LA ISLA DE EOLO.
EL PALACIO DE CIRCE LA HECHICERA
Arribamos a la isla Eolia, isla flotante donde habita Eolo Hipótada, amado de los dioses inmortales. Un
muro indestructible de bronce la rodea, y se yergue como roca pelada.
«Tiene Eolo doce hijos nacidos en su palacio, seis hijas y seis hijos mozos, y ha entregado sus hijas a sus
hijos como esposas. Siempre están ellos de banquete en casa de su padre y su venerable madre, y tienen a su
alcance alimentos sin cuento. Durante el día resuena la casa, que huele a carne asada, con el sonido de la
flauta, y por la noche duermen entre colchas y sobre lechos taladrados junto a sus respetables esposas.
Conque llegamos a la ciudad y mansiones de éstos. Durante un mes me agasajó y me preguntaba
detalladamente por Ilión, por las naves de los argivos y por el regreso de los aqueos, y yo le relaté todo como
me correspondía. Y cuando por fin le hablé de volver y le pedí que me despidiera, no se negó y me
proporcionó escolta. Me entregó un pellejo de buey de nueve años que él había desollado, y en él ató las
sendas de mugidores vientos, pues el Cronida le había hecho despensero de vientos, para que amainara o
impulsara al que quisiera. Sujetó el odre a la curvada nave con un brillante hilo de plata para que no
escaparan ni un poco siquiera, y me envió a Céfiro para que soplara y condujera a las naves y a nosotros con
ellas. Pero no iba a cumplirlo, pues nos vimos perdidos por nuestra estupidez.
«Navegamos tanto de día como de noche durante nueve días, y al décimo se nos mostró por fin la tierra
patria y pudimos ver muy cerca gente calentándose al fuego. Pero en ese momento me sobrevino un dulce
sueño; cansado como estaba, pues continuamente gobernaba yo el timón de la nave que no se lo encomendé
nunca a ningún compañero, a fin de llegar más rápidamente a la tierra patria.
«Mis compañeros conversaban entre sí y creían que yo llevaba a casa oro y plata, regalo del magnánimo
Eolo Hipótada.
Y decía así uno al que tenía al lado:
«"¡Ay, ay, cómo quieren y honran a éste todos los hombres a cuya ciudad y tierra llega! De Troya se trae
muchos y buenos tesoros como botín; en cambio, nosotros, después de llevar a cabo la misma expedición,
volvemos a casa con las manos vacías. También ahora Eolo le ha entregado esto correspondiendo a su
amistad. Conque, vamos, examinemos qué es, veamos cuánto oro y plata se encierra en este odre."
«Así hablaban, y prevaleció la decisión funesta de mis compañeros: desataron el odre y todos los vientos
se precipitaron fuera, mientras que a mis compañeros los arrebataba un huracán y los llevó llorando de nuevo
al ponto lejos de la patria. Entonces desperté yo y me puse a cavilar en mi irreprochable ánimo si me
arrojaría de la nave para perecer en el mar o soportaría en silencio y permanecería todavía entre los vivientes.
Conque aguanté y quedéme y me eché sobre la nave cubriendo mi cuerpo. Y las naves eran arrastradas de