XXIX. Dejaría todo por ti, pero...

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Siento un golpecito en el brazo que me vuelve a la realidad de golpe. Encuentro a Milena con cara desesperada, sonriéndome de forma tensa. Y a Pierre a mi lado tan rígido como una piedra.

He hecho un numerito sin siquiera darme cuenta.

Aun no puedo salir de mi estado de shock. Vuelvo la mirada al balcón y los ojos de Kassian son los únicos que me devuelven la mirada.

Frunzo el ceño y miro a todas partes sin creer lo que mis ojos ven. No hay nada. Pero ahí estaba, estoy segura.

No puede haber sido una ilusión.

Vuelvo la mirada a Kassian que parece estrangular la balaustrada con las manos. Sonríe, tranquilo, supongo que intentando hacerme sonreír también. Y lo logra.

Sonrío y a nuestro alrededor se expande una ola de aplausos. El viejo se relaja y empieza a caminar hasta el centro. Toma un micrófono y empieza a dar la bienvenida más formal que nunca en mi escuche.

Yo no puedo apartar los ojos del balcón. Y él aparentemente no puede apartar los suyos de mí, su mirada grita lo que su boca no puede pronunciar. Me pregunto qué demonios estamos haciéndonos. Puedo asegurar que quiere largarse de aquí, junto conmigo, tanto como yo. Y es lo que me gustaría gritarle.

Lo veo buscar algo en mi cuello y su mirada vuela a Milena, la veo por encima del hombro negar levemente con la cabeza y mostrarle con disimulo el collar en la mano. Su gesto se tuerce.

Milena se acerca a mí.

—Azzura. Deja de mirarlo ya —me pide por lo bajo—. Van a darse cuenta.

Lanzo una mirada a la gente que nos rodea y noto más ojos de los que esperaba observándome meticulosamente.

—Creo que le ha sentado mal lo del collar —murmuro entre dientes y sin evitarlo vuelvo a mirar arriba pero, él ya se ha ido. Suspiro.

—Yo se lo explicaré cuando pueda escaparme del monigote. Tú trata de sonreír, ¿sí? O esto nos va a salir muy mal, Pierre no tiene mucha paciencia.

—Lo haré, pero debes prometerme que me llevarás a verlo antes de que esto se acabe... Por favor.

Ella suelta un suspiro y me pellizca para que sonría ante una cámara. La miro a los ojos esperando por su promesa.

—Lo haré.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo tonta, déjame deshacerme del monigote de papi y luego veo que me invento. Tú suéltate un poco. Sonríe y, por el amor de Dios, habla.

Tan solo el hecho de escucharla llamar «Monigote» al hijo de Pierre me hace soltar una risita. A ella también. Asiento y me acerco a Pierre cuando me toma de la cintura para más fotografías.

Probar la Realidad [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora