XXVII. Esta noche

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Salir en motocicleta, mientras nieva y sin abrigo: mala idea.

—¿Quieres decirme a dónde vamos? —su voz se oye amortiguada por el casco, noto que mira detrás de sí y que su cuerpo se pone tenso—. Nos están siguiendo.

—Piérdelo —grito y, al acto, la motocicleta acelera levantando un poco la rueda delantera.

Cada vez nos movemos más rápido. Todavía no sé qué mierda me pasa por la cabeza para hacer algo como eso. Largarme con un completo extraño en motocicleta a quien sabe dónde... bueno, no sería la primera vez.

Definitivamente me estoy volviendo loca.

De repente nos detenemos en medio de un lugar lleno de casas, que no parecen ocupadas. Excepto por una, donde una mezcla de luces de colores y música sale a tope.

Zachary se quita el casco y yo no dejo de mirar de un lado a otro. Me abrazo a mí misma, la blusa no es lo suficiente para mantenerme abrigada.

—¿Estas volviéndote loca? Acabas de meterme en un buen lío. Y si algo sé de esto, es que con esos tipos no es buena idea meterse en líos —dice, patea algo.

—¿Tienes miedo? —pregunto con la voz temblorosa por el frío. Él me mira, se lleva un montón de risos hasta atrás y resopla.

Me tiende su chaqueta.

—No es que tenga miedo precisamente pero, robarme a la mujer de uno de esos tipos está jodido.

—Te equivocas. En primer lugar: no te has robado a nadie, yo te pedí que me llevaras. Y en segundo: no soy la mujer de nadie.

Él me mira con las cejas levemente alzadas.

—No eres novia del tipo con el que te vi ayer —se mueve inquieto, hace muchos ademanes y baila frente a mí.

—No —digo sin titubear, mis ojos siguen casa movimiento suyo. Meto las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta.

—Ah. Bueno —balbucea, da una vuelta en redondo y vuelve a mirarme—. ¿Al menos me vas a decir tu nombre?

—Supongo que debería, ¿no?

—Sólo si tu quieres.

Me lo pienso un segundo.

—Azzura —digo, él sonríe entre dientes como si hubiera obtenido un gran logro.

—Vamos dentro —dice.

Lo sigo hacia la casa. Hay tanto ruido que apenas puedo oír lo que dice mi cabeza. Caminamos hasta las escaleras, esquivamos a tantas gente y ni me doy cuenta cuando me ponen un vaso con no sé qué en las manos. Él empieza a saludar a quien puede mientras avanzamos.

Cuando subimos, dejo el vaso en el primer sitio que encuentro. Zachary me guía hasta una puerta donde nos arrellanamos contra la pared.

—¿Por qué saliste así? —indaga mientras da un sorbo a su vaso de plástico.

Probar la Realidad [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora