El trayecto fue de dos minutos, pero el silencio los hizo eternos.
Me gustaría apreciar con más luz el jardín de la chica, a simple vista es hermoso. También desearía verlo por más tiempo, sin embargo, Acacia está apresurada. La mencionada cubre su bicicleta con una tela y la apoya en el muro. Se dirige hacia la puerta e introduce las llaves, las gira y finalmente entra a la casa. Yo la sigo, curioso. Enciende la luz de la sala de estar. Recuerdo la primera vez que vi la luz cálida encenderse cuando hicimos la percusión. En un mueble de madera oscura hay un florero con lavanda que, con su delicado y relajante aroma, perfuman toda la habitación. El olor me relaja, es más intenso que aquel perfume que utiliza Acacia. Más allá se encuentra su habitación. Antes de esta, hay otra mesa que tiene un tocadiscos y algunos vinilos.
La rubia toma asiento en un sofá beige. Toda la casa está en buenas condiciones, cada cosa está ordenada. Me dan ganas de agarrar alguna cosa y dejarla en un lugar que no corresponde. El orden de la vivienda es impresionante. Acacia me mira de por el rabillo del ojo.
—Toma asiento, si gustas.
Le obedezco sin vacilar. Una vez a su lado, la miro directo a los ojos. Ella hace lo mismo, pero se sonroja y aparta la mirada.
—Entonces... eres...
—Fui —corrige, molesta—... fui modelo —musita.
—Me parece irreal. —Río.
—Pues no lo es. —Su semblante sigue serio—. Si quieres hacer preguntas, adelante. —Relame y aprieta sus labios, nerviosa—, pregunta lo que quieras. Solo... intenta no emocionarte y hacer preguntas... muy molestas.
—¿Cómo? —pregunto al instante.
—¿Cómo qué?
—¿Cómo... cómo llegaste a ser modelo? ¿Cómo te fue?
Ella abre los ojos con sorpresa y luego esboza una sonrisa triste.
—Uff..., todo fue muy... irreal, como mencionaste. Era una pequeña cuando lo vi en la televisión. Desde ese momento estuve convencida de que quería dedicarme a eso. Mis padres me decían constantemente que era algo complejo, que era una decisión difícil, pero yo sabía que, si trabajaba, podía llegar lejos, así que a los ocho años entré a una academia. Fui a varias durante cuatro años, y en la última me descubrió un cazatalentos que me ayudó a iniciar mi carrera. Mis padres, sobre todo mi madre, estaban sorprendidos porque lo estaba logrando, estaba consiguiendo darme a conocer con casi trece años. Asistí a sesiones de fotos, las utilizaron para algunas revistas de moda juvenil y a los catorce y medio...
Hace una pausa. Sus manos tiemblan y su voz debilitada se manifiesta con un tímido suspiro. Poso una mano sobre su hombro y la miro, triste. Sus ojos celestes se empapan con velocidad y me regalan una mirada llena de temor, incertidumbre y... rabia.
—Todo cambió. Entré a una buena agencia. Mis compañeros podían llevar una etiqueta que dijera "perfecto". Me sentí inferior. Supe que el ambiente sería diferente, más profesional. Nadie superaba los veinte años de edad. Todos hablábamos inglés. No podíamos comunicarnos de otra forma, pues veníamos de distintos países. Me rodeé de personas con mis mismos ideales, pero eran... diferentes. Estaban ciegos. —Con brusquedad, lleva sus manos a sus ojos. Unos instantes después las retira—. Toleraban las dietas y eran capaces de hacer cualquier cosa para llegar al estrellato. Pensaban distinto, pensaban como ganadores. Otra vez me sentí fuera de lugar.
»Con el paso del tiempo fui a pasarelas. La primera fue maravillosa, luego... las sentía vacías. Ni siquiera me molestaban las luces en los ojos, yo me encargaba de brillar en esos segundos que debía mostrarme. Estaba haciendo mi trabajo, después de todo. —Levanta sus hombros. Sus ojos cada vez se mojan más, están hinchados. Su expresión muestra vulnerabilidad. No debe gustarle que la vea así, pero se arma de valor y continúa—. Iniciaron los viajes semanales, esos fueron los peores. Mis padres buscaron profesores particulares. Cada semana pisaba al menos un avión, no disfrutaba la sensación de llegar a un destino o de hacer un viaje largo. Tan solo tenía quince años, quince, Thiago, quin-ce. Mi adolescencia estaba ahí, frente a mí, y yo modelaba para revistas reconocidas. Jamás supe lo que era una fiesta escolar o lo que era escaparse de la escuela, pero en las calles veía a jóvenes de mi edad muriendo de risa, disfrutando de lo mínimo o llorando por un chico. Yo nunca lloré por amor, no sé cómo se siente, solo sé lo que es huir de personas mayores que tratan de aprovecharse de ti. Afortunadamente, mi madre siempre se encargó de apoyarme.
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¿Cambiarías nuestro futuro? (PAUSADA)
RomanceNadie espera recibir una carta de alguien del futuro, mucho menos si ese "alguien" te conoce bien y muchísimo menos si esas cartas te advierten sobre una tragedia insoslayable. Desde la primera interacción que Thiago y Acacia tienen, la vida de la j...