005- Cuadro.

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En la quietud de la noche, el único sonido que había eran los de los animales que preferían la luna, y el viento silbar por los pasillos desiertos. Jennie dejó el libro sobre de sus piernas, una frase, una simple frase era lo suficientemente fuerte como para hacerle pensar, y recapacitar, "Lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal", a lo largo del libro del filósofo Alemán, Nietzsche, hubo demasiadas veces en las que tenía que dejar el libro de lado para poder comprender la palabras escritas en el, pero aquella frase en lo particular le hizo mayor mella que cualquiera que hubiera leído antes, ella entendía que el amor era el sentimiento más hermoso que una persona pudiera llegar a sentir, sin embargo, esa frase daba a entender que pudiera ocasionar que una persona obrará mal por amor, si ese era el caso, ¿seguía siendo hermoso ese sentimiento?, aunque por el hubiera consecuencias perjudiciales, o hasta crimínales, ¿debía seguir siendo considerado como un sentimiento hermoso?, o como aquel pensador daba a entender, el sentimiento iba más allá de la moral. Posiblemente Jennie nunca podría terminar de descifrar su sentir ante aquella frase.

Y por lo menos aquella la que sería su segunda noche en un reino alejado del suyo no podría entenderlo. Recostó su cabeza sobre la almohada, y se cobijó hasta la barbilla.

Una suave esencia lleno sus fosas nasales, era un suave aroma, como cuando salía del castillo a jugar en los jardines, como aquellas flores que solo crecían en el verano, y morían al llegar el invierno, era un aroma fresco y delicioso.

Jennie hubiera seguido aspirando el aroma, de no ser por un sonido, sonaba lejano, casi inexistente, su curiosidad le hizo ponerse unas zapatillas de seda que había en los pies de la cama y caminar fuera de aquel cuarto, olvidando por completo que ella no sabía dónde quedaba la habitación, ni siquiera acordándose que no conocía los caminos del castillo.

Solo siendo guiada por el sonido del metal, era un rítmico trinar de una armadura, y de pronto lo vio, las pequeñas llamas de las lámparas que alumbraban el pasillo, apenas y le ayudaron a distinguirlo, era un caballero, pero su armadura era muy diferente a la que usaron aquellos que tomaron Corona en una sola noche, era completamente negra, un escalofrío recorrió la espalda de Jennie al verlo detenerse, creyendo que había sido descubierta solo pudo quedarse parada viendo como aquel caballero entraba en una habitación.

El aire abandono el cuerpo de Jennie con un sonoro suspiro de alivio.

Pero nuevamente la curiosidad movió a Jennie, caminando con la mayor suavidad que podía, se acercó a aquella puerta, y gracias al completo silencio que había, al acercarse a la puerta, pudo escuchar casi a la perfección.

"Mi señora"

"Quítate el yelmo en mi presencia"

"Duros tiempos se acercan"

"Estamos preparados para cualquier cosa"

"Mi señora... Una granja a sido quemada hasta las cenizas"

"Ya sabes lo que debes hacer"

"Como ordene mi señora"

Jennie apenas tuvo tiempo de correr para no ser atrapada espiando, se escondió detrás de un mueble que estaba justo a un lado de la puerta, vio al mismo caballero salir de la habitación, y quedarse parado en la puerta del que ahora sabía era el despacho del Rey.

Jennie vio al rey y caballero verse, y aunque ella no estaba siendo el objetivo de tan fieras miradas aún así podía sentir la intensidad de ambas.

Hasta que el caballero camino sin voltear a ver al rey ni una sola vez.

Jennie solo pudo quedarse en su escondite.

- Suponía que aquella vez solo había sido una coincidencia.

Sintiendo como su cuerpo se tensaba al escuchar la voz del rey, Jennie ni siquiera necesitaba voltear para saber que era a ella a quien se refería.

Teniendo que aparentar lo más que podía se levantó, y alzó la mirada.

- Solo fue una coincidencia. - Jennie se sorprendió de lo clara que se escuchaba su voz, y sintiendo un poco más de coraje, encaró al rey, viendo como sobre su cuerpo descansaba una camisa de seda, la corbata había sido desatada dejándola caer sobre el pecho del rey. - Buscaba el baño.

Y Jennie recapacitó agachar la mirada, pero un sonido... un adorable sonido, una risa, era jocosa, contagiosa, le hizo ver como el rey que reía, no parecía ni por asomo esa persona que hizo inclinar a un rey, era como si fueran personas completamente diferentes, y ese malestar en la boca del estómago nació nuevamente.

- Seguro.

Jennie lo vio entrar nuevamente a su despacho, por un momento pensó que era una clara muestra de no tener nada que decirle, pero al ver la puerta abierta, avanzó con pasos cuidadosos hasta el interior.

Sus ojos tardaron un poco en acostumbrarse a la luz, era casi como su fuera plano día, y el aroma, ese delicioso aroma estaba en toda la habitación, pero en cuanto pudo ver con normalidad, sus ojos se abrieron a más no poder, era dos pinturas, pero en realidad no eran cualquier pinturas.

No sabía cómo se llamaban, pero fue como si no pudiera quitarle la vista de encima, era un ángel, pero no era como el típico angel rubio y bello, claro que era hermoso, una hermosa creación, pero era pelirrojo como el rey enfrente suyo, y lloraba.

- ¿Te gusta?

Jennie asintió, no sabía ni cómo se llamaba, pero tenía ese algo que le hacía latir el corazón.

- Se llama "L'Ange déchu"...

- El ángel caído. - repitió el nombre inconscientemente.

- Exactamente, es de mis favoritas. - Vio al rey caminar hacia la pintura, y como alzaba la mano. - Aunque claro que no la única. - El rey apunto su mano hacia la otra que se encontraba justo enfrente.

Jennie volteo la mirada hipnotizada, era como si por un par de minutos olvidara el porque estaba en ese reino en primer lugar, y solo estuviera frente a una persona dispuesta a contarle sobre su gusto en el arte, un cuadro tétrico, una mártir, una mujer rezándole a un Dios antes de ser quemada, cientos de personas a su alrededor sin que ni un alma interviniera ante la barbarie de la escena, Jennie reconocía la escena pintada, Juana de Arco apunto de morir en la hoguera.

- Ambos mártires. - Jennie no podía despegar la mira a pesar de sentir su corazón siendo tomado y ultrajado ente tal crueldad. - Una mujer que fue quemada por que su rey no hizo lo que debía, y rehusarse a pagar por su rescate. - Sintió como una mano se deslizó por sus hombros y le hizo voltear. - Y un ángel, el más bello y leal, aquel que amaba a Dios sobre todas las cosas, llorando resentido, fue engañado por su creador y confinado a las profundidades del abismo cuidando el reino de las tinieblas por el mero capricho de su Dios, aquel que llaman Lucifer.

Un escalofrío recorrió la espalda de Jennie, queriendo pensar que era el frío de la noche, y no las palabras de aquella mujer que irradiaban energía, que le hacían sentir ese retumbar en su pecho, que le hacían pasar saliva y sentir cómo cada palabra la acariciaba como el más arrebatado de los amantes, aunque era completamente consiente de que a ella nunca le había molestado el frío.

Pero su piel sintió un confortable calor, y como este se arrastraba por su piel, vio sus hombros obligándose a salir de su letargo, un saco de color negro hecho con la tela más fina que hubiera visto, era cálido como un día de verano.

- Espero no te moleste que sea mío, pero las noches suelen ser bastantes frías.

Y aunque quería responder cualquier cosa, las palabras parecían no querer salir de la boca de Jennie, y solo pudo observar a el rey de Gales sentarse en una de las sillas gemelas que había frente a una pequeña mesa de madera.

Se quedo un par de segundos completamente quieta, solo observando cada acción del rey, venido como servía chocolate en un par de tazas, y volvía a dejar la tetera en su lugar, la acción fue tomada por Jennie como una invitación, y se sentó frente a Lisa.

El Rey. | Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora