realmente pues en su mente la pequeña fantasía de una disculpa o por lo menos una muestra de querer dirigirle la palabra nuevamente del rey era un anhelo que permanecía en el corazón de Jennie, y sabia de los hábitos para dormir del monarca de Gales por lo que esperaba cada noche hasta altas horas de la madrugada por algo, cualquier cosa pero hasta el momento no había sucedido, cuando de casualidad volteo a los pies de la puerta, encontrando dos pilas de libros, su corazón se acelero con aquel pequeño gesto y termino por meter los libros a la alcoba junto con ella.

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Sana llevaba en sus manos la bandeja con el desayuno de Jennie, no sabía cuánto seguiría durando el exilio autoinflijido, pero comenzaba a preocuparse de la salud de esta, pero sobre todo del rey, pues aunque llegara a sonar cruel, no sabía lo que sucedería con su pequeña si algo le llegara a suceder a la antigua princesa de Corona, y ella haría lo necesario para que su niña no sufriera por la culpa de aquella chiquilla.

Apenas estaba por abrir la puerta cuando está fue abierta desde adentro, la sorpresa se marco perfectamente en el semblante de la mujer al ver a la princesa en el marco de la puerta, pero casi de inmediato está fue sustituida por una gran sonrisa.

- Buenos días. - dijo sin saber en realidad que decir, pues lo que menos importa quería era hacerla cambiar de opinión.

- Sana, buenos días.- la sonrisa de Jennie hacia creer que las dos semanas pasadas no habían sucedido. - ¿Sabes dónde esta Lisa?

Las manos de Sana se hicieron puños por la manera de referirse a su niña con aquella naturalidad, y más sabiendo lo que había estado sucediendo con esta desde que Jennie estuvo encerrada, pero sabía cómo parecer relajada ante sus sentimientos, por lo que solo sonrió. - Se encuentra en su despacho.

El rostro de Jennie se tornó carmesí al recordar lo sucedido en este, y se debatió si era correcto en ir de nueva cuenta ahí, pues no estaba del todo segura de como actuar frente al rey, su debate metal fue puesto de lado por el relinchar de un caballo, sonaba lo suficientemente fuerte para saber que el animal era una bestia por demás fuerte, los ojos de Jennie se iluminaron, pues en Corona aquellos animales eran una de las grandes representaciones del reino, habiendo aún cabellos salvajes en las altas planicies.

Sana vio el rostro de Jennie, y decidió dar un paso para ayudar a su pequeña. - El rey va a salir, ¿por que no lo acompaña?, estoy segura qué hay un par de pantalones para montar en la ropa que le fue confeccionada.

Y sin respuesta Jennie ingreso a la habitación lista para cambiarse por algo mas apropiado para la ocasión.

El ama de llaves camino rumbo a donde se encontraba su niña, en su camino encontró a una de las ayudantes de habitacion y le dio la bandeja que llevaba. - Prepara una canasta de comida, las reinas saldrán.

La joven asintió como si el mismo rey le hablara, pues era consiente de la estima que el rey tenía con el ama de llaves. Aún se rumoreaba por el castillo, aquel suceso en el que un conde de otro reino había faltado al respeto a la ama de llaves frente al rey, y como el rey se había encargado personalmente de hacerlo pagar, terminando con una de las mas grandes y antiguas familias arruinada, que pedían la muerte como un acto de misericordia.

El Rey. | Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora