¿Celos?
"...Buenas noches, mucho gusto
Ya no existe nadie más
Después de este tiempo juntos
No puedo volver atrás
Tú me hablaste, me tocaste
Y te volviste mi ilusión
Quiero que seas dueña de mi corazón..."
"Entra En Mi Vida" – Sin Bandera
Despertó con una extraña sensación en su corazón. Había tenido pesadillas toda la noche. Otra vez ese sueño, su princesa. Pero, esta vez, el sueño terminaba de manera trágica. Ambos muertos, el final de su sueño se parecía tanto a Romeo y Julieta.
Intentó no pensar. Tampoco sentir. Se apresuró a meterse al baño a darse una ducha. Necesitaba despejar su mente.
El agua de la ducha impactaba con fuerza contra los blancos azulejos. Metió si cabeza debajo, como esperando que el agua se lleve consigo sus pensamientos, su tristeza. Pensó en su dulce compañera de trabajo. Recordó lo acontecido días atrás. Tocó sus labios, aún sentía su calidez en ellos. No la había visto desde esa noche. Había pasado más de una semana. Ella no había vuelto al hospital, eso lo intrigaba. "Esta muy ocupada con las tareas escolares", la había excusado su madre. ¿Cómo es que se había atrevido a preguntarle por ella? Después de todo, ella iba allí por puro gusto, ni siquiera recibía el sueldo de una enfermera, tenía todo el derecho a dejarlo en cuanto quisiera. Pero, por alguna razón, le pesaba su ausencia. Las tardes y noches en el hospital no eran las mismas sin su compañía, sin sus charlas. ¿Es que, acaso, estaba avergonzada por lo sucedido? Quizás fue un error besarla.
Pensó en llamarla, hablar con ella, pedirle disculpas. Entonces reparo en el hecho de que ni siquiera tenía su número de celular y, aunque sabía dónde vivía, ni siquiera sabía el número de su departamento en aquel complejo de edificios. Después de todo, no eran más que dos extraños. Dos extraños que disfrutaban hablar de medicina y cultura. ¿Por qué le importaba tanto, entonces?
Volvió a pensar en ese momento, en como sucedió. ¿Cómo sucedió? Ni siquiera sabía bien como había sucedido. Recordó la calidez de sus labios y esa expresión de vergüenza en el rostro de Ami. Ella lo observó con las mejillas rosadas y los ojos llenos de lágrimas. Esa expresión. ¿Por qué sentía haber visto esa expresión antes? El rostro de Usagi vino a su mente. El rostro de Usagi con las mejillas rosadas y una expresión de tristeza en sus ojos. ¿Por qué? ¿Por qué sentía ese dolor en su corazón? ¿Por qué le dolía tanto verla triste? ¿Por qué sentía que era capaz de cualquier cosa con tal de no ver esa expresión en su rostro?
Volvió a sentir fuertes punzadas en su cabeza. Quizás Ami tenía razón, estaba trabajando demasiado. O quizás debería pensar en hacerse algunos estudios de rutina. Desde que tenía memoria, esos dolores de cabeza llegaban de repente, tan intensos y dolorosos, que le impedían seguir con su vida, sólo para irse, sin más, con la misma espontaneidad con la que aparecían. De chico le habían hecho cientos de estudios, pero jamás habían encontrado una razón médica para ellos. Hasta que un doctor decidió mandarlo con el psicólogo. Las terapias habían ayudado. Pero con su extenuante vida de médico, las había abandonado, y los dolores habían regresado.
Cerró la ducha y tomó su toalla. Se envolvió en ella y se dirigió a su habitación. No podía permitirse volver a caer. Le había tomado mucho tiempo, muchas horas de psicólogos, dejar atrás su pasado, olvidar esa sensación de que algo le faltaba en su vida. No iba a volver a caer. Tomaría un analgésico para su dolor de cabeza y arrancaría su día con una sonrisa en su rostro.
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El Hilo Rojo
Fiksi PenggemarExiste una milenaria leyenda que dice: "Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper" ¿Puede este hilo...