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HENRY CAVILL
Mi vida revolucionó por completo en estos meses.
El segundo día después de firmar los puntos finales con Henry el subió una fotografía a instragram, oficializando su relación con Natalie.
Me puse a pensar que tan absurdo le podría parecer a la mayoría la expresión "me sentí morir" y mas si es usada con tanta frecuencia por una misma persona en un lapso de tiempo inferior a las 48 horas, pero así fue.
Ella era preciosa, rubia y despampanante, toda una muñeca. Y los problemas de confianza que casi nunca había sufrido en mi vida aparecieron, de pronto mi cabello castaño se veía insulso y sin brillo, mis pechos pequeños y no tan firmes, mis piernas muy delgadas, mi estómago inflamado eternamente, mi nariz podría incluso ser un poco más aguileña o mi mirada probablemente se vería mejor si el gris de mis pupilas fuera salvaje y atractivo.
Pero no, yo no era eso, ni podría cambiarlo. Tampoco podría sumarle unos años más a mi acta de nacimiento, mis diecinueve eran ser una bebé, una adolescente, contra sus probables veinticinco o treinta.
Fuí dura conmigo misma, dejando vagar constantemente por mi mente la idea de que en la cama ella seguro era mejor que yo. Podía incluso apostar un millón de dólares a ello y dolía.
Me culpe por no ser tan hermosa, madura y sexy como ella. Y a él lo libre de culpas.
Me auto obligue a recluirme a la casa de mi prima mientras ella estaba de viaje, solo avisándole a mi padre y a mi mejor amiga sin darles oportunidad de responder.
La agónica existencia a la que me había reducido duro dos días más. Había olvidado lo que era un reloj y mi refrigerador me veía con un aire desaprobatorio por no haberle tocado ni un milímetro cromado más que para servirme agua o cucharear de vez en cuando una sopa que ya llevaba una semana ahí dentro. Y siguió criminalizandome con sus reflejos hasta que vomité mi estomago, o bueno, el agua y la sopa. El dolor y acidez fue tan agudo que no tuve más remedio que llamar a mi papá, que vino corriendo y tumbó la puerta al yo no poder parar de gemir de dolor en el suelo e irle a abrir.
Las arrugas de mi papá se hicieron mas profundas al verme retorcer de dolor sin poder hacer nada, y solo se aliviaron cuando camino al hospital el dolor se fue calmando e incluso se había desvanecido a tal punto que intente disuadirlo de llevarme al hospital pero se empecino más.
Algo me olía mal, visualizaba como probablemente me daría una terrible charla sobre cuidar mi alimentación y que "la buena alimentación es salud".
Lo que no visualice fueron las palabras del doctor.