𝘌𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰 𝘦𝘯𝘤𝘢𝘯𝘵𝘢𝘥𝘰𝘳

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En el mundo, no todas las personas encajan tan fácilmente.

Eso era lo que pensaba aquel albino todos los días al abrir sus marinos ojos antes de seguir su aburrida y miserable rutina diaria.

La rutina ya mencionada consistía en levantarse temprano, bañarse, vestirse, arreglar su cama, bajar a desayunar, despedirse de su familia y aburrirse el resto del día en la preparatoria para después volver a casa, dormir y repetir el proceso.

Su problema no era su familia, o no, de hecho poseía unos padres y hermanos muy cariñosos y amables... Sarcástica mente ya que para él, sus padres podían llegar a ser muy tiranos si se lo proponían.

Incluso sus hermanos parecían cooperar al momento de estropear su día y sus pocas ganas de seguir viviendo.

A excepción de Alluka, la única integrante de su familia que no lo molestaba para seguir un camino profesional y siempre trataba de escucharlo y atenderlo en todo momento.

Ay su hermanita, quizás por ella es que seguía respirando todavía.

Pero su tiempo con Alluka era tan breve que no podía evitar seguir sintiéndose vacío.

Tampoco eran las notas, de hecho, era muy bueno con sus calificaciones y la verdad poco le importaba aquello.

No sabía exactamente el porqué, quizás era por todo el estrés que conllevaba recibir constantes sugerencias de estilos de vida por parte de su molesta familia.

O tal vez era porque no dejaban de preguntar el porqué de su repentino cambio drástico hacia como los trataba con indiferencia.

Incluso podría decirse que era la falta de amigos que sufría desde muy pequeño.

Realmente no lo sabía.

Muy en el fondo Killua, el nombre del albino, estaba consciente de que su familia lo hacía porque lo querían ver feliz.

Sabía que estaban preocupados por su distancia con ellos.

Sabía que solo querían lo mejor para él.

Sin embargo nunca lo dejaron respirar, por lo que jamás supo como frenar la situación y optó por rendirse mientras se distanciaba de ellos.

Supone que por andar ocupado con su familia, nunca tuvo el tiempo de aprender a socializar y por ello tampoco tenía amigos.

El sonoro ruido de la campana que avisaba el final de las clases lo sacó de sus pensamientos pesimistas.

- al fin - murmuró estirando sus brazos para luego empezar a empacar sus cosas en su mochila azul rey con estampado de truenos -

- ¿apurado? - escucho decir a sus espaldas -

- solo un poco - musitó sin importancia - ¿necesitas algo?

- nada, solo era curiosidad - respondió su compañera -

El albino la miró unos segundos antes de cerrar su mochila y colgársela en el hombro.

𝙼𝚊𝚛 𝚍𝚎 𝚌𝚑𝚘𝚌𝚘𝚕𝚊𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora