013- Servicio.

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El rey Lalisa caminaba a pasos apresurados hacia los establos, no podía ocultar su nerviosismo y emoción por comenzar con aquel paseo, llegando al punto en el que no vio al jefe de su escolta esperándola a la salida del castillo, haciendo que cuando este se acercara diera un ligero brinco por la sorpresa de ver a aquel hombre que la había visto casi desde que era una niña.

- ¡Leo, me asustaste!

El peliblanco hizo una ligera inclinación, como disculpa a su rey, un perro de caza, descansaba junto al rubio deseoso de la atención de la pelirroja, el presa napolitano movía su cola con desesperación a la espera de aquella caricia.

- Mis disculpas, mi rey. - Lisa hizo una ligera mueca por el honorífico, pero no podía culpar al peliblanco, ya no era la princesa que debía cuidar, ahora la cabeza de todo el reino, por lo que solo le sonrío a su viejo amigo. - Le puedo sugerir ir en el carruaje esta vez.

El rey miro escéptica a su guardia, pues el peliblanco era consciente de su amor por montar. - ¿Hay algo que deba saber?

Incluso el perro se tenso ante el tono utilizado.

Si había una cosa que pudiera sacar lo peor de ella, eran los secretos, y si no podía confiar en su viejo amigo ¿En quien lo haría?

- Por supuesto que no. - Contestó presuroso el guardia. - Solamente que ahora va la princesa de Corona.

El rey río con la preocupación de su amigo, sabiendo ahora a que se debía aquella preocupación.

- No hay nada de qué preocuparse , la milicia de Corona esta lo suficientemente débil como para intentar cualquier cosa.

Las mejillas del peliblanco se pintaron de carmesí al verse descubierto.

- Aquel orgullo. - río el rey. - No serias hijo de Gales.

Leo vio como su perro era desatado, y seguía al rey que volvía a tomar su camino hacia los establos.

El también debía seguir su camino. Seguía tratando de entender las acciones de su rey, claro que la apoyaría en cualquier momento, y la protegería de todo aun si ello le costara la vida, pero pese a ello, no entendía como prefería a una princesa de fuera del reino a una dama de Gales, por supuesto sabia de la belleza de la cual era portadora aquella princesa, sin embargo ello no quitaba que fuera de Corona, "¡Por lo que mas quieran, siguen pensado que esta bien quemar a alguien solo por pensar!".

El jefe de guardia se reunió con el resto de la escolta, liberaron a los halcones vigías, y montaron a sus caballos, siguiendo de cerca a su rey.

Claro que el peliblanco no era el único que pensaba en la superioridad de Gales, aquel que llamaban orgullo siempre les hacia decir con sorna, más cuando un extranjero pisaba sus tierras, aun este fuera un noble, "el mas pobre de los campesinos, pensara mas que estos ilusos adoradores de mártires".

Hacia mas de tres siglos que la iglesia católica apostólica romana, había tratado de entrar a Gales, querían poner al rey que a ellos les convenía, querían que se inclinarán ante los "enviados de Dios", por suerte, sus antepasados habían derramado su sangre para que aquellos hombres no pudieran entrar a su reino, pues era sabido de que las costumbres que tenían eran mal vistos por aquella iglesia, y el único camino que hubieran tenido de haberlos dejado entrar, seria el de terminar en el fuego de la hoguera.

Afortunadamente las preocupaciones de la escolta fueron infundadas, pues
habían pensado que la realeza de Corona seria tan estúpida como para tratar de recuperar a la princesa "Al menos no son tan estúpidos como para intentar algo", y no sabían si aquella "princesa" seguía siendo leal a su pueblo, "Aquellos hombres no tienen honor, se follarián a su madre por un par de monedas de oro", no podían esperar que la princesa de aquel pueblo que seguía viendo con malos ojos el progresó, y a la mujer como una inferior fuera diferente a los súbditos de su reino.

El Rey. | Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora