Jessica
Mi cuerpo aún se estremecía y mi corazón martillaba en el pecho imposibilitándome respirar a un ritmo decente. Le había plantado cara y le había dicho sus verdades dejándolo sin palabras. Me sentía poderosa, dominante, indomable y todo los sinónimos del diccionario que significaran “Soy la puta ama“. Porque en realidad esa era la oración que resumía mi estado emocional en aquel momento.
A mi lado, Tatiana, con la cabellera castaña perfectamente recogida en un moño alto me conducía por entre los pasillos lanzándome a cada paso pequeñas miradas inundadas de curiosidad. Y no la culpo, la verdad no todos los días se ve a tu jefe—El hombre más mujeriego que existe. Solo superado por su medio hermano—Enojado con una mujer en vez de que esta esté entre sus calzones.
—Debe ser difícil trabajar con Cristian—Hablé por fin cuando la agarré mirándome nuevamente
—Para nada, el señor Difiori es muy buen jefe—Contestó en voz baja. Claro que no iba a hablarme mal de su jefe y menos en Skaylar, allí todos parecían amar su trabajo.
Con la paga que dan hasta yo amaría a un jefe como Cristian.
Sacudí mi cabeza desechando el estúpido pensamiento que había acabado de tener. A Cristian ni de mascota lo quería. Giramos a la derecha, pasamos frente a otra oficina algo similar a la de Cristian y rápidamente deduje que esa era de Eduard.
La puerta estaba abierta por lo que pude echar una mirada rápida al interior: El estilo de la puerta y ventanas era diferente, la decoración y el color también eran disímiles. Y siendo sincera prefería la oficina de Eduard a la del rubio quien tenía las paredes pintadas de un soso color gris, en combinación con la silla de su escritorio y solo dos tristes cuadros colgados de la pared. En cambio la oficina de su medio hermano contaba con un bonito tono salmón en las paredes, varios estantes llenos de libros, cuadros de pintores, y un precioso butacón rojo manzana.
— ¿Esa que pasamos era la oficina de Eduard, verdad?—Pregunté a mi escolta asegurándome de que mis deducciones no hubieran estado equivocadas.
Ella asintió.
—Sí, es su oficina—Miró a su reloj de manos antes de parar frente a la enorme puerta plateada y añadió—Él debe estarla esperando adentro. Por favor entre, yo traeré cafés para ustedes en un minuto—Me dedicó una de aquellas sonrisas que solía darme y girando sobre sus tacones se perdió por uno de los pasillos.
Di un largo suspiro y empujé la puerta con suavidad.
El local era inmenso y justo en el centro había una mesa rectangular con ocho cillas, una de ellas ya ocupada por Eduard quien tecleaba en su teléfono con rapidez. Sin hacer ruido me acomodé en una de las cillas y me dediqué a repasar cada rincón del inmueble.
El suelo estaba completamente recubierto por una alfombra de un hermoso color azul marino, que contrastaba muy bien con las paredes color madera. Del lado izquierdo estaba una TV de plasma mediana sobre la pared, del techo colgaban dos lámparas doradas majestuosas y justo a la derecha estaba lo que a mi parecer era lo más hermoso del lugar, una pared completamente transparente que dejaba a la vista una majestuosa panorámica de San francico. Por mucho que odiara a Cristian y todo lo que tuviera que ver con el—De manera directa o indirecta—Debía admitir que me encantaba cada parte de Skaylar.
De repente volvió a mi cabeza la escena del rubio con la tal Lucero y sus palabras hacen eco en mi mente
—Yo sé que eres mía Jess, pero nunca está de más volverte a hacer mía de nuevo.
El estómago se me contrajo y sentía la ira invadir mi organismo. Ya me había autojodido mi buen humor
—Maldito prototipo mal echo de Bob esponja…
La risa ronca de Eduard me había hecho saber que ya era demasiado tarde. Había olvidado por completo que él estaba allí
Mierda.
— ¿Conque Bob esponja, he?—El muy condenado aún seguía riéndose y yo no sabía dónde meter la cara.
La verdad era que a veces solía pensar en vos alta cuando estaba muy metida dentro de mi cabeza. Eso me había traído muchos problemas tanto en mi vida laboral como sentimental.
Maldición, tierra trágame y escúpeme en Alaska
—Deja de andar escuchando pensamientos ajenos
—Y tú deja de estar pensando en voz alta.
—No lo hice
Sip señoras y señores se me da genial mentir.
—Lo acabas de hacer Jessica
—No
—Si
— ¡NO!
— ¡SI!
Ambos no podíamos contenernos más y estallamos en carcajadas. Por un momento no hubo rastros del hombre con el que había cenado hace algunos días, no hubo palabras coquetas ni miradas lascivas. Una persona completamente diferente estaba frente a mí y eso hacía que me preguntara ¿Cuál de los dos es la versión real?
—Eres sorprendente Jessica—Eduard paro de reír y lanzándome una de esas miradas que nunca era capaz de descifrar añade—Eres malditamente sorprendente.
La puerta se abrió y entrón el rubio seguido por su secretaria quien traía tres cafés. Cristian noto la atmósfera que había entre ambos y miró a su medio hermano con el entrecejo suavemente fruncido mientras que este le dedicaba una de sus características sonrisitas perversas.
¿Acaso lo de hace un minuto había sido una farsa?
Cristian tomó asiento, Tatiana dejó los cafés en la mesa y se acomodó en un esquina sujetando un folder negro.
—Ya que estamos todos aquí—Habló Eduard poniéndose en pie y caminando hasta la TV frente a nosotros—Comencemos.
De repente la vidriosa pared de cristal se cubrió con unas cortinas negras privando de luz toda la sala. La pantalla frente nosotros se iluminó dejando ver la foto de un hombre de unos cuarenta y cinco años—Aproximadamente—que vestía un lujoso traje negro con una corbata de un intenso color rubí. Junto a él, una chica de cabellera negra y rasgos asiáticos caminaba sonriente. La chica tenía una cintura de avispa, piernas altas y muy bien torneadas, labios rojizos, pestañas largas y una bonita nariz muy bien perfilada. Era muy hermosa.
—Marcelo Smith—Habló Eduard señalando la pantalla—Y su hija Libia Smith—Miró a Cristian y este rodo los ojos con fastidio. Volvió a cambiar la pantalla de la TV, ahora mostrando la foto de un hombre algo más joven que el primero, con un traje blanco y una mirada jovial— Su nombre es Víctor Miller, junto con nuestro padre y Marcelo completan el trio de inversionistas mayoritarios de Skaylar. Ambos quieren conocerte Jessica, quieren ver a la nueva modelo de la campaña en el próximo evento publicitario que será en Nueva York dentro de dos días. Está demás decir que esto es sumamente importante para todos, ¿Verdad?—Nos miró a ambos y al ver que nadie contestó continuó —Bien, preparen sus cosas que el avión sale en ocho horas.
Acabo de oír bien, ¿Dijo “preparen”?.
—Él —Lo señalé con el dedo índice —y ¿Yo?
—Que no se te note tanto la alegría—Repuso sarcástico Cristian.
Puse los ojos en blanco
—Sí, ambos—Respondió Eduard sonriente—Yo tengo negocios que terminar así que no podré ir con ustedes. Pero prometo alcanzarlos en la noche del evento.
¿Cristian y yo encerrados en un avión? Definitivamente nada bueno iba a salir de todo aquello.
Wenas cositas bellas
Aquí les dejo la actualización
Gracias por la oportunidad y el apoyo que le están dando a Revenger or love.
Los amoooo♡♡♡

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Revenge Or Love
Romance-¿Y eso que tiene que ver conmigo? sus palabras me dejaron helada -Acaso no lo entiendes-Tomé una de sus manos y la llevé a mi vientre-Cris, tendremos un hijo El sonrió y apartó su mano con búsqueda. -quiero que abortes ese niño Jessica.