7. (Acacia)

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La charla que no incluye historia o arquitectura no se ha detenido desde que comenzó. Inició hace casi de media hora, pero desde entonces no hemos dejado de hablar de lo primero que se nos viene a la cabeza. Tiene buenos temas de conversación, mejores de los que creí. O tan solo son los temas que no me permiten estar callada ni por un segundo.

Pensé que Thiago llevaba más tiempo en la ciudad o que conocía parte de su historia, sin embargo, poco era lo que conocía.

Debe haberse arrepentido de haberme preguntado si sabía algo sobre la ciudad. Debe pensar que soy un libro de historia con piernas.

Le mostré algunos lugares típicos del centro de la ciudad en la que habitamos, entre ellos había algunos museos con obras de talentosos artistas locales y cafeterías con años instalados en la zona. Lo hice para que tuviera una idea de los lugares que más se mencionan, sin embargo, creo que dije más de lo que quería. Me apasiona hablar de los lugares de la ciudad y de las cosas que se ven generalmente, y se hace aún más ameno cuando me escuchan con atención, así como lo hizo Thiago, que solo consultaba y sonreía al aprender más de la zona.

Las flores es un sector poco conocido en la ciudad. Me alegra que sea así, pues si fuese reconocido, todo estaría lleno de basura o de flores marchitas.

Casi todos mis lugares favoritos de la ciudad no son los más visitados. Ni los lugares más reconocidos son muy visitados, ya que no hay muchos transeúntes como se podría esperar.

El parque en el que Thiago y yo nos encontramos es de los más reconocidos. Más de lo que debería. Escucho gritos de niños alegres y el repetitivo chirriar de las cadenas de un columpio. Los automóviles pasan sin mucha prisa, provocando que crujan las hojas secas que colorean gran parte del parque y sus calles. A unos metros de nosotros hay una estatua dañada por el paso de los años. Thiago observa la estatua mientras se sienta en el escaño en el que acomodé hace unos segundos.

—¿Por qué Las flores? —pregunto.

Llevo un cuadrado de chocolate con almendras a mi boca. Él me observa con atención, procesando la sencilla pregunta que acabo de hacerle.

—Me equivoqué —digo antes de tragar el chocolate. Luego de hacerlo, añado—: ¿cómo conociste el lugar?

—Busqué y busqué lugares por internet. Quería que estuviese a menos de media hora del hogar de mi madre. Cada lugar que encontraba no era de mi agrado o era demasiado costoso. Cuando encontré la casa en el sector, fue una especie de salvación. —Ríe—. El lugar llamó mi atención en poco tiempo.

—No me sorprende. Es una de las maravillas de la ciudad.

—Ya lo veo. Hay muchos lugares sorprendentes. Las personas han sido agradables con ambos.

—Aún te queda bastante por conocer. Lo más lindo está lejos de lo que se suele ver al venir aquí. —Me encojo de hombros—. Y no creas que toda la gente es como yo o como la que nos hemos topado en este tour improvisado. Has tenido suerte.

—No me puedo sentir más afortunado.

—¿Qué hay de ti? ¿Cómo llegaste hasta aquí? —consulta.

Entrelazo mis manos y observo las ramas que forman un refugio con su sombra. El viento hace que las hojas choquen una y otra vez, haciendo que caigan a su ritmo sobre el suelo. Sonrío.

—Mi casa estaba a más o menos media hora de este parque. Mi padre trabajaba aquí, en el centro. Siempre que podía acompañarlo a trabajar, lo hacía. Me agradaban sus compañeros y pasar tiempo con él, aunque la mayoría de ese tiempo estuviese ocupado. Al finalizar la jornada, me mostraba algunos lugares de la ciudad, así como yo te lo muestro a ti, sin omitir ni un solo detalle de su historia.

¿Cambiarías nuestro futuro? (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora